Arg - Nuevas revelaciones del horror de la dictadura (RI9)

Corrientes
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En un juicio que se lleva a cabo en la provincia de Corrientes, ex detenidos y un ex soldado reconocieron a los acusados como responsables de torturas. Otra vez un cura.

     Las últimas audiencias del juicio que investiga el funcionamiento de un centro clandestino de detención en el ex Regimiento 9 de Corrientes, dejaron en claro que, más allá de la estrategia de la defensa de dilatar el proceso, hay una verdad que busca salir a la luz. La historia, esta vez, parece decidida al romper el cepo puesto por casi treinta años de impunidad.
    Luego de que el Tribunal resolviera no dar lugar a los planteos de la defensa que pretendían conseguir la nulidad del juicio, acusados y víctimas tuvieron su lugar ante el estrado. Al cinismo caricaturesco de unos, desconociendo los cargos por los que son juzgados, se contrapuso el recuerdo de los otros, cuya vuelta al horror no logró que perdieran dignidad.

    La semana pasada, antes de los descargos y del inicio de las testimonios, se produjo un nuevo intento dilatorio por parte de los abogados defensores, cuando plantearon objeciones a la constitución de la querella, integrada por representantes legales de la Comisión Provincial de Derechos Humanos y de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. "Extemporáneo e improcedente", fue la respuesta de los jueces. Así fue como en esa misma jornada comenzaron a ser llamados los acusados.

    También antes de que se iniciara la audiencia, se volvió a realizar una concentración de quienes defienden a los militares en los alrededores del Tribunal.

    Los imputados por los delitos de "supuesta asociación ilícita agravada, abuso funcional, aplicación de severidades, vejaciones, aplicación de apremios ilegales y de tormentos" son Juan Carlos De Marchi, jefe de Inteligencia del Área Militar 231; los coroneles Horacio Losito y Jorge Barreiro, quienes se encontraban en actividad al momento de ser detenidos, además del gendarme Roberto Reynoso y del sub-oficial del Ejército (R) Juan Carlos Piriz.

    También figura en el banquillo de los acusados el ex Jefe del Ejército, Cristino Nicolaides, quien cumple prisión domiciliaria, alegando su deteriorado estado de salud, en un centro de salud de la ciudad Córdoba.

    Su patrocinante legal, Andrés Vernengo, había solicitado al inicio de las audiencias que su situación se tuviera en cuenta en el marco de un "proceso especial", una vez que sus condiciones físicas le permitieran comparecer ante el Tribunal.

    De Marchi fue el primero en hablar, aunque en lo formal se abstuvo de prestar declaración. No obstante, expresó ante el Tribunal "no puedo defenderme si no se de qué se me imputa. No se cuáles son los delitos ni las pruebas".

    Por su parte, Losito fue uno de los que reclamaron por la ausencia en el proceso de Nicolaides y retrotrajo, aunque sin mencionarlo explícitamente, la perimida figura de la obediencia debida.

    "Yo en esa época no tenía capacidad de mando, solo cumplía sus ordenes. Él tendría que estar acá y no está", señaló el imputado. Negó los cargos de privación ilegitima de la libertad, torturas y desapariciones de personas. Reiteró en varias oportunidades que "el único que tenía contacto con los detenidos era Nicolaides".

    Luego presentó un organigrama de cómo estaba conformado jerárquicamente el Ejército y lo distribuyó entre los jueces, la defensa y la querella. En el gráfico, destacaba que los imputados ocupaban cargos de subalternos y que "sólo cumplíamos tareas administrativas".

    En tanto que Barreiro, quien se encontraba al frente del Ejército en Monte Caseros (Corrientes), al momento de ser detenido, señaló: "Escuché la lectura del requerimiento de elevación a juicio por parte del Ministerio Fiscal -además de los autos de elevación y el requerimiento de la querella- y no comprendo de forma clara, precisa y probatoria cuáles son los hechos que se me imputan. No conozco las pruebas por las que se me acusa”.

    Piriz, el único suboficial (R ) del Ejército imputado, sostuvo: "En todo el expediente, me nombran tres personas, dos de las cuales dicen haber estado detenidas en el RI9. Me acusan por palabras de terceros, comentarios de terceros, y la acusación es por 13 privaciones ilegítimas de la libertad, 2 desapariciones de personas y 5 tormentos, torturas y vejámenes. ¿Quién, cómo y cuándo lo hice? ¿Hay pruebas? Me acusan tanto como al General Nicolaides, y yo era un mando inferior, sin poder de decisión".

    Finalmente, Reynoso ratificó lo declarado durante la indagatoria: "Participé en no más de diez operativos ordenados por Nicolaides, pero los gendarmes estábamos en la segunda línea en este tipo de acciones. Esto implicaba que custodiábamos las casas allanadas por cualquier cosa que pudiera pasar". Inicialmente recordó que “de algunos de estos operativos, participó Demarchi". Pero, ante la requisitoria del fiscal, dijo acordarse de él "con su uniforme, en funciones tales como control de tránsito. En operativos, no estoy seguro".

    También declararon los primeros testigos convocados por la querella. A las 8:55 de la mañana. La primera en hablar fue Marta Angélica Álvarez, una psicóloga de 67 años, quien relató que fue violada y sometida a maltrato psíquico. Dijo reconocer con seguridad a dos de los imputados en su paso por el Regimiento y afirmó que "por la voz y el perfume" el responsable de los tratos más crueles fue el Capitán De Marchi.

    Durante esa jornada, el Servicio Penitenciario Federal organizó por primera vez un vallado humano que separaba a los represores del resto de la sala. Los familiares de las víctimas esta vez casi duplicaban al de los imputados.

    Álvarez relató que fue detenida el 14 de septiembre de 1976 en su casa, ante la presencia de su madre y de sus cuatro hijas, en ese entonces de cinco, seis y cuatro años, y una beba de once meses. Contó que de allí fue trasladada a la sede de la Policía Federal, donde fue interrogada por personal del Ejército, según la información aportada por sus captores y que luego fue llevada a un descampado donde un militar le dio a elegir "entre una linterna y él" y que luego fue sometida sexualmente con ese instrumento.

    En el medio de su declaración, Álvarez fue nuevamente puesta al borde de la humillación ante ciertas preguntas de la defensa. En ese contexto, por ejemplo, el abogado de De Marchi y Barreyro, -quien es vicedecano de la Facultad de Derecho de una Universidad Nacional, Jorge Buompadre-, intentó reducir la cuestión a un interés económico: "¿Cobró usted indemnización por lo que le tocó vivir? ¿Nos puede decir el monto?", inquirió el letrado. Los familiares de los represores decoraron el cuadro, con sonrisas irónicas avalando las preguntas que fueron objetadas por el Tribunal.

    En su paso por el RI9, la mujer explicó que vio a detenidos en estado de deterioro físico, producto de las torturas. Uno de ellos sería Fernando Piérola, una de las víctimas de la masacre de Margarita Belén en diciembre de 1976, quien "tenía las piernas hinchadas como patas de elefante después de que lo hicieran mantener en pie durante 48 horas".

    Sostuvo también que podría identificar con seguridad al coronel Losito, así como al oficial Reynoso, quienes se presentaron en diferentes oportunidades antes de interrogarla. La testigo señaló además, que tanto el ex presidente de la dictadura Leopoldo Fortunato Galtieri como el Coronel Cristino Nicolaides, por entonces jefe del Comando de la VII brigada de Infantería, visitaron el Regimiento 9 durante su estadía en el mismo.

    Antes de su liberación, Álvarez pasó por la cárcel de mujeres del Instituto Pelletier en esta capital provincial y por la cárcel de Devoto, en Buenos Aires.

    Luego fue llamado a declarar Arnaldo Gómez, un veterinario de 61 años, quien relató haber pasado en distintos momentos de su detención por la Jefatura de Policía de la Provincia, el ex RI9 y el Escuadrón 48 de Gendarmería Nacional.

    Contó que se entregó al Ejército el 7 de septiembre de 1976, luego de encontrarse con un allanamiento de las Fuerzas de Seguridad al llegar a su casa. Desde ese momento fue llevado primero a la Jefatura de la Policía Provincial, luego al Regimiento 9 y posteriormente a la sede de Gendarmería. Señaló que en lo personal no fue víctima de torturas, pero que sí vio a otros detenidos maltratados y que escuchó gritos de otros detenidos.

    Asimismo presentó testimonio Hugo Bernardo Midón, un abogado de 53 años, que actualmente se encuentra a cargo de la sede local del Instituto Nacional contra la Discriminación (INADI). Su afirmaciones recordaron uno de los episodios más trascendentes de los años de plomo en la Argentina.

    Al igual que aquellos seis estudiantes secuestrados en la conocida "Noche de los Lápices", en la ciudad de La Plata, Midón también se encontraba terminando sus estudios secundarios. Durante la madrugada del 5 de diciembre de 1975, un grupo de tareas conformado por fuerzas conjuntas de ejército, policía de la provincia y federal -con apoyo de la gendarmería-, irrumpió en su casa. "Buscaban al Negro, como me decían mis amigos, así que les dije que era yo", dijo.

    La manzana estaba rodeada y tras la requisa se acercó el jefe del operativo a decirle: "Negrito, ya perdiste la guerra, decime en qué andás". El rostro, perfume y la voz del entonces teniente primero Juan Carlos De Marchi quedarían guardados a fuego en el recuerdo de Midón, quien fue trasladado, junto a su hermano, a la Jefatura de Policía de la ciudad.

    El relato del testigo condujo directamente al centro del horror. Según recordó, fue maltratado y torturado con todo tipo de métodos, desde patadas y trompadas hasta ataques a los genitales, pasando por insultos y agresiones psicológicas.

    "Contá todo, ya sabemos todo. Mirá, Negrito, yo soy un tipo muy comprensivo, pero en la habitación de al lado hay gente muy salvaje que te va a destrozar", comentó Midón que le dijo la misma voz que, un rato antes, lo había secuestrado. Unos minutos después, comenzaron a interrogarlo, con más golpes y agresiones.

    Después llegó el traspaso de la "custodia" de la policía al ejército. "Ahí comprendí que las torturas que sufrí en aquellos primeros días, no eran más que un juego de niños", relató. "Ahora sí vas a cantar todo, Negrito", escuchó de la misma voz que estuvo y estaría presente en cada una de las sesiones de tortura que sufrió. "Desnudo, atado a los extremos de una cama metálica, comenzaron a darme unas descargas de electricidad insoportables en los genitales, los ojos, y la boca", recordó el testigo.

    El relato de los meses que siguieron completó el viaje horroroso de Midón. Los maltratos continuaron durante gran parte del siniestro periplo, que incluyó el centro clandestino del ex Regimiento 9, la sede de Gendarmería de Corrientes, hasta la Unidad 7 de la ciudad de Resistencia (Chaco). Midón recuperó la libertad en el otoño de 1980, cuando lo dejaron salir del penal de La Plata.

    Hasta el relato de su experiencia, ninguno de los testigos había podido identificar al Capitán De Marchi, más que por su perfume y su voz, denominador común en cada sesión de tortura, según los testigos. Sin embargo, luego de objeciones por parte de la defensa y respuestas por parte de la querella, el juez Alonso permitió que Midón indicara si podía identificar en la sala a quien comandaba los maltratos durante su cautiverio. El testigo se puso de pie, miró a todos los presentes, y señaló al imputado Juan Carlos De Marchi.

    Julián Arce, un abogado que pasó por las filas castrenses cumpliendo el servicio militar obligatorio entre abril de 1975 y noviembre 1976, aseguró que "en todos los estamentos del regimiento, sabíamos lo que pasaba, y que en el casino de oficiales estaban los detenidos". Además, aseguró que "en una ocasión, estando la puerta entreabierta" pudo ver los compartimentos construidos con caños estructurales y frazadas donde los cautivos pasaban las horas de aquellos días.

    Arce complicó con su testimonio aún más la situación de los imputados: "recuerdo que De Marchi, Barreiro, Losito y Píriz formaban parte del grupo de inteligencia que se encargaba de los operativos nocturnos en los que se detenía a las personas alojadas en el regimiento", sostuvo. Y para ampliar su declaración, manifestó ver a "De Marchi arrastrar de los pelos a una mujer hacia el lugar de detención", donde quedaría alojada durante un tiempo que no pudo precisar.

    Además, Arce fue quien con más contundencia señaló el accionar de Carlos Píriz, sub-oficial retirado del ejército. El testigo lo recordó como una "persona extremadamente violenta, que maltrataba tanto a los detenidos como a los propios soldados del regimiento".

    Ramón Félix Villaba, detenido a fines de agosto de 1976, también había cumplido con el servicio militar en el ex regimiento 9 de Corrientes, a principios de la década del ‘70. Aseguró haber conocido allí al Capitán De Marchi", ya que en una oportunidad fue presentado ante los soldados como "el campeón sudamericano de tiro".

    El relato de las torturas y maltratos recibidos durante su cautiverio fue similar al resto de los testimonios. "Picana, golpes de puño, patadas y culatazos con una Itaka", fueron algunos de los tormentos que le propinó "De Marchi, a quien reconoció por “su perfume y voz inconfundibles". Además, al igual que los otros testigos, indicó que era el capitán (R) quien comandaba los operativos y daba las órdenes a los demás.

    El Tribunal decidió incorporar a la causa una denuncia penal realizada en 1987 por Carlos Achart Carlomagno (hoy fallecido), otro de los detenidos que pasó por el ex Regimiento 9.

    En esa declaración, Achar señaló haber reconocido tanto a De Marchi, como a Losito y Barreiro en una salida en la que lo obligaron a identificar gente en la calle para su detención posterior. Recordó quedar "al borde de la muerte debido a las torturas recibidas" durante los primeros días de su detención, y además comentó sobre la presencia del capellán del ejército en el regimiento 9, de apellido Luchetti.

    El texto, recuerda que el sacerdote les decía a los detenidos que era "Dios quien los estaba castigando por lo que hicieron".

    Luchetti se excusó -según consta en la denuncia- asegurando que "lo hizo para salvar a la patria", frase que recordó la oscura figura del ex capellán de la Policía Bonaerense, el cura Christian Von Wernich, condenado hace unos meses en La Plata.

http://www.aquilanoticia.com/nota.asp?IDNoticia=11082

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