Arg - La “patria” de los represores

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La represión ilegal en la Argentina se dio en el marco de lo que se conoció como “Doctrina de Seguridad Nacional”, instrumento que considera a los propios ciudadanos de un país como posibles amenazas a la seguridad. La doctrina fue un producto del pensamiento de la guerra fría, que mantuvo al mundo dividido en dos campos antagónicos. Fue ideada por los sucesivos gobiernos de los Estados Unidos y divulgada mediante el entrenamiento de los distintos ejércitos latinoamericanos, en Panamá.
La Doctrina de Seguridad Nacional aniquila los derechos individuales y sociales para impulsar la penetración del monopolio económico transnacional (dicho en criollo: es el reaseguro de los intereses norteamericanos) .Cercena todo intento de reivindicación y lo califica de "contrario al interés nacional". La llamada Doctrina de Seguridad nacional no es ni nacional ni brinda seguridad al país que la adopta.

En el Documento de Puebla de 1979, de la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano, los obispos expresaron en “Reflexión sobre la violencia política”: “En los últimos años se afianza en nuestro continente la llamada Doctrina de Seguridad Nacional, que es de hecho más una ideología que una doctrina. Está vinculada a un determinado modelo económico político, de características elitistas y verticalistas que suprime toda participación amplia del pueblo de las decisiones políticas. Pretende incluso justificarse en ciertos países de América Latina como doctrina defensora de la civilización occidental y cristiana. Desarrolla un sistema represivo, en concordancia con su concepto de «guerra permanente». En algunos casos expresa una clara intencionalidad de protagonismo político”.

Empleando esta doctrina los Estados Unidos consiguen unificar el accionar de las distintas dictaduras genocidas latinoamericanas, instaladas por la CIA, como la de Augusto Pinochet (en Chile), Alfredo Stroessner (en Paraguay), Jorge Rafael Videla, Roberto Viola y Leopoldo Galtieri (en Argentina, 1976-1983), el general Banzer (en Bolivia, 1971-1978), la dinastía de los Somozas (en Nicaragua), El Salvador durante sus más sangrientos años de guerra civil. Para implementar la doctrina, los Estados Unidos instalaron la Escuela de las Américas en Panamá. Allí, durante casi cuarenta años, las técnicas de interrogación que incluían torturas y todo tipo de vejámenes fueron enseñadas a militares sudamericanos, quienes eran los encargados de efectuar el trabajo sucio de contrainsurgencia a través de los grupos de tareas.

Los Grupos de Tareas estaban conformados con personal de las diversas Fuerzas Armadas y de Seguridad, lo que incluía a militares retirados, paramilitares (civiles de derecha a quienes se instruía) y elementos parapoliciales, acaso el más famoso de esta última categoría sea Aníbal Gordon, quien liderara la Alianza Anticomunista Argentina, mas conocida como Triple A.

Si bien se hallaban alojados en determinadas dependencias militares o de Seguridad, las que otorgaban su infraestructura, y en algunos casos se hacían cargo de las Jefaturas, los GT no dependían directamente de esos lugares sino de la Fuerza en la que tenían su sede, tenían además autonomía en casi todo su accionar y eran dueños y señores de las vidas y los bienes de sus víctimas.

Un oficial de la Policía de la Provincia de Buenos Aires explica en su testimonio (Legajo N° 7316 de Conadep) el modus operandi de un Grupo de Tareas: «...conocido un "objetivo" o "blanco" (elemento subversivo) o sospechoso de tal, se lo detenía, se lo llevaba a un lugar de interrogatorio y se le daba "máquina" (tortura con picana) extrayéndole información de otros sospechosos, a los que se procedía a detener así, hasta tener todo un "mosaico" o cadena de personas. En algunos casos, esa cadena se cortaba cuando algún detenido se "quedaba" (moría) en la tortura. Recién entonces con un grupo de personas investigadas o un cierto cúmulo de información se elevaba a la Superioridad, tanto a la Jefatura de Policía como a la Jefatura del Area Militar. Esa información iba codificada y partía desde el mismo GRUPO DE TAREAS. En las Comisarías se hacía un "informe reservado" (donde se ponía la verdad del procedimiento) y un Acta 20840 (donde se volcaban los datos que servían para la cobertura de "legalidad" como por ejemplo en los casos de detenidos a los cuales se "cortaba" (mataba) haciendo figurar que habían muerto en un enfrentamiento.»

El 4 de enero de 1981, en el diario "La Razón" el General Camps expresó en una nota que pertenece a una serie de artículos firmados por el mencionado general con el título "Derrota de la Subversión. Apogeo y declinación de la guerrilla en Argentina": “En Argentina recibimos primero la influencia francesa y luego la norteamericana, aplicando cada una por separado y luego juntas, tomando conceptos de ambas hasta que llegó un momento en que predominó la norteamericana. Francia y EE.UU. fueron los grandes difusores de la doctrina antisubversiva. Organizan centros, particularmente EE.UU., para enseñar los principios antisubversivos. Enviaron asesores, instructores. Difundieron una cantidad extraordinaria de bibliografía”
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En suma, y a modo de conclusión: la “Doctrina de Seguridad Nacional” que aplicaron nuestros represores vernáculos que gustan de gritar “viva la patria” no es un “producto nacional”, es imposible que podamos estamparle “Made in Argentine” sin violar derechos de propiedad intelectual. Tampoco podemos atribuirle la defensa de los intereses de la patria, a menos que estemos hablando de la “patria financiera”, el grupo de poder extranjerizante que se enseñoreó en la dictadura militar argentina y transfirió su deuda de capital al Estado, es decir a todos nosotros, siempre con el pretexto de eliminar la “subversión”, extraño concepto que en la mentalidad militar de la época abarcaba tanto a los grupos guerrilleros como a los vecinos organizados para reclamar que pase mas seguido el camión de la basura, o a los estudiantes que reclamaban por el boleto estudiantil (como ocurrió en “La Noche de Los Lápices”, o a los religiosos que tenían la “mala idea” de seguir las enseñanzas de Jesús viviendo en comunión con los pobres como el padre Carlos Mujica.

Por todo esto no es de extrañar que los genocidas tengan sus acólitos en parte de la prensa, en algunos sectores religiosos que compraron el pretexto de la “defensa del civilización occidental y cristiana”, de algún sector de “doñas rosas” ávidas de aceptación social, pero sobre todo de un sector importante del poder político y económico que tiene mucho que agradecer a estos “muchachos” que liquidaron sus deudas, les sacaron de encima a la oposición política y acallaron las molestas demandas sociales del pobrerío, al menos durante un tiempo. Además, cuando éstas volvieron ya habían descendido cualitativamente de la “patria liberada” a la simple oportunidad de trabajo, y mas tarde, tras la fiesta menemista y delarruista, reducida a los planes sociales para llevar el pan a la mesa. Están sin dudas muy agradecidos, es que por mucho, mucho tiempo... “la casa estuvo en orden”.
 

Por Diego Cazorla Artieda

 

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