Arg - El juicio mutilado

Febres
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Muerte dudosa y el último gesto de Febres


El prefecto Héctor Febres murió cuatro días antes de que se conociera
el veredicto del Tribunal Oral 5 que lo juzgaba por la participación
en cuatro casos de privación ilegal de la libertad y tormentos durante
su actuación en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) en la
pasada dictadura. El Espacio Justicia Ya tiene serias dudas de se haya
tratado de una muerte natural y reclama una investigación sobre esa
muerte (la propia familia de Febres parece dudar). Adriana Calvo
explicó a lavaca las razones de sus sospechas. Además, y para entender
la magnitud de lo que se juzgaba, se reproduce la crónica "Febres era
el que más torturaba", correspondiente a la audiencia judicial donde
declararon sus víctimas, en esta oportunidad corregida y ampliada de
acuerdo a la textualidad de las desgrabaciones judiciales. El misterio
de un gesto de Febres.
"Dudamos de la muerte natural de Héctor Febres, porque se lo veía
absolutamente sano, rozagante. Faltaban sólo cuatro días para la
sentencia, y no hay que olvidarse que Febres fue el que siempre dijo:
´Por qué me juzgan a mí solo´. El viernes hubiera sido el momento de
las últimas palabras frente al Tribunal y hubiera podido decir algo,
no descartábamos la posibilidad de que dijera qué familias tienen en
su poder a hijos de desaparecidos, una información que él manejaba",
subraya Adriana Calvo, integrante de la Asociación Ex Detenidos
Desaparecidos y el Espacio Justicia Ya, uno de los organismos que
actuaba como querellante en el juicio que se le estaba siguiendo al
prefecto por privación ilegítima de la libertad y tormentos a cuatro
militantes políticos secuestrados en la Escuela Superior de Mecánica
de la Armada (ESMA), durante la última dictadura militar. Tanto la
fiscalía como las querellas habían solicitado una condena de 25 años
de prisión. Pero su muerte, interrumpe automáticamente el proceso
judicial y no será posible.


Quizás sea interesante recordar algo publicado por lavaca en la
crónica sobre los alegatos, titulada El juicio juzgado. Allí se narra
la acusación de la fiscal Mirna Goransky. En la crónica publicamos
textualmente el siguiente párrafo:




    * "Febres se llevaba a los bebés y, sin embargo, nunca reveló a
quiénes les entregaron a esos chicos. Él sabe donde están y podría
ayudar a aliviar tanto dolor", afirmó Goransky y, ante la sorpresa de
todos, el imputado asintió con su cabeza, en el único gesto elocuente
que se permitió en las dos jornadas.



¿Fue un acto reflejo, o un mensaje? En todo caso, fue lo últim que se
le vio hacer públcamente. Ante los fantasmas de la muerte de Febres,
toda pista, todo símbolo, pasa a un lugar de posible relevancia.




Lo que hacía


En verdad, El Gordo Daniel o Selva ­como le decían por tener la
ferocidad de todos los animales juntos- estaba procesado por más de
300 desapariciones. Mientras revistió en la ESMA como enlace entre la
Prefectura Naval y la Armada participó de operativos de secuestro,
aplicó la picana eléctrica entre otros tormentos, tenía a su cargo a
los desparecidos que eran reducidos a la servidumbre y era el
responsable de los bebés que nacían en la maternidad clandestina que
se había montado en ese centro de detención que se convirtió en el
paradigma del terrorismo de Estado.



Hasta la familia de Febres duda



"La jueza caratuló la causa como muerte dudosa, dictó el secreto de
sumario, tomó una enorme cantidad de declaraciones y ha aceptado a
nuestra asociación como querellante. Por alguna razón dictó el secreto
de sumario. Nosotros pedimos peritos de parte para investigar qué
pasó. Y la familia también duda de que se haya tratado de muerte
natural: por algo pidió la autopsia y puso sus propios peritos.
Nosotros queremos saber quién le llevó la cena, quién comió, quién
encontró el cadáver, quién era responsable. Si fue un asesinato, a uno
se le pone la piel de gallina. No cabe otra que vincularlo con la
desaparición de Julio López. Tampoco puede dejarse de relacionar con
el día en que ocurrió, el mismo en que asume Cristina Kirchner como
presidenta. Sería una muestra de lo que son capaces de hacer, ya no
sólo desaparecen a un testigo sino que llegan a matar a la propia
tropa", se explaya Calvo.


El sentimiento de Adriana coincide con el de los querellantes y
testigos que declararon a lo largo del juicio: una profunda impotencia
y una sensación de que tanto esfuerzo no sirvió para nada, como dijo
en una conferencia de prensa Carlos Lordkipanidse, uno de las cuatro
víctimas por las que Febres era juzgado.




La "justicia" mutiladora de causas



"Aunque se haya tratado de una muerte natural ­advierte Calvo-, esto
es consecuencia de estar llevando las causas judiciales
desarticuladas, desmembradas, de muy a poquito. De esta manera no sólo
se pierde la magnitud del plan genocida, sino que sobre llovido
mojado: esta forma de juzgar trae aparejada tanta demora que los
represores se terminan muriendo. Y en particular la causa ESMA, que es
el paradigma del desguace".


Calvo responsabiliza al juez Sergio Torres, que tiene a su cargo la
investigación de la megacausa ESMA, de haberla hecho "picadillo". "Se
trata del campo de concentración con más pruebas y más represores
identificados de todo el país. (El juez español Baltasar) Garzón pidió
la extradición de 48 represores con la información que nosotros le
dimos. Sin embargo, acá se reabrió hace cuatro años y tres meses, y
recién llegó a juicio oral el prefecto Febres, y por sólo cuatro
casos. Es cierto que la Cámara de Casación ha demorado todo, pero
Torres separó por un lado la causa Walsh, por el otro la Santa Cruz
que a su vez está dividida en dos, otra por los robos a los bienes de
los desaparecidos, otra al enfermero Jeringa Barrionuevo en la que lo
acusa solo de tirarle un balde de agua fría a Víctor Basterra. No
contento con toda esta disección, la causa principal la separó también
por los años, una parte 76, otra 77 y otra 78, mientras que en la ESMA
nunca hubo un corte, los represores son los mismos y las víctimas
también", se indigna la integrante de Justicia Ya.



Política de impunidad



Para Calvo no caben dudas de que esta forma de juzgar se trata de una
política para diluir y dilatar los procesos: "Esto es generar
impunidad, y esta causas apuntan a lograrla: Febres se murió sin
condena, recluido en un local de la prefectura, cuidado por su pares y
en pleno Delta del Tigre, un lugar paradisíaco. Sus condiciones de
detención no eran las normales: ¿Qué preso bajaba a tomar el desayuno
a las 10:30 como hacía él?"


Calvo sustenta su opinión con los resultados de los procesos
judiciales que se están llevando adelante: "En los cuatro años que
pasaron desde que se reabrieron las causas ­narra- tuvimos tres
condenados y un muerto a punto de ser condenado. Vamos mal. Es cierto
que a los testigos no nos gusta ir a declarar una y otra vez, que eso
nos revictimiza, que nos molesta y nos duele. Pero el problema no es
ese, el problema es que si se pierde tanto tiempo juzgando a los
represores que más se destacaron, nunca vamos a llegar a juzgar a los
represores que aún se encuentran en actividad."



lavaca ha venido cubriendo prácticamente todo el juicio (el sector
"Archivo temático" comienza justamente con el juicio a la ESMA. Como
un modo de comprender la magnitud de lo hecho por personajes como
Febres, aquí reproducimos una de las crónicas publicada el 23 de
octubre, corregida y ampliada de acuerdo a la textualidad de las
desgrabaciones judiciales. Este es el texto.




"Febres era el que más torturaba"



La Fiscalía y las querellas pidieron que se amplíen los cargos contra
Héctor Febres, primer represor de la ESMA que es sometido a juicio
desde que se reabrieron las causas por las violaciones a los derechos
humanos. Cuatro de sus víctimas describieron cómo los torturaron y los
sometieron a trabajo esclavo (falsificar documentos para los militares
y trabajar para la imprenta del diario Convicción, por ejemplo). Lo
responsabilizaron por las embarazadas que llegaban al lugar y
relataron cómo el prefecto se encargó del traslado de los secuestrados
a la isla El Silencio, en Tigre, cuando la Comisión Interamericana por
los Derechos Humanos visitó la Argentina. De cómo el "Gordo Daniel" se
transformó en el "Gordo Cagueta".



Después de escuchar los testimonios de las cuatro víctimas que
declararon en la segunda jornada del juicio oral y público contra
Héctor Febres -el primer represor juzgado por su actuación en la ESMA,
después del Juicio a las Juntas-, tanto la querella como la fiscalía
solicitaron la ampliación de los delitos por los que se juzga al
imputado. El fiscal Jorge Taiana pidió que se le incorpore el cargo de
privación ilegítima de la libertad, agravada por la duración en el
tiempo del cautiverio y por encuadrarse los hechos dentro de la figura
de persecución política . La querella, a su vez, exigió que al Gordo
Daniel ­como se lo conocía en el campo clandestino- también se lo
juzgue por reducción a la servidumbre, ya que los testigos relataron
con pormenores cómo fueron sometidos para realizar trabajo esclavo.




¿Qué es tortura?



En la segunda jornada del juicio a Febres, la sala de audiencias de
los tribunales de Comodoro Py fue invadida por un silencio
estremecedor. Los relatos de las víctimas de Febres fueron
interrumpidos en varias oportunidades cuando se notaba que estaban al
límite de su propia emoción. De manera recurrente, el juez Guillermo
Gordo ofreció a los testigos la asistencia de una psicóloga, presente
en el recinto, y llamó a cuarto intermedio cada vez que las lágrimas
amenazaron el relato de los ex detenidos-desaparecidos.
"En la ESMA éramos miles. Ahí tomé conciencia de que se trataba de un
genocidio", declaró Carlos Lordkipanidse cuando se le quebró la voz.
El Sueco ­como le dicen- brindó un pormenorizado relato de su
cautiverio y del funcionamiento del campo de detención clandestina más
emblemático de la dictadura. Su sensibilidad afloró cuando contó que
le fue encomendada por Febres la tarea de realizar tres copias de
microfilms que contenían las fichas de todos los secuestrados que
habían pasado por la Escuela Superior de Mecánica de la Armada. "Por
eso puedo decir que eran cerca de cinco mil. En un momento, cuando
pasaban esas fotos, no aguanté y me puse a llorar". Allí, agregó, pudo
ver las fotos de los detenidos, datos de militancia y el destino
final: "Algunos, la mayoría, estaban marcados con una letra D; otros,
la minoría, con la L y muchos con la sigla MC. Deduje que la D era de
deceso o desaparecido, la L de liberado y MC, muerto en combate".





- ¿Cuántas veces fue torturado? ­ quiso saber la Fiscalía en otro
tramo de su declaración.

- Hay que definir bien qué es tortura. A mi me torturaron dos años y
medio, desde que me detuvieron hasta que me fugué a Brasil­ contestó
fastidiado.


- ¿Quién lo torturó?


- Hay que definir bien qué es un torturador. No fue una persona,
fueron todos los que estaban en la ESMA, desde los cadetes hasta los
suboficiales y oficiales de mayor jerarquía.


El juez Gordo aclaró que la pregunta iba dirigida a cuántas veces fue
sometido a la picana eléctrica. Contestó el testigo:


- Creo que se está subestimando lo que es la tortura, a la que fui
sometido durante los dos años y medio que viví en condiciones
infrahumanas.



Lo que enojaba a Astiz



Lordkipanidse fue secuestrado el 11 de noviembre de 1978 por personal
que se identificó como de Toxicomanía de la Policía Federal. "Me
metieron en un Peugeot 504. Al único que reconocí de ese grupo fue a
Pellón, que me apuntó con una Itaka en la frente. Lamentablemente ya
falleció y no podrá ser juzgado", declaró el testigo que aquel día fue
llevado a la ESMA, donde un rato antes habían arribado su mujer,
Liliana Pellegrino, y su hijo de 20 días. Cuando llegó, esposado y
encapuchado, reconoció los gritos de su mujer y de su hijo, que
estaban siendo sometidos a tormentos. "En ese momento me hice conocer
a los gritos para que supiera que yo ya estaba ahí, por si la estaban
torturando por mí. En ese momento el imputado, Febres, me hace un
tacle, me saca la capucha y me rompe la cara a trompadas: `Callate,
monto hijo de puta`, me decía pero yo seguí gritando", recordó
Lorkipanidse que en otro momento de su declaración subrayó: "Las
piezas dentales que me faltan no es por falta de cuidado personal,
sino por la golpiza que me dio Febres cuando me recibió".



El testigo señaló que lo secuestraron por ser el último sobreviviente
del Grupo Especial de Combate de la Organización Montoneros. Enseguida
recordó que el primero en aplicarle la picana eléctrica fue Alfredo
Astiz y que lo hacía con especial saña para sacarse la bronca que le
generaban las cargadas de Jorge Perrén, otro represor. "Todo el tiempo
lo gastaba y le decía: `Te los saqué yo.` Parece que el encargado de
mi secuestro era Astiz, pero se confundió y se llevó a mi primo
Cristian Colombo creyendo que era yo", explicó el testigo.




Mientras le aplicaban descargas eléctricas, a Lorkipanidse le
preguntaban por nombres, apodos y direcciones. Como se negaba a
darlos, en un momento llegó el prefecto Juan Antonio Azic con su hijo
agarrado de los pies mientras gritaba: "Colaborá porque si no le
reviento la cabeza contra la pared". Como el detenido seguía sin
brindar información, colocaron al niño de 20 días sobre su abdomen
mientras lo sometían con la picana.


Lordkipanidse relató que en la ESMA dejó de llamarse Carlos para
convertirse en el 255. Fue alojado en el sector denominado Capucha, en
el tercer piso, al que describió con lujo de detalles mientras
señalaba la maqueta que reposaba en el centro de la sala y cuya imagen
era proyectada sobre la pantalla gigante que pendía a espaldas de los
jueces.



"Ponete linda que tenemos que salir"



Cada tanto, el Sueco volvía a ser conducido al sótano para sufrir
nuevas sesiones de picana, a veces manipulada directamente por Febres:
"No siempre lo hacían para averiguar datos sobre mi militancia
política. Una vez fui sometido a tortura para que cantara dónde había
dejado estacionado el Fiat 600 de la empresa en que trabajaba, porque
ellos se habían quedado con las llaves."


Como era fotocromista, a Lordkipanidse le pidieron que falsificara un
pasaporte uruguayo. Se negó una y otra vez hasta que otro detenido le
dijo que esos documentos no iban a ser utilizados para secuestrar a
otros compañeros sino para "hacer negocios, para venderlos". "Cuando
empiezo a trabajar, unos compañeros me ponen al tanto de cierto plan
de resistencia que consistía en inventar trabajos para tratar de
salvar a otros compañeros". El testigo ejemplificó cómo rompían
máquinas de escribir para que un secuestrado que sabía repararlas
fuera llevado al sector de trabajo forzoso. "En un momento ­prosiguió
el testigo- Febres reemplazó a Raúl Scheller en el Sector 4 y cuando
se presentó me dijo: `Acá, en este lugar, yo soy el torturador`".




Cuando Liliana Pellegrino salió en libertad, contó Lorknipanidse- era
obligada a realizar periódicas llamadas telefónicas a la ESMA para
reportarse. "Febres también la llamaba y le decía: ´Hoy ponete linda
que tenemos que salir. Y se la llevaba para darse corte de que andaba
con una mujer joven y linda. Los detalles más escabrosos no los voy a
contar", advirtió.




Viaje a El Silencio




Lordkipanidse remarcó que Febres, por ser de la Prefectura, reforzaba
su maldad para ganarse el respeto de los marinos. Pero, señaló el
testigo, su figura comenzó a apagarse en 1979, cuando se negó a formar
parte de una acción en el exterior: "Habían jugado un partido entre
Argentina y Holanda, en Amsterdam, y en las tribunas había aparecido
una bandera que preguntaba por el destino de los desaparecidos. Como
la Selección iba a jugar otro partido en Austria, le encomendaron que
viajara para evitar que vuelvan a colgar la bandera. El prefecto se
negó, decía que mandaran a los que no tenía hijos, que él tenía una
familia y que allá no iba a estar cubierto como acá. Desde entonces,
su figura cayó en desgracia y en vez de Daniel o Selva comenzaron a
llamarlo El Gordo Cagueta".



El testigo también señaló a Febres como responsable del traslado de
tres decenas de detenidos en la ESMA a la isla El Silencio, en el
Tigre, mientras la Comisión Interamericana por los Derechos Humanos
visitaba la Argentina para indagar sobre la desaparición forzada de
personas. "Febres supervisaba todo, por eso lo responsabilizo de lo
sucedido con el Topo Sáenz, el único de todos los secuestrados que
estaban en Capucha que no llegó a El Silencio. Nunca se supo más nada
de él. Febres debe dar explicaciones".


Lordknipanidse también mencionó a Febres como integrante del grupo que
decidía qué detenidos iban a ser trasladados, eufemismo que
significaba que iban a ser dopados mediante una inyección y arrojados
vivos al mar desde aviones en vuelo. El testigo subrayó que en cuatro
oportunidades su destino fue debatido en ese grupo que integraban
miembros de las distintas áreas de la ESMA.


Otro de los testigos que, con voz pausada pero firme, desgranó paso a
paso su tránsito por la ESMA fue Carlos Alberto García, otro de los
querellantes contra Febres, a quien acusó de haber participado del
grupo que lo capturó el 21 de octubre de 1977. "Vos te vas a llamar
028", contó la víctima que le dijeron cuando arribó a su lugar de
detención. Detalló cómo le aplicaron la técnica de tortura conocida
como "submarino", al sumergirle la cabeza en agua y cómo lo
picanearon. "Me torturaban todos, el que empezaba siempre era uno que
le decían 220, de apellido Weber. Y Selva, Febres, era el que más
torturaba", dijo convencido y agregó: "Los verdes, los que estudiaban
en la Escuela, todos muy jovencitos, directamente me usaban de
cenicero y me quemaban con cigarrillos".




Las inyecciones, la monja, y el "chico rubio"



García señaló que aunque estaba encapuchado podía ver, porque cuando
lo torturaban "saltaba por el aire" y su capucha se desplazaba. El
testigo hablaba con la vista hacia abajo, como si no quisiera perder
concentración en el hilo del relato y siempre con sus palmas apoyadas
en el escritorio que tenía delante. Recordó que lo hacían trabajar con
esposas y grilletes en el subsuelo del lugar, construyendo un espacio
llamado la huevera, por estar aislado con cartones de huevos. "Ahí
había tres salas de tortura. Era un infierno, todo el tiempo
escuchábamos los gritos de nuestros compañeros, era como si nos
estuvieran torturando todo el tiempo", graficó.



García relató que en un momento, mientras lo obligaban a trabajar,
pudo ingresar al laboratorio de la ESMA y vio a una de las monjas
francesas desaparecidas junto al grupo conocido como Santa Cruz.
"Estaba destruida ­recordó- y me preguntaba si sabía cómo estaba el
chico rubio (en referencia a Astiz, el represor que se infiltró entre
ellas hasta hacerlas desaparecer)".


El testigo relató cómo inyectaban a los detenidos y los subían a
camiones para ser "trasladados". También contó que veía entrar y salir
continuamente a Febres, Scheller y 220 de las salas de torturas. Con
el apodo de 220 se conocía al comisario Ernesto Weber, padre del
comisario homónimo acusado de disparar en Plaza de Mayo contra los
manifestantes del 19 y 20 de diciembre de 2001. Justamente, mientras
la víctima nombraba a Weber, entre el público que presenciaba la
audiencia comenzó a correr un rumor que se pudo confirmar en el primer
cuarto intermedio: el juez Claudio Bonadío acababa de dictar el
procesamiento de Fernando de la Rúa y de tres policías por los
asesinatos ocurridos en las inmediaciones de la Plaza de Mayo durante
aquellas jornadas.


Mientras lo llevaban y lo traían para que realice el trabajo forzado,
García iba descubriendo el funcionamiento de la ESMA. Un día, contó,
se cruzó con una madre que acaba de parir. "Qué lindo bebé, le dije, y
ella me lo dio para que lo tenga a upa unos segundos. Con el tiempo me
enteré que ese bebé era Juan Cabandié (uno de los últimos nietos
recuperados por las Abuelas de Plaza de Mayo y legislador porteño
electo por el Frente para la Victoria)".




Facturas falsas y el diario de Massera



García explicó que después lo destinaron en la imprenta, donde lo
obligaban a confeccionar facturas de hotelería falsas para que los
marinos pudieran pasar viáticos extras y hacerse de dinero fácil. La
víctima también recordó que lo obligaron a presenciar el saqueo de dos
imprentas del norte de la provincia de Buenos Aires, en un operativo
que estuvo a cargo de Febres. El episodio es coincidente con la
aparición del diario Convicción, que tenía como objetivo convertirse
en la tribuna del dictador Emilio Eduardo Massera, que hacía públicas
a través de esas páginas sus aspiraciones a convertirse en presidente
de la Argentina.


"Nos llevan a trabajar a Apus gráfica, donde se imprimía Convicción.
Febres es el que nos presenta a los gerentes de la empresa. Todos los
días nos llevaban desde la ESMA hasta allí. Éramos mano de obra
esclava", definió García que en un momento introdujo su mano en su
saco y exhibió la credencial que le habían dado en esa empresa y un
certificado de trabajo que le habían extendido. "En Apus Gráfica
también trabajaba gente normal -explicitó para contraponer con su
propia situación- que no sabía nada. Qué le íbamos a decir".
La jornada laboral de García no terminaba en Apus Gráfica, continuaba
hasta la madrugada en la imprenta del edificio Libertad, donde lo
obligaban a falsificar Documentos de Identidad, Cédulas, Registros de
Automotor y Pasaportes, entre otros documentos. Recién entonces, lo
llevaban de regreso a la ESMA.



Lo que contó Josefa



García responsabilizó a Febres del traslado desde Uruguay de un
matrimonio secuestrado que fue alojado en la ESMA.


- ¿Qué funciones vio cumplir a Febres en la ESMA ­insistió uno de los
abogados querellantes.


- Torturaba, se encargaba de las embarazadas y los bebés y hacía
inteligencia. También daba órdenes ­ sintetizó García.



En un momento, le concedieron a García el régimen de libertad
vigilada. Debía llamar a la ESMA y presentarse cuando se lo ordenaban.
Quiso casarse con Myriam Lewin, a quién había conocido dentro de la
ESMA. "Tuvimos que pedir permiso para hacerlo. No éramos dueños de
nuestra vida", subrayó.


Alfredo Margali, otro de los querellantes, relató de manera casi
idéntica a la de García como los forzaron a realizar tareas en Apus
Gráfica. La que no pudo construir un relato pormenorizado fue la
cuarta víctima, Josefa Prada de Olivieri. "Mi compromiso con la
memoria duró hasta el Juicio a los ex comandantes, me parece muy
extraño todo esto a 30 años de distancia", explicó visiblemente
nerviosa no bien comenzó su declaración. Prada de Olivieri había sido
llevada a la ESMA junto a su pareja. A la testigo le exhibieron una
foto de Febres para ver si podía identificarlo entre sus agresores,
pero no pudo hacerlo. Lo que la víctima no puede olvidar, treinta años
después, es que fue violada en el centro clandestino de detención
mientras estaba embarazada de cuatro meses.

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This page contains a single entry by Marga Lacabe published on 31 de Diciembre 2007 10:02 PM.

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