III. Muertes

Informe Conadep Córdoba - 2° Edición, Septiembre de 1999

 


1) La muerte como resultado de la tortura


No siempre fue un resultado perseguido. Al contrario, la presencia y «control» médico, para evitar una muerte prematura, parecía ser la norma en los centros ilegales de detención, como servía para prolongar el sufrimiento de la víctimas. Pero el desborde produjo en algunos casos anticipadamente y, en otros, por simple inercia, la muerte del torturado. 



Raúl Mateo Molina -M.41 (*) 

Fue presidente del Centro de Estudiantes de Arquitectura de la Universidad Nacional de Córdoba. Su secuestro se produjo el día 5 de octubre de 1976, aproximadamente a las 20.00, en la esquina de 27 de abril y Marcelo T. de Alvear. Con referencia a este caso, un testigo que declaró ante ésta Delegación, R.F.D.S. dice: 

«...Que con referencia a los civiles que se desempeñaban, prestaban tareas o colaboraban en la Perla, manifiesta que eran los siguientes: Jorge Romero (a) «Palito», muy delgado, cabellera abundante, cutis blanco, de mas o menos un metro setenta y cinco, fumador y bebedor. Es responsable de la muerte de Raúl Molina, a quién aplica una trompada y lo hace caer, golpeando la cabeza contra algo duro, lo que provoca una fractura de cráneo, todo mientras Romero le estaba confeccionando la «Previa». Que el dicente es llevado para revisar a Molina, el que recuerda estaba tirado en el suelo, cerca de una mesa, pero nada pudo hacer por cuanto ya estaba muerto. Romero, mientras, se soplaba los nudillos de su puño derecho y sonriendo decía «no tení mano barón»...» 



G.A.E.C. -C.12 (*) 

Confirma este homicidio en los siguientes términos: 

«...En una oficina de la Perla, antes de ser torturado Molina, el agente civil Romero le dio una trompada, Molina cayó y pegó la cabeza sobre un escritorio, ocasionándole la muerte en el acto. Que este hecho no lo presenció el deponente sino el detenido P..., que es un estudiante de arquitectura y fue llevado a reconocer el cadáver, manifestando que se trataba del presidente del Centro de Estudiantes...» 



Daniel Oscar Sonzini Whitton -S.40 (*) 

Secuestrado en la vía pública el 12 de agosto de 1976 a las 18.30 en la intersección de Deán Funes y Neuquén, en esta ciudad, cuando se encontraba en la parada de un colectivo. Era un joven estudiante de física nuclear, en el Instituto de Matemáticas, Astronomía y Física (IMAF) de la Universidad Nacional de Córdoba. El testigo R.F.D.S. recuerda que: 

«...Con referencia a José López (a) «Chumbi», se trataba de un individuo de contextura física robusta, de 1.85 metros de altura (...) El mismo López le manifiesta al dicente también, que mediante un golpe en la cabeza, con un palo, había matado a Sonzini...»



José René Moukarzel 

El día 15 de julio de 1976 ingresa en la morgue judicial -legajo Nº 730-, actuando como forense el doctor Tavip. En el libro de registro se asienta que había fallecido en la cárcel Penitenciaria por insuficiencia cardio-respiratoria, estando a cargo de las actuaciones el Juzgado Militar Nº73. 

«...El 14 de julio pudo ver desde la ventana de la celda como era estaqueado en el patio de la cárcel, el detenido René Moukarzel, a quién se le arroja agua fría y se le propina continuos golpes. Moukarzel también murió (...)En dicha muerte tuvo una participación activa el teniente Alsina...» 

Se trata de un testimonio de un detenido, J.M.N. -Nº9- (*); pero ese tormento inaudito que le mencionado militar impuso al doctor Moukarzel, de profesión médico, oriundo de Santiago del Estero y que se encontraba detenido a disposición de la Justicia Federal, resulta aún más estremecedor, cuando nos enteramos que ese castigo se le impuso por haber recibido un pequeño paquete de sal de un preso común. Por eso fue estaqueado, desnudo, en el patio interno del penal, alrededor del mediodía a la vista de más de un centenar de testigos (reclusos, guardias) y cuando fue retirado, cerca de la medianoche, con temperaturas bajo cero, agonizaba y fue trasladado a la enfermería de la cárcel donde falleció inmediatamente. El médico de guardia, doctor Víctor Ricardo Pacheco, se negó terminantemente a suscribir el certificado de defunción, pese a los requerimientos, francamente coercitivos, de los militares implicados, puesto que era preciso practicar una autopsia correspondiente. Ante ello Alsina y sus secuaces decidieron llevarse el cadáver al Hospital Militar, donde dijeron, «le iban a arreglar el problema». Sobre éste crimen no existieron actuaciones judiciales hasta siete años después de sucedido, en que un detenido F. R., efectúa la denuncia por apremios ilegales a que fue sometido en la Cárcel Penitenciaria, que lo dejaron hemipléjico durante más de un año y las muertes que se producen en ese cárcel entre abril y septiembre de 1976. Cuando toma intervención el Juzgado Federal Nº1 de esta ciudad y posteriormente el 14 de julio de 1983, promueve independientemente acción penal el Fiscal Provincial de séptimo turno doctor Eduardo A. Tagle, recién entonces el Juez de Instrucción Militar coronel Timoteo Gordillo solicita dichas actuaciones y pretende arrogarse competencia para entender en el caso. En mérito de los numerosos testimonios coincidentes aportados a la justicia y la Prueba Documental, el señor Juez federal, doctor Miguel A. Rodriguez Villafañe, ordenó la inmediata detención del actual capitán Gustavo Alsina, que no se efectivizó. Posteriormente se presenta ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas que, aunque dispone su procesamiento, procede a dejarlo en libertad. 


El ex-gendarme Andrés Avelino Yrrazabal, que prestara declaraciones ante esta Delegación y posteriormente las ratificara ante la Justicia federal, refiere que: 

«...El mencionado Ludueña solicitaba la presencia de los detenidos en una oficina, ubicada al lado de la sala de guardia. En una oportunidad el cabo de guardia nos ordenó a mí y a otros gendarmes que fuéramos a retirar un cuerpo humano sin vida y trasladarlo hacia otra dependencia (...) en efecto, era el cadáver de una persona, quizás de sexo masculino (...) cubierto por un lienzo...» 
Esto sucedía en el Campo de La Ribera, alrededor de enero de 1977. 



Luis Justino Honores -H.2- (*) 

Delegado obrero de la U.O.C.R.A, fue detenido el 3 de noviembre de 1976, en la vía pública y trasladado a la Perla. El testigo E.D.P.-P.32 refiere que: 

«Durante la mañana del 3 de noviembre el dicente es sometido a la última sesión de torturas en las oficinas. Hacia mediodía fue conducido a la sala de tortura (...) donde había un hombre desnudo, atado a la cama, a quién estaban sometiendo a la tortura de la picana y al mismo tiempo lo golpeaban con gomas; el individuo llamado Luis manejaba la picana eléctrica y Hernández golpeaba con la goma. En ése momento le levantan la venda al que estaban torturando para que viese al declarante, que era arrastrado por dos personas, diciéndole: «esto es lo que te espera si no colaborás» El testigo supo posteriormente que se trataba del Luis Honores, de 39 años, delegado gremial en las obras en construcción de la usina de Pilar y que lo habían detenido en la inmediaciones del Hospital Privado. Continúa el testigo (...) el 17 de noviembre del mismo año, alrededor de las 14, murió el detenido Luis Justino Honores, después de una larga agonía, de tremendos dolores, siendo asistido por el dicente y por Alvarez. Producida su muerte llamaron a una médica que se desempeñaba como colaboradora, «Dora» quién constató el fallecimiento y dio informe a los responsables del lugar, luego de los cuál llegaron unos gendarmes, tiraron el cuerpo sobre una manta y se lo llevaron. Honores no había podido casi comer, ni orinar, estaba terriblemente hinchado, con quemaduras, tremendos dolores que obligaban a cambiarlo de posición cada momento; tampoco podía desplazarse y era llevado al baño entre varios detenidos...» A.M.M. -M.28- ratifica esta terrible muerte. Dijo: «...Que de su estada en la Perla, más o menos unos quince días, recuerda haber visto, además de las personas que ya mencionó, a Honores, al que llamaban el «El Negro», que estaba entre biombos y le ponían suero y lo torturaban permanentemente y que muere en la Perla, mientras el dicente estaba allí...»



César Roberto Soria -S.37- (*) 

Pocos días después del secuestro de Honores, el 11 de noviembre, se produce el secuestro de Soria, estudiante que es detenido junto con su esposa en un bar de la ciudad de Córdoba, en las primeras horas del la noche. Ambos son trasladados a la Perla. La esposa posteriormente liberada, declaró: 

«...Lo escuchaba quejarse permanentemente y pedir agua...La citada A.M.M., también fue testigo de este drama, dijo al respecto: Soria estaba todo hinchado, lleno de manchas, no podía orinar, no podía comer pues vomitaba enseguida y se quejaba permanentemente (...) que había sufrido torturas con la picana eléctrica y golpes simultáneos, la que se había aplicado a muchos presos...» También E.P. recuerda que: «...el lunes 22 de noviembre en horas del mediodía somos trasladados A.M-M., Soria y el dicente, en baúles de automóviles, hasta la prisión militar del Campo de la Ribera, donde había varias decenas de detenidos, varones y mujeres. El martes, Soria ya no podía caminar, preso de grandes dolores, con las piernas muy hinchadas al punto que no podía colocarse los zapatos (...) reclama auxilio, ante lo cuál el dicente recurre a una persona detenida de nombre Raúl Acosta, médico (...) quién diagnostica edema renal y recomienda a los responsables del campo el traslado a un hospital. Dos días después, Acosta le dice que Soria había muerto en el Hospital Militar...» 

Si dramático fue el desenlace de las torturas de Soria, la documentación obtenida sobre las circunstancias de su deceso resultan más elocuentes por sus contradicciones en si mismas y con los hechos. En el legajo de Cesar Roberto Soria de la Morgue Judicial, consta lo siguiente:

1) Una nota elevada al Jefe de la Policía que dice: «Córdoba 25 de noviembre de 1976 -12194- Objeto: elevar informe médico Nº 12194. Al señor Jefe de la Policía.

a. Elevo al señor Jefe el informe correspondiente al examen practicado con relación al hecho detallado a continuación: Hecho: Homicidio -Víctima: N.N. (Soria) Lugar: Hospital Militar- Fecha: 25-XI-76- 04,30 hs. Seccional: Jefatura de Policía

b. Examinado externamente en la Morgue Judicial, se constatan las siguientes lesiones: mancha equimótica en abdomen, mancha equimótica en 1/3 inferior de hemitorax izquierdo cara anterior. Escoriación en placa cicatrizada en cara dorsal del pene. Escoriación cicatrizada en rodilla izquierda. Equimosis en pierna derecha cara anterior. Esquimosis en borde externo del pie izquierdo. Pérdida de sustancia en talón izquierdo cara posterior. Sexo masculino, de alrededor de 23 años de edad y de 1.85 de talla. 

2) Signos y fenómenos cadavéricos: manchas hipostáticas en región dorsal, rigidez cadavérica instalándose, temperatura corporal disminuida. 

3) Data de su muerte: entre las 3 y 5 horas.

4) Causa de la muerte: se desconoce.

5) Es cuanto tengo que informar al señor Jefe.

Hay una firma Santiago Alvaro Seery -Médico de Guardia - Of.Ayte» Hay otra firma y sello ilegible. 

En el certificado de defunción que se expide, firmado por el doctor Juan Buschiazzo y certificada su copia por el doctor Héctor Alfredo Cámara, en el rubro causa de muerte, se pone: «se desconoce». Sin embargo en un radiograma se expresa que: «Jujuy 33599 -071900-12-76. OPC Cba. Ruíz jefe OPC Jujuy. CPAJ 370. Su nota 1.733 fecha 30-11-76, referente identificación cadáver N.N. abatido por fuerzas del Ejército día 25-11-76, ésa corresponde a César Roberto Soria; hijo Miguel Ángel Soria y Elvira Nelly Bollino, nacido provincia de Salta -capital 12-2-53. Casado -Estudiante- S/C Alcina 245 San Pedro Jujuy 1,85 estatura. Vía postal se remite expte. diligenciado con fichas dactiloscópicas del mismo. jal 080845 Mendoza -3205» Hay sellos. 

El día 13 de diciembre se eleva la siguiente nota:

«Córdoba, 13 de diciembre de 1976. Objeto: Remitir certificado de defunción correspondiente al cadáver de César Roberto Soria que fuera abatido el día 25 de noviembre ppdo. y cuya identificación fuera efectuada por la policía de Jujuy. 2. El certificado en cuestión no especifica la causa del deceso en razón de que las heridas que presenta el cuerpo no son de magnitud para ello. Sugiriéndose que para este caso y otros similares se dé participación al encargado de la morgue a fin de que se practique la correspondiente autopsia, teniendo en cuenta que el Registro Civil pone dificultades para la inhumación de los cadáveres en estas condiciones. s. r. c. Hay una firma -inspector mayor Aldo Félix Olmedo Jefe Departamento judicial -D.5» hay sellos.

En otra nota se expresa:

«Ejército Argentino C.E.D.J. Exp. LV.. Al señor director del Cuerpo Médico Forense (morgue judicial). En mi carácter de juez de Instrucción Militar de turno solicito del señor director quiera tener a bien ordenar se designe a un médico forense, realice la autopsia del cadáver del extinto César Roberto Soria (fallecido el 25-XI-76) y expida el nuevo certificado de defunción. Sin otro particular saludo a Ud. muy atte. Daniel Francisco Figueroa -Tcnl. - Juez de Instrucción Militar de turno». 




2) Muertos en enfrentamientos


Entre los sistemas utilizados en la ejecución de los detenidos, se usó frecuentemente el de fraguar encuentros inexistentes a los efectos de justificar lo que en realidad no era más que una ejecución sin juicio. 

Los testimonios y denuncias que damos a conocer son exponentes de ésta metodología. 


El día 5 de julio de 1976, según denuncia de la señora Tobares Vda. de Ghisolfi, su esposo es muerto en las siguientes circunstancias: 

«...Su esposo, Héctor Hugo Ghisolfi, de 45 años, regresa a su hogar, sito en la calle Francisco Valle Nº 3129 del barrio Los Paraísos, Córdoba; mientras conducía su automóvil y encontrándose a una cuadra y media de su hogar, en la esquina de Góngora y Francisco Valle, es atacado por una Patrulla Militar que estaba recorriendo esa zona de la ciudad, con armas de fuego. En esas circunstancias es herido de muerte. Eran aproximadamente las 20 y 40. la dicente desde su casa oyó los disparos, siendo luego interiorizada por los vecinos de que el automóvil de su marido había sido baleado por personal militar. La dicente se dirige al lugar del hecho, donde pudo constatar que, efectivamente se trataba del automóvil de su esposo (...) Un cuñado de la dicente comienza una investigación, busca información. En la Seccional novena de la Policía se le aconseja que se dirija al tercer Cuerpo de Ejército. Es en esa dependencia donde un oficial le informa que su hermano Héctor Hugo, ha fallecido a consecuencia de heridas de bala recibidas como consecuencia de no haber detenido su vehículo cuando le dieron la orden de detención (...) Allí mismo se le da una orden para que pueda retirar a su hermano de la morgue del Hospital Córdoba. El cadáver presentaba varios impactos de bala en el rostro y la frente». El día 6 de julio de 1976 en el libro de registro de la Morgue Judicial (fs.253) se asienta el ingreso del cadáver de : Héctor Hugo Ghisolfi muerto en la Ciudad Universitaria a las 3 y como consecuencia de un enfrentamiento con el comando de las Fuerzas Armadas, interviniendo el juez Militar Nº 70 y como forense el doctor Héctor Alfredo Cámara. En el mismo folio se registran los nombres de Luis Eduardo Torres, Olga Yolanda Mamani de Torres y Manuel José Campos. El acta de defunción Nº 1118, tomo 2 serie «A» del año 76, declara que el día 6 de julio de 1976 a las 3, en la Ciudad Universitaria, seccional 4ª falleció Héctor Hugo Ghisolfi de 44 años. El comunicado del III Cuerpo de Ejército, hecho público el día 7-7-76 da como abatidos en la Ciudad Universitaria a Luis Eduardo Torres, Olga Yolanda Mamani de Torres y Manuel José Campos, no mencionando en absoluto a Héctor Hugo Ghisolfi, como la cuarta víctima. 



Alicia Landaburu y Hugo Osvaldo López -(L.21)- 

Del testimonio sobre la desaparición de Héctor Raúl Fernández (Leg. Nº F-4). Hecho ocurrido entre el 27 ó 28 de marzo de 1976 en Alta Córdoba, entre las 24.00 y las 0.30: 

«...Siendo las 0.30 aproximadamente, se hicieron presentes en el domicilio entre 10 y 15 personas aparentemente del Ejército; algunas penetraron por los techos y otras por adelante. En la casa se encontraban dos amigos, Hugo López y Alicia Landaburu (se aclara que el señor Héctor Raúl Fernández, de 55 años de edad, es secuestrado con su hijo Raúl Eduardo Fernández, leg. Nº F.5)». Sobre este mismo hecho, un testigo relata: «...Fui detenido en mi automóvil por una patrulla militar que tenía cerrada la cuadra. En esa oportunidad el personal militar actuante que se identificó como pertenecientes al Ejército, vestían uniforme verdeoliva y se movilizaban en vehículos del mismo, entre ellos un camión grande Mercedes, un camión Unimog y una camioneta Ford, todos verdeoliva, me hacen bajar de mi auto y ponerme contra la pared (...) Pude ver luego que llevaban a los empujones y patadas a cuatro personas, de las cuales puedo identificar a Raúl Fernández y a su padre, que conozco a dichas personas por vivir en este barrio. Que la casa donde se produjo el procedimiento está situada en la calle Jerónimo Luis de Cabrera 103 de barrio Alta Córdoba de esta Ciudad. Que a las cuatro personas las cargaron dos en cada camión y de inmediato partieron con rumbo desconocido...» 


El día 4-4-76, en el diario «La Nación», un comunicado del III Cuerpo de Ejército de fecha 3-4-76 dice: 

«...Asimismo se logró identificar a los delincuentes abatidos en las últimas 48 horas (...) Se trata de los siguientes: Elsa Alicia Landaburu, Hugo Osvaldo López...» Del testimonio de R.F.D. (D.23) se extrae lo siguiente con relación a este caso: «...es llevado a una de las oficinas, en una de las cuales se encontraba Alicia Landaburu, a quién conocía de la Maternidad Provincial y por ser compañera de estudios y Hugo Osvaldo López a quién conocía por las mismas razones y en esa oportunidad el citado Ferrero le manifiesta al dicente que si no colabora va a correr la misma suerte que estos dos que van a ser fusilados...» 


En el legajo de la Morgue Judicial que lleva el Nº 317, consta una nota de fecha 4-4-76 remitida la director del hospital San Roque donde se dispone la entrega del cadáver de Hugo Osvaldo López, firmada por el teniente coronel Benjamín Rivas Saravia, Jefe de Policía de la Provincia y el inspector general Antonio José Roselli, jefe a/c Jefatura Unidad Regional Córdoba, otra nota firmada por el hermano del mencionado López donde costa en rubro procedencia: Hospital Militar y en autopsia el día...mes... año doctor dice «Coll, no especificándose la fecha de la misma ni tampoco obra en el legajo el resultado de la autopsia. En el legajo de la Morgue Judicial que lleva el número 320, correspondiente a Elsa Alicia Landaburu, se menciona que fallece por heridas de bala debido a un tiroteo con FF.AA siendo entregado el cadáver por orden del teniente coronel Benjamín Rivas Saravia, jefe de la Policía de la Provincia. No obra en el mencionado legajo el resultado de la autopsia. 



Tomás Eduardo Gómez Prat -P.26 (*) 

Secuestrado el 24 de marzo de 1976 en la vía pública. En su testimonio la madre dice: 

«...Que el día 24 de marzo de 1976, siendo las 23.30 horas golpean fuertemente la puerta del domicilio de la dicente (...) Tiene oportunidad de ver que se trata del Ejército armado, uno de ellos al parecer el que comandaba, recibió de parte del otro el grado de capitán (..) Le dicen en determinado momento que su hijo Tomás Eduardo Gómez Prat por quién había preguntado al comienzo, lo habían detenido cerca del canal, en la tarde con papeles (...) El día siete de abril de 1976, a la noche, un señor alto en un auto blanco, que dice pertenecer a una empresa fúnebre que quedaba en ese momento frente a la Morgue Judicial San Roque, sobre la calle San Jerónimo, le comunica que la persona que estaban buscando, podía ser uno de los muertos que habían ingresado a la morgue ése día. Parten con esa persona, llevando la foto de su hijo (...) Deben esperar en la funeraria (...) Al quedarse sola en determinado momento, ingresa otra persona que tirando la foto le dice que el muerto era su hijo, le agrega también, en un tono tanto burlón: igualita que en la foto, salvo que le han crecido un poco los bigotes...» 

El testimonio de E. F. expresa, sobre el mismo caso: «...me detuvieron el 25 de marzo de 1976 alas 17.30 horas, frente al Club Deportivo central Córdoba (...) Que también recuerda que antes de marzo, puede ser el día 28, llega al lugar un prisionero llamado Tomás Gómez Prat (...) Una noche el interrogatorio de Gómez Prat es de tremenda brutalidad (...) Con él se hace una excepción y es torturado durante todo el día siguiente, cuando normalmente paraban con la claridad del día. Sigue durante la noche, donde se queja, pide ropa porque se la han destrozado, el petizo que me llevó al submarino, dice. le contestan que pronto va a sentir el frío de la muerte, pero que no se haga ilusiones, porque no va a ser tan rápido, porque antes se lo van a entregar a Heredia. Oí entre los guardias que a Tomás no le quedaba un hueso sano...» 

El acta labrada con fecha 3-5-84 por la CONADEP, en el Cuartel del Escuadrón de Caballería Aerotransportada 4 (La Perla) dice: «...En este estado el señor procede a efectuar un reconocimiento in situ del lugar (...) Por último, en éste recinto se dirige a la última ventana del costado derecho y señala el lugar en que estuvo al lado de Tomás Gómez Prat...» 



María Eugenia Irazusta Maffrand -F.15 (*) 

Del testimonio de Raúl Ángel Ferreyra, detenido el 22 de abril de 1976, resulta que: 

«...A la segunda noche de su cautiverio, ingresó una persona de sexo femenino de nombre Eugenia o maría Eugenia Irazusta, que por el diálogo escuchado había sido detenida en Carlos Paz o en un paraje cercano, a la que se interrogaba acerca de actividades subversivas, que tuviera conocimiento, o a la que estuvieran ligadas sus amistades y su novio. Esta persona que negó permanentemente su conocimiento sobre éstos hechos fue salvajemente golpeada, haciendo caso omiso a sus pedidos de clemencia y a su total ignorancia. Luego de este primer interrogatorio, fue trasladada a una habitación contigua a la del dicente, escuchando gritos de dolor y pedidos de auxilio de parte de la misma persona, no pudiendo apreciar mayores detalles de la que allí acontecía, pero que era evidente que estaba siendo sometida a una cruel tortura, con sonidos musicales que aumentaban o bajaban de volumen en dichas circunstancias. En determinado momento, pudo apreciar que un cuerpo era arrojado al piso y que se trataba de la misma persona, en estado inconsciente y que quienes lo habían arrojado allí comentaban que se habían excedido en el uso de la corriente eléctrica y que por tal motivo, se encontraba en estado grave y que al parecer, por la respiración y tenue gemido era víctima de un fuerte shock casi agonizante..» 

En el legajo de la Morgue Judicial que lleva el Nº 418, se registra que el día 1º de mayo de 1976 falleció María Eugenia Irazusta Maffrand, soltera de 28 años, en la Jefatura de Policía, por heridas de bala; el forense federal que actúa es el doctor Aguerre, pero no consta el resultado de la autopsia siendo retirado el cadáver y entregado por orden del señor Juez Federal Nº2. 


En el libro de registro de la Morgue judicial, se consigna en la fs. 245 el 1-5-76 el ingreso del cadáver de María E. Irazusta, anotándose como causa de ingreso: 

«Enfrentamiento en Jefatura» y en el asiento correspondiente a diagnóstico y destino: «fuga» herida de bala». 



3) Muertos por fusilamiento

Numerosos testimonios obrantes en este Delegación, muchos de los cuales han sido incorporados a las tramitaciones judiciales originadas en las denuncias elevadas oportunamente a los distintos ámbitos de la Justicia, coinciden en señalar que uno de los métodos sistemáticamente aplicados con los que se determinaba la suerte a correr por numerosos ciudadanos al desamparo de toda protección jurídica, fue el fusilamiento. 



Bauducco, Raúl Augusto 

Alrededor de cincuenta testigos, reclusos alojados en la Unidad Penitenciaria Nº 1, presenciaron el 5-7-76, la muerte de Raúl Augusto Bauducco. En horas de la mañana del citado día, en oca sión de una requisa general del pabellón donde se encontraba la víctima, todos los internos fueron trasladados a un patio interior y puestos contra la pared con las manos en alto. En ése estado los reclusos fueron golpeados con bastones de goma. El cabo primero, Miguel Ángel Pérez aplicó fuertes golpes a Bauducco, haciéndolo caer. Le ordenó levantarse y al no hacerlo lo amenazó con «pegarle un tiro» (el militar portaba una pistola en su mano izquierda). El mencionado Pérez solicitó al entonces al teniente Enrique Pedro Mones Ruiz, a cargo del procedimiento de la requisa, autorización para proceder. Ante el asentimiento del oficial vuelve al lado del detenido y le reitera: «levantate o te mato», procediendo a accionar el gatillo de la pistola que apuntaba a la frente del detenido. Con fecha 5-7-76, el mismo día del hecho, el director del penal, prefecto Torres, informa al director del Servicio Penitenciario Provincial, en nota que lleva su firma, que «Realizadas las averiguaciones correspondientes se presentó ante el suscripto el teniente Enrique Nones Ruiz, a cargo de la fuerzas del Ejército acantonadas en ésta Unidad, quién manifiesta que el interno subversivo Bauducco, trató de abalanzarse, y a la vez arrebatarle el arma al cabo Miguel Ángel Pérez, quién repelió la agresión haciendo fuego y dando muerte al citado interno. El hecho cuya tramitación judicial fue iniciada en el Juzgado Federal Nº 1, hay a cargo del doctor Miguel Rodriguez Villafañe, se encuentra incorporado a los autos caratulados «Rivera Fermín -su denuncia-» (Expte. N 1-R-83). En el considerando de la resolución de su competencia, el citado magistrado expresa que: «...se realizaron innumerables diligencia procesales de las que por su relevancia probatoria, surge la responsabilidad del entonces cabo primero de Ejército Miguel Ángel Pérez y del entonces teniente primero Pedro Mones Ruiz, y la intervención del Prefecto José Alberto Torres, a cargo de la Dirección de la Cárcel. Luego, después de enumerar las diligencias procesales que, por su relevancia probatoria fueron realizadas agrega que: por decreto de fecha 14 de junio ppdo. (fs. 512 vta.) se ordenó la inmediata detención de Miguel Ángel Pérez, Enrique Pedro Mones Ruiz, José Alberto Torres, oficializándose en la misma fecha al señor Jefe de la Policía Federal y al señor Jefe de la Policía de la Provincia...» 

Otra de la variantes del ya mencionado método de fusilamiento con las que se sellaba la suerte de los detenidos, fue el de la llamada «Ley de Fuga». Ciudadanos alojados en establecimiento de seguridad eran sacados de dichas unidades y sin basamento legal que justificara la sustracción de los detenidos. Todos los casos expuestos en el presente informe han sido analizados por la justicia, encontrándose elementos que justifican una investigación a los fines de esclarecer muertes que en un primer momento fueron presentadas a la opinión pública como «tentativa de fuga» pero que en realidad habrían sido simples ejecuciones ilegales. En tal sentido, se expone el siguiente caso: 



Toranzo, Arnaldo Higinio-Vaca Narvaja, Miguel Hugo-De Breuil, Gustavo Adolfo- 

El ciudadano Gustavo Adolfo De Breuil, en oportunidad de prestar declaración ante el Juzgado federal Nº 1 en la causa «Fermín Rivera -su denuncia-»; en su declaración testimonial dice: 

«Que el día 12 de agosto de 1976, poco antes de las once de la mañana, ingresa a la celda del Pabellón 8 de la Cárcel Penitenciaria donde estaba alojado, un empleado de apellido Leguizamón y procede a retirar a su hermano Gustavo Adolfo y al compareciente, los hace salir al pasillo donde los estaban aguardando varios militares (...) Que acto seguido los colocan mirando a la pared esposándolos con las manos en la espalda. Luego retiran de la celda Nº 1 del mismo Pabellón a un interno llamado Toranzo, a quién le hacen lo mismo que a los otros, o sea esposarlo y ponerlo contra la pared (...) retiran al interno HugoVaca Narvaja a quién también esposan con las manos a la espalda (...) Allí proceden identificarlos tomándoles las fichas dactiloscópicas, mientras esto ocurre, parte del personal mayormente femenino, dejan lo que estaban haciendo para mirarlos, llamándoles mucho la atención la cara de horror y de compasión de estas mujeres, por lo que le hacen temer por la suerte que correrían (...) Que una vez en el pasillo el que aparentemente se trataba del que aparentemente se trataba que comandaba el personal militar, ya que los demás lo llamaban «el Capitán», y era a su vez quién daba las ordenes, repitió en varias oportunidades «mal día hoy» (...) Acto seguido los sacan de la Cárcel viendo estacionada en la misma puerta dos camionetas pertenecientes al Ejército y varios soldados y suboficiales (...) Allí les vendan los ojos y a Vaca Narvaja y al compareciente los suben a una de las camionetas y escuchan que a los otros dos, los suben en la otra (...)El viaje desde la cárcel hasta el lugar que menciona habrá durado aproximadamente de veinte minutos a media hora (...) Luego vienen y preguntan quién es Eduardo De Breuil, a lo que el compareciente responde que «él», le sacan las esposas y le atan las manos a la espalda con trapos y le colocan mordazas en la boca. Allí el «capitán» vuelve a repetir «que para nosotros era un mal día» (...) Escucha que a los demás detenidos los cargan en otro vehículo (...) Que al cabo de cinco minutos aminoran la marcha, doblan a la izquierda y atraviesan un badén profundo, que está persuadido que se trata del que estaba en la entrada del camino al Chateau Carreras, ala altura del Tropezón (...) Se internan por un camino de tierra lleno de malezas, porque sentía cómo golpeaba en el piso de la camioneta con pozos y subidas y bajadas muy suaves. Por este camino andan aproximadamente de tres a cuatro minutos y los vehículos detienen completamente su marcha (...) Acto seguido, el capitán ordena a los demás que se bajen, les dice que se fijen si no hay moros en la costa y a continuación les dice; «bájenlos» (...) Preparen las armas (...) Les pregunta si ya están listos, a los que responden que sí (...) Que pasan unos segundos y les dice: Tiren (...) Escucha gran cantidad de detonaciones de armas de fuego, sienten que alguien intenta gritar, saliéndole sonidos guturales, seguramente por la mordaza que tenía en la boca. Sucedido esto el capitán les dice: Que los desaten y que recojan toda las vainas, fijándose bien que no quedara ninguna; mientras el personal a su cargo realizaba esta tarea, el mismo personal se quejaba, diciendo que se trataba de un «trabajo sucio», que era un trabajo de mierda y que esto les pasaba por ser tenientes, a los que el capitán les dijo: «Que se tranquilizaran, que así era la guerra y que se las aguantaran». Luego uno de los supuestos tenientes abre la puerta del vehículo donde se encontraba el compareciente, le desata los pies, lo baja, le dice que le va a quitar la venda y la mordaza, cosa que efectivamente hace y que mirara siempre para abajo y no gritara, porque sino tendría que matarlo. Lo toma de un brazo, advirtiendo el compareciente que el mismo estaba muy nervioso, lo hace caminar tres o cuatro pasos y ve el cuerpo de Vaca Narvaja, tendido en el suelo con un orificio de bala sobre la ceja derecha, éste supuesto teniente le pregunta al compareciente qué le había pasado a Vaca Narvaja, respondiéndole que estaba muerto. Luego lo hace caminar dos o tres pasos hacia la derecha y en la misma posición estaba el cuerpo de Toranzo, viendo que tenía un orificio de bala sobre una de las clavículas, creyendo sobre la derecha. Lo vuelve a hacer caminar dos o tres pasos hacia la derecha y ve el cuerpo de su hermano en la misma posición. En ninguno de los tres casos pudo observar sangre y en el caso de su hermano le pareció ver en la camisa a la altura del corazón un pequeño agujero. (...)Que el próximo era el compareciente, que ése día se había salvado entre los indios, pero que la próxima vez no contaría el cuento. Luego es llevado nuevamente a la camioneta, le coloca la venda en los ojos, le va a colocar la mordaza (...) Cuando llegaron a la cárcel el Capitán le dice a uno de los que lo acompañaban que averiguara si no podrían entrar por la parte trasera, por cuanto no era conveniente hacerlo por delante debido a la gran cantidad de gente que allí había (...) Que días posteriores lo van a buscar al Pabellón cree que un alcaide apellidado Sosa, quién lo conduce directamente a la dirección de la cárcel dejándolo sólo con el director, que en ese momento era Torres. Que esa persona lo hace sentar y le pide si quería relatarle minuciosamente lo que había ocurrido días atrás a lo que accede. Torres manifiesta que el sabía que los sacaban para matarlos pero no pensaba que las cosas se hicieran de esa manera. Que el no tenía nada que ver en ese tipo de hechos y que guardaba un recibo de la entrega de los detenidos y que por ese recibo podría saber más adelante quienes habían matado a su hermano...» Los dichos expresados por Eduardo Alfredo De Breuil son coherentes con una serie de elementos documentales. Todas las víctimas estaba alojadas en la Unidad Penitenciaria Nº 1 de esta ciudad de Córdoba, en distinta condición y a disposición de la Justicia Federal y/o PEN. El asesinado Miguel Hugo Vaca Narvaja estaba a disposición del PEN por decreto Nº 3502 de fecha 20-11-75; Arnaldo Higino Toranzo se encontraba ese trágico día de agosto de 1976 a disposición del Juzgado Federal Nº 1 y del PEN por decreto Nº 3208 del 29-10-75, todo lo que aquí consta y verificó esta Delegación al tener a su alcance el legajo Nº 2280 de la U.P.Nº1. El hermano del deponente estaba también a disposición del PEN, por decreto Nº 3936, según el legajo de la U.P.Nº1 Nº2127. En el legajo que corresponde a Vaca Narvaja y que lleva el Nº 2375, hay constancia de dos salidas del penal. La segunda de ellas consta a Fs. 12 del mencionado legajo y consiste en una orden emanada y rubricada por el general Juan Bautista Sassiaiñ, fechada el 11 de agosto de 1976 en el Campo de Guarnición Córdoba, que textualmente dice: 

«... Al director del Servicio Penitenciario Provincial. Al recibo de la presente el señor director se servirá ordenar la entrega de los siguientes detenidos: Vaca Narvaja Miguel Hugo; De Breuil, Gustavo Adolfo; Toranzo, Arnaldo Higino; De Breuil, Eduardo Alfredo...» 

A fs. 13 del legajo, existe una nota firmada por el teniente 1º Osvaldo Quiroga RI Aero 2º, que expresa: « Recibí de la Unidad Penitenciaria capital a los detenidos (...) a los efectos de ser trasladados a la IV Brigada Aero transportada por orden del general de brigada don Juan Bautista Sassiaiñ. El recibo del teniente Quiroga tiene fecha del 12 de agosto de 1976. En el libro de la morgue judicial, en sus fs. 256 y con los números de orden 821,822, y 823 a las 18.30 del día 12 de agosto de 1976 se registra el ingreso, remitidos desde la sanidad policial por orden del juez militar Nº 73 teniente coronel Ángel René Medici; de los cadáveres de los ciudadanos De Breuil, Gustavo Adolfo; Toranzo, Arnaldo Higinio y Vaca Narvaja Miguel Hugo. Como origen del ingreso se registra solamente: «Fuerzas de Seguridad»; como causa de la muerte: «Hemorragia aguda por heridas de bala»; los certificados médicos son extendidos por el doctor José Tavip, Mat. 8331. 


El mencionado gendarme Carlos Beltrán (B-8) en su desgarrante testimonio relata un hecho que junto a otros elementos probatorios, permiten inferir sobre el procedimiento empleado con muchos de los cautivos en el centro de la Perla: 

«...En su oportunidad el «capitán» me ordeno que lo acompañara junto a otro gendarme al interior de la cuadra. Una vez allí ordenó a cuatro detenidos: un hombre joven de baja estatura, de cutis blanco, creo de apellido Castro; a un joven más bien alto (...) creo que vendía helados en Carlos Paz (en la Perla quedó su bicicleta); otro hombre de unos veintiocho años y una mujer embarazada que vestía un delantal de plástico de los que se usan para lavar ropa y calzaba botas de goma ( la mujer habría tenido unos veintiocho años y estaba en avanzado estado de gravidez), que se pusieran de pie y nos acompañaran. Los detenidos fueron subidos al camión en cuya caja también viajábamos junto al otro gendarme (...) y cuatro suboficiales del Ejército, mientras que en la cabina lo hacían un sargento como chofer, acompañado de un oficial joven, quizás un teniente primero, más bien de baja estatura, algo gordo de unos treinta y seis años, usaba bigotes. Partió el camión seguido de un automóvil marca Torino que conducía habitualmente el «capitán» a quién acompañaba «Gino». Los vehículos tomaron un camino de tierra, trasponiendo el alambrado que rodeaba el edificio de la Perla. Luego de recorrer alrededor de tres kilómetros detienen la marcha sobre un huella rural ubicada entre un terreno sembrado (...) Una vez allí, el «capitán», ordenó que se desatara las manos al más joven de los detenidos y que se le hiciera entrega de una de las palas ordenándole a la víctima que comenzara a cavar una fosa (...) Yo y otro suboficial estábamos junto al mayor de los cuatro detenidos, pude advertir entonces, que mientras rezaba muy despacio, comenzó a llorar. Nadie hablaba, reinaba un profundo silencio cuando «el capitán» hizo subir al borde de la fosa al detenido que estaba cavando y luego colocaron a los tres detenidos restantes junto con él, uno al lado del otro, atrás de la fosa. Luego de una seña del «capitán» y previo habernos dicho textualmente « a estos hay que mandarlos a uno ochenta», a lo que yo le manifesté que no lo iba hacer, «Gino», los cuatro suboficiales, el teniente primero, comenzaron a disparar sobre los detenidos (...) Mientras que los tres hombres quedaron inmóviles luego de los disparos, la mujer que había caído, pudo reincorporarse y caminar unos pasos en dirección opuesta: en esa circunstancia el «capitán» sacó su pistola y le descerrajó un balazo en la cabeza...»



Nómina de detenidos políticos que estaban alojados en la Unidad Penitenciaria N° 1 de la ciudad de Córdoba y que fueron asesinados en el transcurso del año 1976


28-04-1976 Eduardo Daniel Bartoli 
17-05-1976 José Alberto Svaguzza 
Luis Ricardo Verón 
Eduardo Alberto Hernández 
Miguel Ángel Mosse 
Ricardo Alberto Yung 
Diana Beatriz Fidelman 
25-05-1976 Carlos Alberto Sgandurra 
José Ángel Puchetta 
19-06-1976 Claudio Aníbal Zorrilla 
Miguel Ángel Barrera 
Mirta Abdón de Maggi 
Esther María Barberis 
30-06-76 Marta del Carmen Rossetti 
de Arqueola 
José Cristian Funes 
05-07-1976 Raúl Bauducco 
14-07-1976 José René Moukarzel 
12-08-1976 Higinio Arnaldo Toranzo 
Miguel Hugo Vaca Narvaja (h) 
Gustavo Adolfo De Breuil
20-08-76 Ricardo Tramontini 
Liliana Paez 
11-10-1976 Florencio Díaz 
Pablo Alberto Balustra 
Jorge Oscar García 
Oscar Hugo Hubert 
Miguel Ángel Ceballos 
Marta Juana González de Baronetto.