II. Torturas

Informe Conadep Córdoba - 2° Edición, Septiembre de 1999

 


La tortura como sistema de aniquilamiento

Podemos afirmar que prácticamente todos los detenidos durante el primer año de la dictadura militar fueron sometidos a diversos apremios ilegales. Estos comenzaban con el hecho mismo de la detención, ejerciendo un violencia injustificada, amenazando y lo que se constituyó en una casi invariable modalidad represiva: tapando la visión de las víctimas con vendas o capuchas, con la intención de no ser reconocidos en le futuro e impedir la localización de los lugares de enclaustramiento. La evidente «irregularidad» del procedimiento generaba en el preso la certidumbre de su virtual secuestro y con ello el padecimiento que producía su total desamparo. Pero esto era simplemente el comienzo, pues luego venía todo lo demás: los golpes de puño y con objetos contundentes, la asfixia por inmersión o impidiendo la respiración con bolsa de polietileno que tapaban la cabeza («submarinos o mojarritas»); la aplicación de descargas eléctricas («picana») sobre partes más sensibles del cuerpo, previa colocación de un elástico de cama y atar las extremidades de la víctima, que normalmente era desnudada para las sesiones; las quemaduras generalmente provocadas por cigarrillos que eran apagados en el cuerpo inerme del detenido y que luego, por falta de atención médica y el medio insalubre en que se los tenía postrados, producían infecciones en las llagas abiertas; el simulacro de fusilamiento; el obligar a presenciar a un familiar la tortura salvaje de su padre, hijo, esposa, hermano, todo ese mundo de horror, hacen que razones de necesidad pública tornen imperativo dejar de una lado un natural pudor a quien ingresa en su conocimiento. 


Seguidamente, a mero título ejemplificativo, se refieren diversos casos concretos; ellos se presentan clasificados según los lugares de detención en que se produjeron las torturas. 




1) Campo La Perla



J.L.-A. 35-(*) 

Obrero metalúrgico, empleado en FIAT CONCORD, que fuera secuestrado el 22 de noviembre de 1976, de su domicilio particular, relata lo siguiente: 

«En dicha pieza había un perchero en el cual estaban colgados un palo, una cadena y una cachiporra; también había un escritorio en el que se encontraba una persona. Procede a sacarle la venda y se encuentra con el mismo sujeto que aparentemente dirigió el operativo de su secuestro. Luego por comentarios recibidos piensa que se trata de Acosta... le hace comprender que allí ellos dominaban la situación (...) Acto seguido demuestra en los hechos lo antedicho, procediendo a golpearlo con una cadena, el palo y la cachiporra de goma, diciéndole en cada oportunidad qué elemento usaba. Además lo golpeaba con el puño. El compareciente en esos momentos continuaba sin vendas, pero atadas las manos...» 



N.T.P. -P.33(*) 

Se encontraba embarazada y fue secuestrada en circunstancias de haber concurrido a la Maternidad Nacional de Córdoba a realizar un control de embarazo. En su denuncia manifiesta que: 

«...al detenerse el vehículo, la sacan del mismo y a empujones la van llevando, vendada y encapuchada hacia un lugar cubierto. Allí comienzan a propinarle una feroz golpiza; preferentemente en el vientre y en la cabeza. Mientras la golpean le gritan que van a matar a la criatura que lleva en el vientre. La insultan y amenazan permanentemente. En un momento dado le dicen: «estás desaparecida en la Perla. De aquí ni Dios, ni el Papa, ni el presidente te sacan...» 



C.M.S. -S.49 (*) 

Detenido el 9 de marzo de 1977, en horas de la mañana, cuando se dirigía a su trabajo. Lo que sigue, es el relato de sus procedimientos: 

«... durante varios días fui sometido a todo tipo de tormentos. Golpes de puño, patadas, golpes con gomas y palos, asfixia con agua o bolsas de nylon (submarino húmedo o seco), según la siniestra inventiva de los torturadores. Varias veces me colgaron de un palo atravesado en la espalda y durante cinco noches me ataron desnudo a una cama de metal, dándome descargas eléctricas, por todo el cuerpo, mojándome de tanto en tanto (...) Mientras estuve allí detenido, estaba en la cuadra conmigo un joven Alejandro Monjeau (...) fue brutalmente torturado y su agonía duro varios días; yo escuché constantemente sus gemidos de dolor y según unos «destabicados» que lo atendían, tenía reventada la vejiga y declarado por ello una infección generalizada en su aparato genital...» 


Todas estas declaraciones fueron ratificadas ante la Justicia en las distintas causas que se instruyen, y aunque resulte agobiante, es preciso proseguir con esta dolorosa ejemplificación. 



O.H.L. -L.30 (*) 

Secuestrado el 23 de abril de 1977, a las 20,30 aproximadamente. Relata: 

«...me di cuenta que íbamos al Oeste de la ciudad, era la ruta 20. Camino a Carlos Paz (...) fui introducido en una oficina, atado a una silla, sin golpes. Me empezaron a hablar de la guerra que estaban desarrollando y que yo tenía que colaborar con ellos, el Ejército Argentino. Ante respuestas mías que fueron consideradas evasivas, empezaron los golpes de todo tipo, cada vez más fuertes y salvajes, entre ellos un cable alta tensión, un martillo de madera, de esos utilizados para machacar carne, en cuyo mango estaba escrito «para amasar zurdos y sionistas». Luego me llevaron a la parrilla, en la jerga de esos elementos, o sea la picana eléctrica. Me ataron a una cama con dos cintos en las muñecas y dos sogas de plástico con nudos corredizas en los pies. Aplicaban la picana en todos lados, pero principalmente en los genitales, en la boca. Uno de los verdugos se reía a carcajadas mientras aplicaba su «sabiduría inhumana». Varias veces perdía el conocimiento, varias veces se me aplicaron fuertes golpes en el pecho para hacerme reaccionar y luego de no se cuanto tiempo me sacaron de ese pequeño infierno, en el que uno está solo con su conciencia. Me llevaron a un galpón grande y largo en el que había otra gente que se quejaba y lloraba de dolor. Otros cuidaban de nosotros, pero también detenidos; los días 24, 25 y 26 furon lo mismo, pero con más brutalidad; (...) el día 27 de abril al mediodía o cerca de él, fui dejado solo, después de una sesión de tortura. Uno de los cintos que sujetaban mi muñeca se había aflojado o roto y pude soltar un brazo y así con éste, desatarme completamente. Lo primero que intenté fue huir, pero la puerta estaba cerrada con llave. El cansancio, la desesperación, mi dignidad de ser humano por el suelo al ser tratado peor que los animales - éstos matan por necesidad, nunca por placer-, el no querer jugar más con mi resistencia, para no llevar a otros a esta situación, hicieron que tomara la determinación de quitarme la vida. Primero quise quitármela ahogándome en un tacho de 200 litros con agua que ellos tenían para torturar, pero no pude. En un rincón había una sierra y con ella intenté cortarme las venas, pero no pude tampoco; entonces rompí una botella de desodorante de la cuál salió un vidrio muy filoso con el que procedí a cortarme las muñecas y las articulaciones de los brazos. A todo esto, para darme fuerzas, me había hecho con un cepillo de dientes que había encontrado tirado en la cuadra el día anterior, una cruz con la que me encomendé a Dios. Poco después perdí el conocimiento y desperté en una sala del Hospital Militar, con sangre y suero. Luego me enteré que se me había practicado una flebotomía. En la habitación contigua estaba una mujer embarazada de apellido Piazza, dicho por los soldados de la guardia...»


En el capitulo anterior se hizo referencia al doctor Eduardo Jorge Valverde, que se presentó espontáneamente ante una citación de personal militar perteneciente a la Fuerza Aérea y que quedó detenido. 


E.P.G.F., con respecto a este caso, testimonió ante esta Comisión y dijo: 

«Llegamos a un lugar edificado, donde nos desatan; una persona me entra a pegar, gritando como un loco. Reconozco que la voz de la persona que me pegaba y gritaba era Jorge Pereyra (...) cuando más o menos tomo conciencia del lugar, escuché que estaban interrogando violentamente a una persona que se llamaba Eduardo Valverde; le preguntaban constantemente por su nombre de guerra, a lo que éste niega o cuando la golpiza era más tremenda, contesta: «Eduardo Valverde o Valverde Eduardo o doctor Valverde» (...) a la noche demoran mucho tiempo en interrogarlo a Valverde de nuevo, al que presumo pueden haberlo sacado ese día a la tarde junto a la pareja antes mencionada y a otros. Fue retirado por un carcelero muy cruel e histriónico, que con voz chillona nos llamaba muertos en vida, futuros fiambres etc. Valverde vuelve al noche muy distinto, con voz muy quebrada y es golpeado e interrogado durante varias horas, hasta que pierde la voz, descansan y vuelven a empezar. El interrogatorio se centra nuevamente en el nombre de guerra de éste, a lo que el prisionero insiste en responder llamarse Eduardo Valverde o Valverde Eduardo (...) El oficial vuelve enfurecido y alcanza a escuchar gritos, la voz de Valverde ya no se escucha, y lo último que siento es la voz de Pereyra que dice «metelo con ropas y todo» (...) supuestamente el día 28 de marzo sacaron a varios prisioneros creo que entre ellos iba Valverde, ya que no se lo escuchó nunca más, o bien pudo ser el 27 a la noche durante el último interrogatorio que sentí...» 


El testigo, parte de cuya declaración se acaba de trasncribir, es uno de los ciudadanos que el 3 de mayo de 1984 participó en el reconocimiento de ese centro de tortura y extermino que fue la Perla, hoy cuartel del Escuadrón de Caballería Aero Transportada 4. Ese día, acompañado por miembros de la Comisión nacional sobre la Desaparición de Personas y de ésta Delegación, en presencia del Comandante del III Cuerpo de Ejército, general Mansilla, del Segundo Comandante, coronel Lullo, y del Comandante de la IV Brigada de Tropas Aero Transportadas, coronel Ramírez, reconoció el lugar de su cautiverio. Del acta que se le levantó con tal motivo, se extracta lo siguiente: 

«...aquí fui traído para interrogarme, había un elástico igual que el que está, una lámpara de pie ubicada en el rincón derecho, una mesa con una máquina de escribir igual a la que está, en el elástico estaba el doctor Eduardo Valverde (...) que mientras una persona a la que le decían «Capitán» le tomaba los datos personales y de sus hermanos, un grupo de personas golpeaba con los puños y puntapiés a Valverde que estaba en el elástico de la cama, a la vez que lo llamaban por su apellido y le exigían que diera su nombre de guerra; que la persona que estaba siendo golpeada contesta que se llama Eduardo Valverde...» 


De la querella iniciada por la esposa del doctor Valverde (Expediente 15-M-83) ante el Juzgado Federal Nº1 de esta ciudad, con fecha 17 de mayo de 1984, el magistrado dictó la resolución mediante la cual declara su incompetencia para seguir entendiendo en la causa, ordenando su remisión al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas; en uno de los considerandos dice: 

«Que respecto a la cuestión a resolver, analizando la causa y valorando los testimonios de los doctores Erio Alfredo Bonetto (fs 36) Osvaldo Amadeo Bearzotti (fs 46), Jorge Alberto Furque (fs 48) y los términos de la denuncia (fs 48) y los términos de la denuncia (fs 7-13) surge con claridad que el doctor Eduardo Valverde se presentó en forma espontánea ante el puesto de guardia ubicado en el Hospital Aeronáutico, sito en avenida Colón esquina Jujuy de esta ciudad, donde quedó detenido y posteriormente conducido ante un pedido del III Cuerpo de Ejército a la cárcel Militar «Campo de la Ribera», esto es bajo Jurisdicción militar.» 



O.L.V. -V.34- (*) 

Secuestrado, que fuera detenido junto con su esposa el 21 de abril de 1977 en horas de la noche, relata sus tormentos en los siguientes términos: 

«...Allí me separan de mi mujer y me llevan a una habitación donde varias personas vestidas de civil, a patadas y trompadas me tiran sobre una mesa y me preguntan por mi hermano L. E., que era delegado del Banco (...) y militante peronista. Luego me ponen un bolsa de plástico sobre la cabeza, para asfixiarme; después entra un individuo y dice que me saquen y lleven a la parrilla. Soy trasladado a otra pieza donde me desnudan y me tiran sobre una cama de metal, atándome de pies y manos, en cruz. Comienzan a pasarme corriente eléctrica por todo el cuerpo, especialmente en la zona de los genitales. Había varias personas que se hacían llamar «H. B.» «Vergara». «Paco» y una doctora «Dorita». Me dijeron que eran del Comando Libertadores de América y que me iban a matar a mi y a toda mi familia... «ni tu viejo se va a salvar y lo vamos a investigar por subversivo», se referían a mi padre que es comodoro retirado. En esos momentos traen a mi mujer para que presencie cómo me torturaban. Siempre preguntándome sobre mi hermano; luego me sacan del cuarto. Me gritan que a mi mujer la están torturando lo mismo que antes habían hecho conmigo. Me llevaron alzado a una oficina, donde a golpes propinados por un palo en el cuerpo y los dedos de los pies, me preguntan por mis datos personales. El interrogatorio se basa sobre las actividades de mi hermano L. E. mostrándome una foto del mismo. Me dicen que a mi hermano no lo buscan por haber matado a alguien, sino que es peligroso por su representatividad en el Banco y quieren que participe en una reunión política sobre la infiltración de la subversión en los gremios, en la Iglesia con los curas del tercer mundo y hasta en las Fuerzas Armadas. Monseñor Primatesta era considerado el Obispo rojo y además dicen que ellos tenían las manos manchadas de sangre de obispos (por lo de Monseñor Angelelli), y que de ése lugar no saldríamos vivos. En otro momento de la conversación, dicen pertenecer a un grupo de ideología fascista, siendo ellos oficiales y suboficiales del Ejército, cuyo jefe era el general Menéndez. Despotrican contra el general Videla, al que consideran un traidor. Me dieron muchos datos sobre mi hermano, mostrándome, además, un croquis en donde tenían nombres de personas, a cuyos lados figuraban las palabras muertos, en la cárcel, o fugados. En la pared había una maza de madera con una cadena colgando sobre un afiche que decía: El Ejército nació con la Patria el 25 de Mayo de 1810..»





2) La Perla Chica (Malagueño) 



E. V. A. -22-(*) 

Médico y docente, manifiesta: 

«Que después de recobrar la libertad a fines de junio de 1978, es detenido nuevamente el día 6 de julio de 1978, por el teniente o subteniente Jorge Afani (Affani) y tropa a su mando. En el mismo procedimiento habían detenido al ciudadano P.P., domiciliado en Villa Nueva...son trasladados, la madrugada siguiente, en un camión al parecer Mercedes Benz, con caja cerrada. Iban vendados y esposados con las manos atrás. Partieron con rumbo desconocido haciendo una parada previa, hasta llegara un lugar, que después se enteraría que estaba en las proximidades de la ruta Córdoba- Carlos Paz, dado que pudo observarla, además de un puente sobre nivel y una edificación alta al frente (...) los ponen en una habitación de muy pocas dimensiones, alrededor de diez personas, paradas vendadas, con las manos atadas atrás. Recuerda que al doctor B., además de ésto, le ataron los pies y le pusieron una mordaza. Calcula que allí estuvieron siete o nueve días; no lo dejaban dormir ni apoyarse en la pared, ni aflojar las rodillas. Al que veían que lo hacía lo castigaban duramente. No les dieron de comer alimentos sólidos y únicamente les permitieron tomar líquidos...» 

Con fecha 3/5/84, el doctor E.V.A., junto a la CONADEP, se constituyó en dependencias de la sección Explotación del Comando del III Cuerpo de Ejército y procedió a efectuar un reconocimiento in situ del lugar.



P. P. -P.12- 

Plomero y gasista. Testimonia: 

«para el mundial de 1978, fue detenido con E. A., médico (...) los llevan a una habitación pequeña, donde pasaron una semana aproximadamente, parados, vendados, atados de pies y manos con alambres o cables, sin comer casi y bebiendo de vez en cuando agua salada. Allí debían hacer sus necesidades, ayudándose unos con otros, convietiéndose eso en un verdadero chiquero. El que se caía, vencido por el sueño, cansancio o el hambre, era golpeado fuertemente. Recuerdo el caso de C. D., persona mayor que se desmayó, fue muy castigado, no reaccionando, lo que hizo que los secuestradores dijeran en una oportunidad: «a este viejo lo vamos a llevar a los pozos», les ponían sonido permanente, tipo onda de radio, o bien los hacían dar vueltas, atados unos con otros, mientras los guardias gritaban a su alrededor de manera extraña, todo conducente a la aniquilación psíquica de los detenidos (...) que lo nombraban como H.B. o H. V.» 
El declarante, el día 3/5/84, junto con la CONADEP reconoce a la sección Explotación del Comando del III Cuerpo de Ejército, como la dependencia en donde estuvo detenido. 






3) Campo de La Ribera


Las aberraciones practicadas en los centros de detención clandestina, parecieron no tener límites. Al Campo de la Ribera fue llevada una niña de catorce años, ya ahora mayor de edad, quien relató así su triste experiencia: 

«La compareciente es conducida a otra cama (...) entrada la noche, se acerca uno de los guardias y la amenaza con un arma, comienza a desvestirla y manosearla. Debe declarar que se encontraba en ese momento, atada de manos y de pies. Debido a la operación del tabique nasal no podía respirar por la nariz, debiendo hacerlo con la boca. El guardia colocó entonces el pene en la boca de la compareciente. De inmediato, la señora que se encontraba en el piso, comenzó a gritar y se despertaron todos, lo que obligó al guardia a que la dejara y comenzara a prenderle la ropa...» 


La declarante continúa: 

«Al día siguiente la llevan al patio, previamente, una persona que dijo ser médico, procedió, bruscamente a sacarle las vendas que con motivo de su operación tenía en la nariz; dichas vendas se las habían colocado en el hospital cuando la operaron, iban por dentro de la nariz llegando casi hasta la garganta...» 



Andrés Avelino Yrrazábal -Y.2- (*) 

Gendarme, dice: 

«...Pude escuchar, durante los interrogatorios, gritos de los detenidos, originados en golpes que, luego, se manifestaban en las dificultades que tenían los mismos en caminar de regreso hacia la cuadra...» 



José María Dominguez -D.25 (*) 

Gendarme, testimonia: 

«...En varias ocasiones conduje a los detenidos para ser interrogados y pude ver, ingresando a dicha habitación, que en la misma había una mesa, junto a un tambor de 200 litros de capacidad lleno de agua. Pude observar cómo en los interrogatorios sumergían medio cuerpo de la víctimas en el tambor de agua, en un procedimiento que conocían como «submarino»...» 



Carlos Beltrán -B.8 (*) 

Gendarme, narra: 

«...A veces llevaban a un detenido a interrogar y antes de ello, le ordenaban a los gendarmes que lo «ablandaran». El «ablandamiento», consistía en que varios gendarmes conducían a los detenidos fuera del edificio, en un terreno ubicado en las proximidades del río, sometiéndolo a un duro castigo en dicho lugar. A veces, traíamos a los detenidos luego del interrogatorio, quienes presentaban todo el aspecto de haber sido muy golpeados, pues venían muy doloridos y en algunos casos, no podían estar de pie. Yo mismo presencié como H. B. en una oportunidad en que interrogaba a un joven proveniente de Tucumán, según el mismo manifestó, golpeaba al mismo en la cabeza, con un trozo de alambre tipo «San Martín», acerado...»



J.A.D. -D.2 (*)- 

Expresa: 

«...Dichos interrogatorios se efectuaban en una oficina más chica, provista de un escritorio en que hacían colocar las manos para golpearlas. Al observar los piletones que se encuentran ubicados en el lateral de la galería, el testigo recuerda que fue objeto de la llamada «mojarrita», procedimento por el que se sumerge la cabeza del individuo en la pileta con agua. Durante su recorrida, el dicente manifiesta que fue objeto de múltiples amenazas y vejámenes, teniendo que soportar amenazas de muerte, golpes de puño en el estómago, patadas, golpes con una barra de goma, etc...» 

Lo antedicho consta en el acta de reconocimiento del Campo de la Ribera, efectuado entre otros por el testigo citado. 



W.J.M. -M.12 (*) 

Relata: 

«...Que le consta que en dicho Campo se torturaba y que él mismo pudo comprobarlo, cuando por parte del interrogador apodado «Gordo» fue sometido a golpes de puño e inmersión de la cabeza dentro de una fuente con agua (...) Que también fue testigo de la tortura a que fue sometida S.P...»






4) Departamento Informaciones o División Inteligencia de la Policía de la Provincia


Hablaremos ahora de otro centro de tormentos: el Departamento Informaciones o División Inteligencia de la Provincia de Córdoba. 

L.A.U., agente, empleado de la policía, fue detenido el 12 de noviembre de 1976 cuando prestaba servicios en el D-2 (Inteligencia) y sometido, en circunstancias similares a las descriptas por los testimonios anteriores a feroces tormentos. Por su conocimiento del personal de esa repartición pudo identificar fácilmente a sus torturadores, entre quienes mencionó al Sargento Gómez (a) «El gato», al oficial Salgado, a los comisarios Romano y Tissera, al comisario principal Roselli. Asimismo, logró reconocer la voz del asesor del Jefe de policía, un teniente coronel cuyo nombre ignora, que participó activamente en la tortura. También identificó a un ex-instructor de la Escuela de Policía, que en ese entonces cumplía tareas en el Comando Radioeléctrico, el oficial ayudante Dardo Rocha. Por último, reconoció al oficial de guardia Francisco Gontero, quien desde una distancia de cinco metros le efectuó tres disparos, uno de los cuales le atravesó la pierna derecha a la altura de la rodilla. No contento con el resultado, tomó un palo y lo introdujo en la herida, lacerandolo y haciendo luego lo propio con el dedo. Previamente lo había dejado desangrarse por espacio de media hora. En ese momento arribaron otras personas y el torturador explicó su actitud afirmando que L.A.U. había pretendido arrebatarle el arma y fugarse. Esto ocurrió el 16 de noviembre de 1976. El testimonio de L.A.U. reviste particular significación porque además de su experiencia individual como víctima, cuyos puntos salientes hemos transcripto, describió en detalles la actividad y estructura de la División Informaciones o Inteligencia. 



V. S. -S.14-(*) 

Detenido aproximadamente el 14 de noviembre de 1974 dice: 

«...en esa oportunidad se me citó a comparecer al Pasaje Santa Catalina donde estaba en ese momento Informaciones (Jefatura Central de Policía frente a la Plaza San Martín) (...) se me hizo pasar adentro, donde en un patio pequeño se procedió a vendarme los ojos y esposarme con las manos para atrás, dejándome en el mismo lugar (...) después de esos dos días, nos sacan a todos y nos llevan en un camión en el piso, nuevamente al Departamento Informaciones de la Policía, donde permanezco un mes aproximadamente. Nuevas sesiones de tortura con picana, golpes, prácticamente todas las noches. Me cuelgan desnudo contra la pared y me pegan con un cable en los testículos. Allí reconozco porque se nombraba, al subcomisario Merlo o Moro, que era un hombre alto, corpulento, cabello canoso, de allí su sobrenombre, lacio peinado para atrás y voz gruesa. Otro de los que estaba era un tal «Serpico», que era un individuo bajo, menudo, pelo corto y ondulado; la «Tia Santucho» morocha, grandota y una tal «Chica de Cipol», rubia pelo lacio, alta, de cuerpo mediano en peso, bastante linda y uno que creo que era comisario, por cuanto todos le preguntaban a él. Era gordo, medio bajo, voz amanerada, medio pelado y peinado a la gomina (...) nos llevan de a uno, a una de la habitaciones, donde nos interrogaban recibiendo fuertes golpes, junto con las preguntas. En la otra habitación, donde estábamos todos juntos, nos hacen descalzar, pisar agua y comienzan a aplicarnos la picana por distintas partes del cuerpo. Cuando por el cansancio o el sueño me caigo, me levantan violentamente, advierto que tengo roto el pantalón en la parte de atrás y se procede a picanearme el ano y los testículos. Además me queman con cigarrillos los brazos (...) una noche nos sacan a todos en un camión y nos llevan a otra casa, presumiblemente en la zona La Calera. Me torturan de continuo, sin interrogarme, con golpes, picana, quemadura de cigarrillos. Además, nos esposaban a unos árboles y nos introducían bichos en la boca, al escupirlos nos castigaban. En esa oportunidad me sacaron las uñas de los pulgares de las manos...» 



H. D. L. -L.29 (*) 

Ante esta Delegación de la CONADEP declaró: 

«...el 13 de abril de 1976, un grupo de individuos que dijeron ser miembros de la Policía de Córdoba (División Informaciones) entraron a mi domicilio a los efectos de detenerme. Como yo había viajado a la provincia de Río Negro, se llevaron a mi hermana en condición de rehén, la cual fue restituida al hogar al hacerse efectiva mi presentación espontánea. Cuatro días después fui trasladado desde General Roca (provincia de Río Negro) a la División Informaciones de la Policía de la Provincia de Córdoba. Allí fui propiedad exclusiva de un torturador que se hacía llamar «Sargento Muller o El Gato» (no puedo precisar con exactitud si se trata de la misma persona, por estar vendado y encapuchado con un pullover de lana). Este torturador, que ya en el allanamiento había manifestado un odio visceral por los judíos, me otorgó, según sus propias palabras, un trato preferencial. Además de la tortura en vigencia (mojarrita, golpes, lastimaduras con clavos), fui sacado en dos oportunidades de Informaciones y conducido según una lista de jóvenes judíos que ya obraba en su poder, para que yo pudiera ver cuán bien informado estaba del «problema judío». Después del paseo (en dos ocasiones), fui conducido a terrenos desiertos camino a Alta Gracia, donde fui sometido a tortura psicológica mediante simulacros de fusilamientos. En Informaciones fui «testigo ciego» de la tortura de una madre y un hijo apellidados Ciavarelli, a los cuales recuerdo muy bien, pues él murió en la tortura y ella lloró apoyada en mi hombro. De Informaciones salí con el brazo paralizado, que pude recuperar totalmente un año después y una quemadura en la espalda (producida por un caño de escape en una de las salidas)...» 



P. N. S. -S.53 (*) 

Detenido el 2 de mayo de 1976, declaró ante esta Delegación de CONADEP: 

«...El dicente es conducido unas horas a la Seccional Primera de Policía, y de allí a la jefatura de policía, donde funcionaba la Sección Informaciones. El testimoniante no recuerda los días que allí permaneció. En ese lugar fue sometido a torturas, golpes y tratos inhumanos en forma permanente, durante todo el tiempo que estuvo allí. De ellas se destaca una sesión donde fue rodeado por numerosas personas, que no puede precisar el número por encontrase vendado en los ojos y tras ser sometido por un largo período a todo tipo de golpes, se lo deja abandonado por un largo tiempo, cree que por dos días, por muerto. De esa sesión quedan secuelas que subsisten aún, comprobable en los lugares del cuerpo que se detallan: problema cervical, fractura de tabique nasal, arco superciliar izquierdo, cicatriz mandíbula, fractura de esternón y dos costillas...» 
En el legajo de la Unidad Penitenciaria Nº 1 Capital, se consigna la procedencia del detenido como Departamento D-2 Informaciones de la Policía y con referencia a las señas particulares: golpes en la cara entre cejas, hematoma en el ojo izquierdo. La orden de remisión a la cárcel lleva la firma del entonces Jefe del Departamento Informaciones Policiales D-2, inspector mayor Raúl P. Telleldín. 



C. M. S. -S.49 (*) 

En la declaración que efectuó manifiesta: 

«...mientras estaba detenido en la Cárcel Penitenciaria de barrio San Martín y coetáneamente, por casualidad, con mi pedido de exilio, el 5 de mayo de 1978 soy llevado de la cárcel a la División Informaciones. Allí soy bárbaramente atormentado con golpes de puño, palos, gomas, patadas, picana eléctrica, asfixia por agua y bolsa de nylon y simulacros de fusilamientos. Engrillado a una pared, de día y de noche, no se me da comida y solo me sueltan una vez al día para ir al baño (...) el 9 de junio de 1978 fui devuelto a la cárcel de barrio San Martín, donde el médico de ella constató que tenía dos costillas fracturadas. Regresé el 1º se octubre con motivo de investigarse el paso de cartas, por medio de presos comunes y familiares de éstos. Allí tuve oportunidad de ver a mi esposa barbaramente torturada y semi-inconsciente (...) Autores de los tormento fueron, en primer término, los comisarios Romano y Esteban de la División Informaciones de la Policía. Bajo sus órdenes actuaron varias personas, alias ´El Carnicero`, ´La Araña`, entre ellas un colaborador de apodo ´Charlie Moore`...» 



L. D. L. A. -L.2 (*) 

Detenido en la noche del 2 al 3 de febrero de 1977 declara que: 

«...Fue detenido por personal perteneciente al entonces Departamento de Inteligencia de la Policía de la Provincia (D-2), quienes procedieron a trasladarlo a la sede de ésa dependencia sita en el Pasaje Santa Catalina, donde se le comunica que queda detenido por parte de un oficial sub-ayudante Salgado y desde ese momento (...) me inscribe en un Libro Actas donde constaba dicho procedimiento. El dicente se desempeñaba al momento de la detención como empleado de la Policía de la Provincia, como oficial sub-ayudante del Escalafón Técnico de Criminalista, teniendo al momento de producirse éste hecho, una antigüedad de ocho años y cinco meses. Desde entonces y por el lapso de seis días, permaneció en las dependencias de esa Unidad, donde fue sometido a aberrantes torturas físicas y psíquicas, manteniéndolo sin comida, ni bebida, sin poder ir al baño, desde el momento de su detención hasta el domingo siguiente, momento en el que le fue permitido ingerir alimentos. Las torturas consistieron en golpizas generalizadas hasta el desvanecimiento y el método conocido como `mojarrita´, que consistía en mantener a la víctima acostada en el suelo o en una tarima inmovilizada, tapándose la boca y la nariz con un trapo y cuando la víctima abría la boca para respirar se le echaba agua en grandes cantidades. Este tratamiento se reiteró durante todo el período de detención del nombrado y hasta su paso a la presentación Militar del Campo de la Ribera. Al estar permanentemente esposado y vendado, ello determinó que la musculatura de las manos se insensibilizan y deterioran hasta el punto de necesitar atención médica, situación ésta que duró hasta agosto de 1977 (...) En ese período estaba como jefe de Inteligencia el Inspector Telleldín, quien lo amenazó personalmente y lo golpeó haciéndole sacar la venda de los ojos. El día miércoles siguiente, cerca del mediodía, me ordenan dejar todos los elementos y pasar por la guardia, vendado, donde me obligaron bajo amenazas con una pistola en la nuca a firmar la restitución de mis efectos que, en la práctica, no me fueron restituidos. Cabe acotar que varias veces en el curso de los interrogatorios fui objeto de simulacros de asesinato a boca de jarro percutándoseme una pistola en la sien...» 






5) Casa de la Dirección Provincial de Hidráulica


Otra significativa serie de testimonios releva el sometimiento a torturas de varias personas en el inmueble de la Dirección de Hidráulica, ubicado en las inmediaciones del dique San Roque, que estuviera asignado a Inteligencia de la Policía de la Provincia para funcionar cono Centro de Detención Ilegal. El caso fue oportunamente denunciado a este Delegación ante la pretensión infructuosa del Juez de Instrucción Militar para alegar su competencia sobre el tema y sacarlo del ámbito del Tribunal Federal; éste adoptó diversas medidas de investigación, que ratificaron el contenido de la presentación. En particular, cabe destacar la ratificación de los testimonios elevados y la extracción de tres carrocerías de automotores del fondo del lago San Roque, por parte de buzos de la provincia. Todo ello está contenido en los autos caratulados «Comisión Nacional Sobre la Desaparición De Personas» -Su denuncia (Expte. 20-C-84)- Juzgado Federal Nº 1. 

A continuación se presentan algunos testimonios recibidos por esta Delegación de la CONADEP sobre el caso. 



M.A.P. -D.20-(*) 

Detenida el 3 de septiembre de 1976 a las 7.30 en la vía pública, declara: 

«...Me doy cuenta que estoy en al Cabildo o sea en la Policía de la Provincia. Puedo oír las campanas de la Catedral. Allí me descubren y me sacan el reloj, una cadena y mis documentos. Sacan a Santi del auto y se van. Vuelven y me tapan de nuevo. Un auto parte nuevamente en un viaje que dura calculo una hora. Llegamos a un lugar en el campo. Me sacan del auto y me hacen subir con los ojos en bajo, por una escalera angosta, al lado veo un árbol de tronco ancho. Llego arriba a una galería. Me entran en una habitación y de allí a otra donde hay una cama y un escritorio; hay una persona que me dice que lo mire. Le dicen «El Cabezón». Me empiezan a interrogar: yo estoy tan horrorizada que no puedo hablar. Me preguntan mi nombre pero no contesto tampoco. Entonces me empiezan a dar puñetazos en el estómago. Después me colocan contra la pared, me vendan ( había dos personas más, aparte del interrogador) y empiezan a jugar a la ruleta rusa sobre mi sien derecha. En esos momentos me desmayo y caigo al piso. Cuando recupero el conocimiento me recogen a puntapiés y me dicen que voy a hablar prontito. Me llevan a otra habitación pequeña, saliendo de nuevo por la galería. Sigo vendada, pero veo el mismo piso de mosaicos rojos. Cuando me entran al cuartito me desnudan, me atan los pies y manos al elástico de la cama, me ponen un trapo en la boca y me comienzan a dar electricidad por todo el cuerpo, pero sobre todo en los pies y en las piernas, se ríen y me dicen que así no voy a correr más. Duran una eternidad. Me vuelvo a desmayar. Cuando me despierto hay solamente una persona que me desata y me hace limpiar, ya que había perdido el control de efínteres durante la tortura. Me saca la venda y me muestra otra puertita, al lado de la puerta de entrada: me indica que busque agua allí, ya que se trata de un bañito. Después me limpio y me vuelven a buscar. Bajo nuevamente por las escaleras angostas y me llevan a un garage. Allí me acuestan boca abajo en una mesa, después me empujan y me meten la mitad del cuerpo en un tanque con agua, mientras me dan golpes en los riñones y la espalda. Después de varias veces así, me dejan dentro del agua varios minutos. Me sale agua por la nariz y hasta por los ojos y las orejas. Me deban tranquila por un momento, pero luego llegan varias personas más, forman una rueda y me empiezan a dar puñetazos. Después de un tiempo me reconoce el mismo gordo que me había hecho limpiar y me lleva a una piecita donde me habían puesto picana. Allí encuentro a cinco personas más. Están vendadas. Una es una chica. Entre los hombres reconozco a Santi, el muchacho de la mañana. Después de charlar un rato comentan que habían sido capturados el día anterior 2-9-76 (...) Aparte de Santi de 21 años, está su novia de 18, que comenta haber llegado de Santiago del Estero una semana atrás. Se llama María y el apellido creo que es Fernandez, pero puede ser otro, así de común. Es petisa. También se encuentra un muchachito rubio de 17 años que dice llamarse Diego, pertenece a la U.E.S. Es Diego Hunziker. Otro muchacho de 20 años que se llama Cesar Pasamonte, dice ser de San Francisco y estudiante creo que de medicina. Y por último un muchacho de 29 años, muy delgado y con barba que no dice su nombre pero comenta que es enfermero, que trabaja en el Hospital de Clínicas de Córdoba. Y que es casado y que tiene dos hijos pequeños. Durante tres días se repiten las ruedas de torturas, al cabo de las cuales quedo físicamente agotada. Los compañeros me habían cedido la cama (el elástico) ya que no podía moverme y estaba muy golpeada. Esa noche, 6-9-76, se llevan a todos menos a mí. Es lo último que logro recordar antes de entrar en estado de inconsciencia. Me desperté un día y me comunican que me van a llevara otro lugar. Sobre este lugar puedo decir que era una casa frente a un islote que hay cerca del embudo del dique San Roque...Sobre la gente que me llevó allí, debo decir que probablemente haya sido un grupo parapolicial, ya que apenas soy secuestrada me llevan al Cabildo, donde funcionaba la Policía de la Provincia (...) a uno le decían el «Jefe» o «El Cabezón», petiso de cabello negro y medio gordo. Era quién interrogaba. Había otra persona a quién le decían «Pantera», de bigotes y patilla ancha, pelo negro, tez clara; y otro a quién le decían «El Gringo», tez clara, pelo castaño, bigote un poco más alto que los demás (...) son precisamente «El Gringo» y «La Pantera» los que me trasladan al Campo de la Ribera. Esa noche vuelven a parar unos minutos en el Cabildo. Cuando llegamos al Campo de la Ribera, puedo ver por debajo de las vendas botas militares...»



C.F.V. -D.20- (*) 

Detenido el 12 de mayo de 1978, expresa: 

«...Así el auto se dirige por un camino en general recto y a una velocidad regular y el trayecto dura aproximadamente media hora y luego toma un camino de tierra hasta llegar al momento en que el vehículo se detiene y me sacan del auto, siempre esposado y vendado y dos personas me llevan casi alzado, tomado por los brazos y me hacen subir por una escalera más bien ancha, donde al finalizar la escalera, puedo ver por debajo del pullover, un piso de laja y una galería con baldosas rojas y blancas (...) Así me introducen a la propiedad; primero a una habitación amplia y allí me empiezan a golpear, con golpes de puño y patadas en todo el cuerpo. A partir de ese momento en que empiezan a golpearme, pierdo la medición exacta del tiempo en que estoy en esa circunstancia. Después de los golpes me llevan a un a baño de la casa, donde me hacen el «submarino» en una bañera con orina y materia fecal. Luego de estar un tiempo en el baño donde me hacen el «submarino» y me siguen golpeando y donde me torcieron el tobillo derecho, me llevan nuevamente a la habitación anterior, donde me sientan en una silla que estaba entre la ventana y la puerta y me aplicaron la picana eléctrica en las manos, en la cara, en el cuero cabelludo y en los pies; también en las piernas. Luego de la picana, me llevan nuevamente al baño y me hacen nuevamente el «submarino» en la bañera. Toda esta tortura era acompañada de un intensa interrogatorio donde me preguntaban sobre mis datos personales, actividades, familia, amistades, etc. (...) También me sacan toda la ropa quedando desnudo y luego en todas estas sesiones de tortura descriptas en la cual no puedo precisar el tiempo transcurrido, me introducen en una habitación que se encuentra a la derecha del baño (mirando al frente), allí me esposan a una cama que se encontraba al izquierda (...) Al mediodía del sábado me llevan al living y me sientan en el piso, al lado de la puerta de entrada y la puerta que comunica al pasillo que da al baño y a las dos piezas. Allí el «Capitán» me golpea a puntapiés en las costillas, brazos y piernas y me exige una declaración ya que yo sólo había escrito una página con los datos personales y familiares, me dice: «Si no me haces la declaración te tiramos al lago para que te coman los pescados...» En otro momento me dice: «...a vos te va a pasar lo mismo que le pasó al «sapo» Ruffa...» 



C.A.P. -P.38- (*) 

Cuenta que: 

«...A Montero (quién había sido salvajemente torturado) y a mí, nos llevan entonces, a una casa ubicada en las inmediaciones del dique San Roque. Íbamos sin venda, así que pude ver claramente el frente del inmueble (...) Los mismos torturadores de Inteligencia mencionados, estaban esa noche. Recuerdo que comieron un asado y luego nos condujeron al comedor de la casa en donde en presencia nuestra comenzaron a jugar una partida de truco por tríos, nos dijeron que el trío ganador iba a ser el encargado de torturarnos. Así fue como Flores, Sanchez y Zabaleta, finalizada la partida, comenzaron a torturarnos propinandonos toda la clase de golpes de puño y puntapiés y aplicando corriente eléctrica por todo el cuerpo. Los demás alrededor de seis personas, entre quienes recuerdo a Reynoso, «porteño», Lencinas y «Piruchín», participaban jocosamente de la situación observando los tormentos. En ese lugar estuve, aproximadamente diez días. La guardia permanente estaba compuesta por cuatro hombres quienes rotaban en grupos (...) Un individuo a quién decían el «Perro», que vivía en Villa El Libertador, integrante de una de las guardias, solía venir de noche, en evidente estado de ebriedad, abría la puerta de la habitación y comenzaba a torturarnos con la aplicación de la picana eléctrica, golpes e incluso nos orinó en reiteradas oportunidades. Quizás en los primeros días de mayo de mil novecientos setenta y ocho, en horas de la noche, pude ver que ingresaron a un hombre de unos 36 años de edad, de 1,75 metros de estatura, delgado con los ojos vendados y las manos esposadas hacia atrás. Esta persona fue llevada al comedor e interrogada. Seguramente fue sometida a un duro castigo, por los gritos que la víctima profería. Como se escuchaba con nitidez, pude saber que el individuo trabajaba en un banco y la esposa en una panadería y repostería. Uno de los interrogadores al no estar satisfecho con la respuesta del detenido, expresó que prepararan la pileta, luego de lo cuál se escucharon unos gritos desgarradores del recién llegado (...) En una oportunidad, el mencionado «Perro» nos dio un poco de carne y ginebra con soda, manifestándonos textualmente «coman, coman porque ustedes se van a ver criar los rabanitos de abajo» Al preguntarle cómo iba a ser el procedimiento, él respondió; «ponés las piernas dentro de la lata (señalando un tarro vacío de grasa de 20 litros), te ponemos un poco de cemento, esperamos que se seque, te cargamos en la lancha y con un empujón te vas para abajo y no volvés más...»






División Informaciones


Esta Comisión ha receptado diversos testimonios reveladores de la estructura y funcionamiento de la División Informaciones de la Policía de la Provincia como ámbito de detenciones clandestinas y la comisión de otros actos delictivos. Reproducimos aquí los testimonios más significativos. 



Luis Alberto Urquiza -D.N.I. Nº 10.420.090 

El declarante ingresó a la Policia de la Provincia el 1º de noviembre de 1974, en la escuela de Suboficiales; el 1º de diciembre es trasladado a la División Tránsito y Caminera, hasta enero de 1975 en que es trasladado a Laguna Larga hasta agosto del mismo año. Luego pasa a revistar en la Comisaría 16º hasta el 21 de septiembre de 1976. De allí es pasado a la Dirección de informaciones, cumpliendo funciones en la oficina de guardia hasta el 12 de noviembre de 1976 «en que soy detenido por personal del mismo Departamento de Informaciones». Dichas circunstancias son corroboradas por el informe de la Dirección General de Personal de la Policía de la Provincia el 21 de junio de 1984 en el que se expresa que Urquiza revistió en la D-2 Informaciones, con el grado de agente hasta su baja ordenada por decreto Nº 4643/76 del 26 de noviembre de 1976. 


Manifiesta: 

«La División Informaciones se componía, en 1976, de las siguientes personas y dependencias: se encontraba a cargo del comisario principal Telleldín y recibía el nombre de «uno» o «número uno»; el subjefe recibía el nombre de «dos» o «número dos». El tercer jefe era el comisario Tissera, o «número tres»; era una persona de regular estatura, obeso y de largas y abundantes patillas, también apodado «Patilla». Posteriormente se encontraba dividido en cinco divisiones, a saber: el C.O.T. (Centro de Operaciones Tácticas) que estaba a cargo de un comisario y que tenía la función de preparar los allanamientos legales e ilegales. La División Brigada de Investigaciones a cargo del comisario principal Romano, alto rubio de bigotes y con domicilio en barrio General Paz, llamado «Gringo». Esta es la que disponía de más personal y realizaba los allanamientos y detención de personas y repartos del botín de guerra robados en los allanamientos. Constaba de tres subdivisiones: a) Grupo Calle o también llamado «Patota» que efectuaba los operativos. b) El Grupo Fábrica y el Grupo Facultad: subdivididos en diferentes fábricas y sindicatos y en las diferentes facultades. También en esa División se encontraba trabajando personal civil de Casa de Gobierno adscripto a éstas funciones. Muchos recibían dos sueldos, en la provincia como empleados policiales y en el lugar en donde trabajaban ya sea en fábricas o sindicatos. En la Brigada de Investigaciones trabajaba como interrogador el sargento Gómez llamado «El Gato», alto, canoso, de ojos claros y oriundo de Río Cuarto y a pesar de su baja jerarquía tenía a su cargo procedimientos recibiendo órdenes directas del número «uno», «dos», o «tres». El sargento Buzeta cuyo suegro y su señora también se desempeñaban en la Brigada y dos hermanos oficiales, oriundos ambos de la ciudad de Cruz del Eje, de apellido Yanicelli. Los demás poseían apodos o «nombres de guerra» tales como «Gallo de Lata», desconociéndose sus verdaderos nombres y jerarquía, movilizándose todos de civil y en autos requisados a los detenidos o robados. Era esta Brigada la que disponía del arresto, vida o traslado de os detenidos, como así también de la legalización de detenidos o su traslado a dependencias militares o lugares que desconocían. La Sección Archivo: lugar en donde se encontraban clasificadas en carpetas con sus respectivas fotografías, personas con antecedentes políticos o posibles conexiones políticas. La Sección Sumarios: Relacionada con el aspecto judicial de los detenidos legales. La Sección Libros: A cargo de la parte administrativa interna. La Sección Armas: de menor relevancia...» 

Lo expuesto por el testigo a sido corroborado por esta Delegación en base a decenas de testimonios y documentos que obran en expedientes judiciales tramitados en el período mencionado, como así también en legajos de las unidades penitenciarias, libros de comisarías y de la morgue judicial. 


Asimismo se ha podido establecer que la División Informaciones o Inteligencia, según el período que se considere, funcionó en la jefatura de policía y en otros lugares que habilitó a los efectos de su uso como centros clandestinos de detención. Entre ellos destacan: 

De las declaración prestada por el señor F.R. (Legajo P.5 y R.9 Delegación Córdoba) surge la utilización de comisarías del Departamento Colón a los fines indicados. El testimoniante expresa: 

«Fuimos trasladados a las Comisarías de Unquillo, Río Ceballos y Salsipuedes, desde donde nos sacaban, nos llevaban al Cerro Pan de Azucar, donde nos ataban y nos decían que nos iban a tirar (...)En ese lugar estuvimos unos veinticinco días al cabo de los cuales recuperamos la libertad. A los quince días fui detenido nuevamente, aproximadamente el quince de febrero de 1977, actuando el mismo personal (comisario Díaz que presta servicios en Jesús María, alias «El Perro»; «El Tuerto Celiz», «Quevedo», empleado de la Municipalidad; un sumariante de apellido Pereyra que está en la Calera) quien lo hizo en mi casa y me condujeron a la Municipalidad (...) De allí fuimos trasladados nuevamente de Unquillo, donde cinco personas, empleados municipales; fuimos sometidos nuevamente a torturas» 


b) En los autos caratulados «Comisión Nacional Sobre la Desaparición de Personas - su denuncia- (Expediente Nº 20-C-84 Juzgado Federal Nº1) originado en la elevación de denuncias efectuadas por esta Delegación, consta la comunicación enviada por el ingeniero Manuel R. Gayol, jefe de la División Riego, al Honorable Directorio Provincial de Hidraúlica, en la que expresa: 

«Informa que la casa designada de presidencia, ubicada en el lago San Roque fue entregada a la Policía de Córdoba, con el objeto de custodiar la obra Dique San Roque en el período que va desde 1976 a 1979. Cabe consignar que en el tiempo que duró la tenencia del inmueble en cuestión el Departamento Explotación recibió órdenes de la superioridad de practicar inspecciones para verificar el estado de la casa, las cuales no pudieron realizarse ante la negativa del personal policial destacado, de permitir la entrada al mismo, hecho éste que fue comunicado a la superioridad» 


En los mismos autos, el señor J.E.C. (Legajo D-20 Delegación Córdoba) testimonia: 

«Pude ver que estaba provistos de radio trasmisor, y que según lo que manifestaron, con el mismo se comunicaban a Córdoba y su oficina central en la calle Mariano Moreno. Ellos manifestaron que eran policías y que estaban cumpliendo guardia para la División Informaciones. En varias oportunidades el mencionado «Kirko» me comentó que no podía salir porque en la casa tenía gente detenida y debían custodiarla» 


En idéntico sentido formula su declaración el señor C.A.P. (Legajo D-20) quien dice: 

«Soy trasladado a la sección Inteligencia, sita en la Calle Mariano Moreno (...) Un día en horas de la noche en el piso de un automóvil Ford Falcón, color borravino (...) Antes de partir nos dijeron que nos trasladaban a la División Robos y Hurtos. Al llegar al bulevar San Juan comienzan a tirar al aire, al tiempo que por el radiotransmisor decían que nos habíamos fugado (...) Nos llevan entonces a una casa ubicada en las inmediaciones del Dique San Roque. Íbamos sin vendas, así que pude ver claramente el frente de la casa y las escaleras por las que nos hacen ascender. Los mismos torturadores de Inteligencia mencionados estaban esa noche...» 






6) Unidad Penitenciaria Uno (U.P.1) 


Barrio San Martín 



J.M.N.-N.9 (*) 

Detenido el 14 de mayo de 1976, dice: 

«En general el régimen imperante en la Unidad Penitenciaria Nº 1 hasta diciembre de 1976, fue de torturas permanentes a todos los detenidos, habiéndose registrado hasta la fecha un total de 28 presos políticos muertos en distintas circunstancias. En el caso del asesinato de Moukarzel manifiesta el dicente que tuvo participación activa el teniente Alsina (...) En agosto de 1976, se le toma la primera declaración judicial: fue el Juez Federal Nº 1 doctor Adolfo Zambono Ledesma quién indagó al dicente en la Unidad Penitenciaria Nº 1. Recuerda el declarante que para tomarle declaración fue conducido hasta la Sección Legales de la Cárcel por personal militar; fue llevado a golpes continuos e incluso se le continuó golpeando en la puerta de acceso donde aguardaba el juez federal hasta que uno de los guardias del Servicio Penitenciario dijo al militar que daba los golpes, que interrumpiera por cuanto el doctor Zamboni ledesma estaba enfrente. El juez federal, antes que nada, preguntó al declarante si estaba dispuesto es esas condiciones a prestar declaración, mencionándole a continuación su situación legal y las acusaciones que pesaban en su contra. Inmediatamente el doctor Zamboni Ledesma, ordena que se retire del recinto a un gendarme que aún permanecía adentro; el militar se negó, razón por la cual el juez pidió que se dirigieran a su superior. Cuando retorna el gendarme, informándole que su superior le había ordenado que permanezca en el lugar, presenciando el interrogatorio, el juez se ofuscó y pidiendo disculpas al dicente, levantó sus pertenencias y se retiró, afirmando que en tales condiciones se hacía imposible tomarle declaraciones la detenido. De esta forma el dicente es retirado a la celda, sufriendo una terrible golpiza ante se actitud y los hechos que se habían producido, que ocasionaron quince días de cama por las torturas de que fue objeto...» 



R.H.-H.13 (*) 

Detenido en la Unidad Penitenciaria Nº 1, dice que: 

«...Afirma además el dicente que desde una rendija de su celda que daba la pasillo, en el Pabellón Nº 8, ex celda Nº 6, pudo apre ciar como el cabo Pérez apaleaba al detenido Miguel Ángel Sgandurra durante media hora o más, estando la víctima totalmente desnuda. El dicente pudo ver los hematomas a lo largo de todo el cuerpo y cómo la víctima ni puede levantarse para obedecer las órdenes del cabo Pérez. Éste último lo pone boca abajo y utilizando un cuchillo provisto por el Arma, llamado cuchillo de monte, comienza a tajearle la espalda. Consumado este hecho se retira dejándolo tirado en el piso (...) Afirma el dicente que Sgandurra fue sacado con Pucheta y muerto el mismo día.» 

El día 28 de mayo de 1976 con número de orden 523, el libro de registro de la morgue judicial (fs.248) asienta el ingreso del cadáver de Sgandurra. Como causa del ingreso se anota: «enfrentamiento armado», actuando como forense el doctor Silvestre. 

En el rubro «procedencia» y «juzgado» reza: «Fuerzas Armadas y Juez Militar Nº 70», respectivamente. En el mismo día y con el número de orden 522 (fs.248), también ingresa el cadáver de Pucheta en idéntica circunstancia y condiciones que el anterior. 



P.N.S. -S.53 (*) 

Detenido el 2 de mayo de 1976 manifiesta que: 

«...Días después el dicente es trasladado a la Unidad Penitenciaria Nº 1 de esta capital barrio San Martín lugar en donde prosiguieron los malos tratos, torturas corporales, morales, destacando que en agosto de 1976 un grupo militar sustrajo de la misma celda donde se encontraba el dicente a Gustavo De Breuil y Eduardo De Breuil, volviendo horas más tarde este último relatando que su hermano, junto a Higinio Toranzo y Hugo Vaca Narvaja, habían sido asesinados y que a él se lo deja vivo para que relate lo sucedido...» 



O.H.L.- L.30 (*) 

Expresa que: 

«El 11 de marzo fuimos todo el pabellón golpeados por unas dos horas seguidas por unos tres gendarmes y otros tantos guardiacárceles. Según nos decían era la despedida de la Gendarmería de la guardia externa del penal y el «festejo» del triunfo del FREJULI. Ese mismo año entraron al penal dos capellanes militares, el padre Mackuinon, capellán de la IV Brigada y Gallardo del III Cuerpo (o al revés). Dos o tres veces entraron y nos hicieron rezar el rosario. Uno de esos días el diputado Musa de Villa María le dijo al padre Gallardo que había sido torturado varios días; él le contestó «que estaba permitido torturar sólo 48 horas, porque la célula subversiva se disgregaba en ese tiempo. Si se excedía de ese lapso era pecado...».