Arg - El DNI de la represión

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Comunicado H.I.J.O.S.

En el juicio cada vez más revelador que se le sigue al prefecto Héctor Febres, cuatro nuevos testigos volvieron a vincularlo con los secuestros, las torturas y el trabajo forzoso perpetrados en la ESMA. Víctor Basterra relató cómo pudo fotografiar a casi 80 represores para hacerles los DNI, Graciela Daleo describió las pequeñas grandes resistencias que emergían aún en los peores momentos, el regalo a las embarazadas desaparecidas, y qué hacía Febres en Navidad. Myriam Lewin habló del stress de los sobrevivientes que atestiguan. Todos coincidieron en que las causas de la ESMA deberían unificarse.
Cuando el presidente del Tribunal Oral 5, Guillermo Gordo, quiso saber si al testigo Víctor Basterra lo comprendían las generales de la ley, le preguntó.

-¿Conoce al imputado Héctor Febres?

-Lo conozco porque lo he padecido - respondió seco y tajante.

El testimonio de Basterra abrió la tercera jornada del juicio oral y público que tiene como único acusado al prefecto Febres, primer represor de la Escuela de Mecánica de la Armada que es juzgado desde que se reabrieron las causas que investigan las violaciones a los derechos humanos acontecidas durante la última dictadura.
Los cuatro testigos que declararon el jueves 25 vincularon a Febres con la aplicación de torturas, lo mencionaron como responsable a cargo del trabajo esclavo y también como encargado de las embarazadas secuestradas en la ESMA. A pesar de que aún restan cuatro decenas de testimonios, la contundencia de los relatos escuchados hasta el momento parecen dejar sin estrategias defensivas al imputado. "Para mí, ya es suficiente. Por mí, terminaría el juicio acá", sostiene Rodolfo Yanzón, uno de los abogados querellantes.
Basterra ingresó a la sala a paso lento, ayudado por su bastón, con una carpeta azul bajo el brazo que contenía casi 80 fotografías de represores que pudo extraer de la ESMA cuando le empezaron a conceder breves salidas vigiladas. El testigo -que era fotógrafo de oficio- había sido sometido a trabajo forzoso y obligado a retratar al personal de la ESMA. "Les tenía que sacar fotos y hacer cuatro copias: una para la Cédula, otra para el DNI, otra para el Registro y una para la credencial de la fuerza. Pero yo hacía una quinta copia y las guardaba en las cajas del papel fotosensible, que era lo único que no requisaban. No sabía bien para qué, pero estaba convencido que algún día me iban a servir", relató cuando ofreció el material al Tribunal.

El cablecito y la risa

Basterra había comenzado su testimonio recordando que lo secuestraron en su casa y lo llevaron a la ESMA, donde arribó minutos después de que llevaran a su mujer y a su hija de dos años. Contó que le pusieron una olorosa capucha que de tan dura que estaba parecía de cartón. "Estaba dura por la sangre seca que tenía. Ya la habían usado con otros secuestrados. Después aprendí porqué se llenaban de sangre: cuando a uno lo torturan con descargas eléctricas se muerde la lengua, entonces sangra", explicó.
La primera sesión de picana a la que fue sometido -recordó Basterra- fue apenas llegó a la ESMA, en la huevera, una habitación insonorizada ubicada en el sótano. Lo hicieron desnudar, le ataron los pies y las manos a los barrotes de la cama y le ataron un cablecito en el pie derecho por donde recibía las descargas eléctricas. "Mientras me ponían la picana entre la uña y el pie pude ver al que la manipulaba, que se reía con ganas. Era el Gordo Daniel, después supe que su apellido era Febres".
Basterra denunció que sus torturadores lo amenazaron con colocarle a su hijo de dos años sobre el pecho mientras le aplicaban descargas eléctricas. Carlos Lordkipanidse, uno de los querellantes, había relatado en la segunda jornada de este juicio como habían colocado sobre su abdomen a su bebé de 20 días mientras lo torturaban con picana eléctrica para obligarlo a delatar compañeros.
El testigo aseguró que El Gordo Daniel -como apodaban a Febres- era el jefe del sector 4 de la ESMA, ubicado en el subsuelo, donde funcionaban la salas de torturas, el laboratorio fotográfico y un comedor. "Si llevaban a torturar a alguien, Febres participaba. Era un oficial de prefectura especializado en torturas", declaró.
Basterra se acercó a la maqueta de la ESMA ubicada en el medio de la sala y describió con minuciosidad el sector 4. También reconoció el sector denominado Capucha, donde estuvo alojado siete meses ininterrumpidos, con una excepción: "Cuando nos llevaron a una isla del Tigre porque venía una visita de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos. Para ir nos trasladó un oficial de la Armada, el Chino Sosa, y a la vuelta estábamos a cargo de Febres. Ese día nos dieron una muy buena paliza". El relato del traslado de los prisioneros a la isla El Silencio para ocultar a los desaparecidos durante la inspección de la comitiva fue una de las tantas historias que se escucharon de manera recurrente en estas audiencias.

La comunidad informativa

Cuando Basterra volvió a ser alojado en la ESMA, Carlos Lordknipanidse, otro secuestrado, convenció a los represores de que lo llevaran a trabajar con él. Así comenzó a tomar las fotografías que eran utilizadas para los documentos falsos que se prodigaban los grupos de tareas. El responsable del sector donde Basterra era sometido al trabajo forzoso -afirmó el testigo- era el actual imputado Febres.
Basterra denunció que los represores lo apresaron por su militancia en la Federación Gráfica Bonaerense. Contó que en la ESMA le adjudicaron el número 325 y que miembros de la marina obligaron a su madre a firmarles un poder que después les permitió apropiarse con la casa de su familia. "A mi madre la convencieron diciéndole que de esa manera me ayudaba", señaló el testigo que también recordó que la presencia de El Gordo Daniel o Selva -como se lo conocía- le resultaba "sumamente molesta por su prepotencia y su aspecto personal sucio y desagradable".
Basterra recién recuperó la libertad en diciembre de 1983, una semana antes de que Raúl Alfonsín asumiera como presidente de la Nación a través del voto democrático. "Un oficial de apellido Vinotti me dio la noticia de que me iba a mi casa. Me dijo: `Te vas a tu casa, ahí te quedás sin romper las pelotas. No hagas declaraciones porque vamos y te matamos con toda tu familia. No te olvides que los gobiernos van y vienen, pero la comunidad informativa está siempre presente´". Basterra fue controlado cada 10 o 20 días por personal de la Armada durante los primeros ocho meses de 1984, cuando en el país ya regía el gobierno democrático. El testigo recordó, incluso, que durante ese período allanaron una antigua casa que ya no habitaba, como represalia por haber realizado la denuncia pública de los represores que había retratado en la ESMA. "Era agosto del 84 y yo todavía me sentía prisionero", manifestó.

El caso Adriana

Después de Basterra declaró otra sobreviviente, Adriana Markus, que recordaba el ruido del tanque de agua en el sector de la ESMA denominado Capuchita. Por sus conocimientos de alemán, Markus fue obligada a realizar trabajo esclavo como traductora. Como carecía de diccionario, comenzaron a permitirle llamar, de manera muy controlada, a su padre. Un día, relató la testigo, el imputado Febres la acompañó a la casa para buscar a su papá. Llevó a ambos a la central de policía para que levantaran el pedido de búsqueda de paradero que había realizado la familia Markus. "Febres se presentó en la policía como un amigo de la familia. Relató una historia inventada: que me había ido a buscar trabajo a Córdoba, que conocí a un muchachito y que no le había avisado a mi padre. De ahí, Selva o Daniel nos llevó al juzgado para levantar el pedido de corpus hábeas que había presentado mi familia. La persona que me atendió me dijo que sabía que yo estaba pasando una situación difícil y que sólo contestara por sí o por no a las preguntas que me hacía. Me preguntó si me habían secuestrado, si me metieron en un baúl, si eran personas de civil, si no estaba en una cárcel con rejas. Después me dijo que me cuide porque me iban a controlar."
La situación de Markus en la ESMA se complicó cuando un legislador alemán quiso interceder para su liberación después que una tía alemana, militante de Amnesty Internacional, había denunciado su caso. Pero finalmente, pudo salir en libertad.

Lewin, cianuro, y Massera electoral

La periodista Myriam Lewin también dijo conocer al imputado Febres por su paso por la ESMA. La testigo había sido secuestrada por personal de la Fuerza Aérea. Intentó tomar una pastilla de cianuro pero sus captores la obligaron a escupirla. Primero la llevaron a un centro clandestino de detención dependiente de la Aeronáutica donde fue sometida a sesiones de picana eléctrica, submarino seco, simulacros de fusilamiento y amenazas de violaciones para que delate a una compañera. "En un momento me sacaron la venda y mi torturador me dijo: `Yo soy responsable de tu vida y de tu muerte, si colaborás no te va a pasar nada`".
Lewin sufrió una y otra forma de presión hasta que su amiga fue secuestrada. "Cuando la mataron, embarazada de ocho meses, perdí valor para ellos", recordó y su voz comenzó a quebrarse. En ese momento fue llevada a la ESMA para el "proyecto de recuperación de prisioneros" que la Armada había montado con la intención de conformar una estructura que llevara al dictador Emilio Massera a la presidencia argentina por vía electoral. Quien la recibió en el campo clandestino de concentración más paradigmático de la dictadura fue El Gordo Daniel, que le adjudicó el número 090 y la obligó a desvestirse. "Febres era de Inteligencia, pero también participaba de operativos y lo veíamos entrar y salir de las salas de torturas. Era vox populi que tenía contacto con las embarazadas, que les hacía armar el ajuar y obligaba a las madres a escribir cartas a sus familiares pidiéndoles que criaran a los bebés hasta que las secuestradas salieran".
Lewin presenció el momento en que le cortaron el cordón umbilical a Rodolfo, el hijo de Patricia Roisinblit. También vio embarazadas a Liliana Pereyra y a Alicia Cabandié, madre de Juan, uno de los últimos nietos recuperados por las Abuelas de Plaza de Mayo y actual legislador porteño electo.
"Cuando declaré en el Juicio a los comandantes de las juntas, un compañero medio en broma me dijo que me preparase porque iba a tener que volver a declarar. Yo, que estaba acompañado por mi hijo Juan, de 5 años, le dije que iba a tener que declarar hasta que Juan tuviera 18 y que me iba a poder llevar manejando. Hoy Juan tiene 27. Esto que nos hacen a las víctimas es innecesario, los juicios tendrían que hacerse de otra manera. Para nosotros es una situación de stress muy grande", se quejó Lewin ante el Tribunal.


Avemarías en la Avenida de la Felicidad


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