desaparecidos

Sin Marcos


Carta Abierta de Gelman a Sanguinetti






"Señor Presidente de la República Oriental del Uruguay.

El viernes 7 de mayo último a las 19.30 horas, el doctor Elías Bluth, secretario de la Presidencia de la República, tuvo a bien recibirnos a mi esposa, Mara La Madrid y a mí en su despacho del 7º piso del Edificio Libertad. Deseábamos entrevistarnos con usted, pero se nos explicó que eso no era posible en razón de una agenda muy cerrada por su inminente viaje a Washington.

Expusimos al doctor Bluth, entonces, el caso que motivaba la audiencia: nuestra solicitud de ayuda para conocer la verdad acerca del destino de mi nuera, María Claudia García Irureta Goyena de Gelman, y de su bebé nacido en cautiverio.

Es que una minuciosa investigación que mi esposa y yo llevamos a cabo, al margen de cualquier organismo o institución, nos permitió saber que María Claudia, secuestrada el 24 de agosto de 1976 por un grupo de tareas argentino y llevada al campo clandestino de detención Automotores Orletti, fue trasladada por militares uruguayos en la segunda semana de octubre de ese año --junto con los niños Anatole Julien Grisonas de 4 años y su hermana Victoria de 18 meses, hijos de uruguayos desaparecidos en la Argentina-- al local que la División III del Servicio de Información de Defensa (SID) ocupaba en bulevar Artigas y Palmar, Montevideo. Fue un operativo típico del Plan Cóndor. Mi nuera estaba embarazada de 8 meses cuando el traslado se produjo. Estuvo prisionera en la planta baja de ese local, fue llevada al Hospital Militar de Montevideo para dar a luz, la devolvieron al SID y de allí salió a fines de diciembre de 1976 con su bebé en un moisés y rumbo desconocido. Los escoltaban dos miembros conspicuos del SID: el entonces teniente coronel Juan Antonio Rodríguez Buratti, jefe del Departamento III y el ex capitán José Arab, que prestó servicios varios meses en Orletti. Intercambiaron ante la tropa esta frase terrible: "A veces hay que hacer cosas embromadas".

Pero usted conoce los hechos que ahora expongo ante el noble pueblo uruguayo. Constan en un memorándum elevado a su consideración que el doctor Bluth pidió que redactáramos y que se comprometió a entregarle. No alimento dudas de que así lo hizo: el 3 de junio a las 20.00 horas llamó a mi casa en México, D.F. y comunicó: "Hablé con el Presidente y le pido que crea cada una de las palabras que le voy a decir. El Presidente siente un rechazo visceral por las denuncias de costumbre, pero nunca lo vi tan sensibilizado por la situación específica. De manera muy sincera dijo: "Acá (el memorándum) no sobra ni falta una palabra. Voy a hacer todo lo posible para saber y averiguar esto. De este caso me ocupo yo. Me da la impresión de que va a hacer todo lo posible". El doctor Bluth finalizó la conversación con esta promesa: "No deseo crearle expectativas, pero todo lo que podamos averiguar, o no averiguar, o lo poco que podamos averiguar, se lo comunicaré enseguida". Han pasado más de cuatro meses y no tengo noticias de lo que resultó de ese interés declarado. El 14 de julio a las 17.30 horas llamé al doctor Bluth a su despacho y me atendió una de sus secretarias. Me dijo que el doctor Bluth no estaba y que lo llamara más tarde. Lo hice una hora después y la respuesta de la secretaria entonces fue: "Justo en este momento el doctor recibió un llamado. Deje su teléfono para que él lo llame al terminar". Han transcurrido tres meses y aún espero ese llamado, señor Presidente: el 28 de setiembre afirmó usted que un jefe de gobierno "no es un Buda silencioso y misterioso". Al parecer, sí en este caso.

El doctor Bluth fue preciso en la entrevista que con él mantuvimos. Manifestó que usted y él habían decidido instalar un escudo contra toda remoción del pasado. Que él comprendía mi situación porque era un europeo que había padecido la persecución nazi. Que usted y él habían estado en la resistencia contra la dictadura uruguaya --aunque no en la armada porque consideraban que no era la vía apropiada-- y que en esa empresa se habían jugado el pellejo varias veces. Me pregunto por qué, con esos antecedentes, guarda usted silencio sobre este caso. El robo de niños en cautiverio es el más aberrante de los crímenes perpetrados por nuestras dictaduras. Ese crimen contra un ser indefenso no sólo corta su filiación: también lo desaloja de la historia.

Señor Presidente: ¿conoce usted un crimen más ominoso que ése? Mi nieta o nieto --ni su sexo conocemos-- fue despojada o despojado de su padre, que apareció asesinado --de un tiro en la nuca a medio metro de distancia, en un tambor de 200 litros relleno de cemento y arena-- en el mismo octubre en que su madre fue trasladada de Orletti al SID. Fue despojada o despojado de su madre. Fue despojada o despojado de mí, que emprendí esta búsqueda para cumplir con el único legado que me dejó mi hijo: encontrar al suyo.

Ojalá nunca padezca usted estas angustias, el peso de este vacío doble. Se lo considera el más culto de los presidentes de América Latina y seguramente usted recuerda esta frase de su compatriota, el gran poeta Lautréamont: "Ni con un océano lavarás una sola mancha de sangre intelectual". Especialmente cuando de por medio hay sangre de verdad. Las capas de silencio depositadas sobre el robo de bebés conforman una mancha intelectual que no cesa de extenderse, porque el silencio sobre el crimen lo prolonga. Señor Presidente: ¿ordenó usted la averiguación prometida? Y si lo hizo, ¿ninguna razón de humanidad lo mueve a comunicarme el resultado? Y si no la ordenó, ¿ninguna razón de humanidad lo mueve a hacerlo?

Permítame señalarle que tiene usted a la mano fuentes directas de información al respecto: el personal militar uruguayo que durante 1976 se desempeñó en Orletti y el SID, y también en el Organismo Coordinador de Actividades Antisubversivas (OCOA), el polo del Plan Cóndor en el Uruguay. Por ejemplo: el entonces mayor José Nino Gavazzo, segundo del Departamento III y jefe de los militares uruguayos que actuaban en Orletti; entre otras cosas encabezó el operativo de secuestro de la ciudadana uruguaya Sara Méndez en el que su bebé Simón, de 20 días, fue robado. El teniente coronel Rodríguez Buratti y José Arab (a) "El Turco", ya mencionados que bien deben saber adónde llevaron a mi nuera y su bebé. Otros represores notorios del SID: mayor Juan Manuel Cordero, mayor Enrique Martínez, mayor Alfredo R. Lamy, mayor Mirailles, capitán Ricardo Medina, Roberto Huert (a) "Elefante", capitán Gualberto Vázquez (a) "El Judío", capitán José Agustín Baudean, capitán Casas (a) "El Alemán", capitán Menotti Ortiz, el jefe administrativo Sasson (a), teniente primero (siempre entonces) Luis A. Maurente Mata, Nelson Sánchez de la Prefectura General Marítima, teniente Sanders, Sandes o Sandler, coronel Barrios, visto en Orletti, el oficial principal de la Policía, Zabala.

Y los "Oscares" de la OCOA como el mayor Ernesto Rama Pereyra, (a) "El Tordillo", (a) "Puñales", jefe operativo del organismo; capitán Pedro Antonio Mattos Narbondo (a) "El Burro", quien se jacta de haber asesinado al senador Michelini a la salida de Orletti; comisario Campos Hermida, Jorge Silveira (a) "Sierra", (a) "Siete Sierras", (a) "Chimichurri", entonces capitán y hoy coronel y asesor del comandante en jefe. Y oficiales de Inteligencia como el que se hacía llamar "teniente coronel Alfredo Bretón", a cargo de las operaciones conjuntas uruguayo-argentinas, y el teniente coronel Carlos Calcagno Gorlers, quien habría trasladado niños de Argentina al Uruguay por el delta del río Paraná.

Los niños Julien compartieron con mi nuera y su bebé la habitación del SID en que estuvieron prisioneros más de dos meses y medio a fines de 1976. La niña Paula Eva Logares, de dos años, fue secuestrada con sus padres en el Uruguay y entregada a un subcomisario argentino en 1978.

El 1º de marzo de este año, en el programa de televisión "Hola, gente", reiteró usted que "en el Uruguay nunca hubo casos de niños secuestrados, como en Argentina". Bueno. Pero en el caso de mi nieta o nieto: ¿qué piensa hacer, Señor Presidente?"

Juan GELMAN




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