El Rosario de Galtieri y Feced

por Carlos del Frade
 


   

Capítulo 2
Díaz Bessone y Galtieri

 

Setiembre de 1975

“Antes que sea demasiado tarde”, titulaba el Partido Peronista Auténtico su solicitada que apareció en el diario “La Capital”, el 1° de setiembre de 1975.

Exigía la renuncia de María Estela Martínez de Perón “ya que al suplantar el programa de liberación que el pueblo votó, ha perdido legitimidad y sustento popular”.

Convocaba a elecciones generales, pedía la derogación de la legislación represiva, la libertad de todos los presos políticos, gremiales y estudiantiles; y exigía la “investigación de las AAA y procesamiento de sus integrantes” como también de “los delincuentes económicos”.

En los cines de la ciudad se estrenaba “La Raulito”, con Marilina Ross y “Los Irrompibles”, protagonizada por los humoristas uruguayos de “Hiperhumor”.

Los obreros de Sulfacid, en Fray Luis Beltrán, denunciaban la reiteración de amenazas de muerte y represalias contra las familias de los miembros de la comisión interna. “Estos mercenarios, al servicio de otros intereses que no son los de los trabajadores quieren acallar y así conseguir que el movimiento obrero cargue sobre sus espaldas la crisis, la explotación y la desocupación”, decía el texto de la solicitada.

En Buenos Aires, el general de brigada Roberto Eduardo Viola, ex comandante del II Cuerpo de Ejército con asiento en Rosario, entre el 20 de mayo y el 29 de agosto de ese año, asumía como nuevo jefe del Estado Mayor General del Ejército.

Eran los primeros días de aquel setiembre de 1975.

“Mis únicos jueces son Dios y el pueblo. Si soy buena me quedaré y si soy mala y no los sirvo, que gobierne otro que pueda hacerlo ya que no estoy aferrada al sillón de Rivadavia y si el pueblo juzga que ese sillón tiene que estar vacío, sin mi presencia, que me lo diga”, dijo la todavía presidenta María Estela Martínez de Perón.

Se informaba que en Tucumán “las bajas de la guerrilla alcanzarían a 800”. Sin embargo, el 25 de mayo de aquel año, el general Acdel Vilas aseguró que “los guerrilleros muertos” no eran más de 350. Comenzaba la inflación de las cifras sobre la cantidad de “delincuentes terroristas” en operaciones para justificar el golpe que se venía preparando.



La asunción de Díaz Bessone

“Es un compromiso de honor mantener muy en alto la bandera que se me confía y conduciré mis hombres guiándolos siempre vigorosamente hacia adelante en el resto de camino trazado por los comandantes que me precedieron. Desde este momento me constituyo en el único responsable de las acciones de esta gran unidad de batalla, recalco bien, de las acciones, porque el cuerpo de ejército segundo no tendrá omisiones cumplirá su misión. Esta responsabilidad no será jamás delegada ni compartida”, dijo el nuevo comandante del II Cuerpo de Ejército, general de Brigada, Ramón Genaro Díaz Bessone el 8 de setiembre de 1975.

Estaba en la plaza de armas del Batallón 121, acompañado del jefe del ejército, Jorge Rafael Videla, el todavía gobernador por Santa Fe, Carlos Sylvestre Begnis; el entonces ministro de Gobierno, Eduardo Enzo Galaretto y el intendente rosarino, Rodolfo Ruggeri.

Díaz Bessone fue enérgico.

Dijo que asumía también “el desprecio a quienes al amparo de la libertad ganada por aquellas huestes tienen la osadía de levantar sus miserables voces para renegar de las banderas conquistadas y de las heroicas muertes. Ellos no clavarán nunca su magro estandarte sobre nuestra fortaleza”.

Sostuvo que “los cuerpos extraños serán expulsados por dura que deba ser la cirugía. No permitiremos que los extraviados puedan escribir la historia de la desintegración nacional. En ello va nuestro honor y el honor del ejército”.



El “honor” de Díaz Bessone

Elida Luna presentó ante la justicia federal santafesina una denuncia contra los ex titulares del Comando del Segundo Cuerpo de Ejército, Ramón Genaro Díaz Bessone y Leopoldo Galtieri, por ser los responsables de la desaparición seguida de tortura y muerte de su anterior pareja, Daniel Gorosito.

El 18 de enero de 1976 fue secuestrado en Rosario, Daniel Gorosito, militante del Ejército Revolucionario del Pueblo, por integrantes de un grupo de tareas en el área jurisdiccional del Comando del II Cuerpo de Ejército.

La unidad estaba bajo el mando del entonces general de brigada, Ramón Genaro Díaz Bessone, actual profesor del Colegio Militar de la Nación y presidente del Círculo Militar.

Gorosito fue remitido a los subsuelos de la Jefatura de Policía de Rosario, a las dependencias del Servicio de Informaciones, en la ochava de San Lorenzo y Dorrego. Luego de permanecer semanas enteras en medio de sesiones de torturas con la aplicación de picana y palizas permanentes, Gorosito fue fusilado y enterrado en algún lugar cercano a la ciudad.

La historia está consignada en uno de los 270 expedientes que reunió la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas que funcionó en las oficinas del Centro Cultural “Bernardino Rivadavia”, entre abril y octubre de 1984.

El caso, además, es uno de los 97 delitos imputados al comandante del segundo cuerpo de Ejército, con asiento en Rosario, entre aquel 8 de setiembre de 1975 y el 12 de octubre de 1976, general de Brigada, Ramón Genaro Díaz Bessone.

El 23 de noviembre de 1989, por decreto 1002 de aquel año, el presidente de la Nación, Carlos Menem, indultaba al general de división Díaz Bessone.

Sin embargo, la lista de “menores NN derivados de procedimientos antisubverivos” que consta en el cuerpo 21 de la causa federal 47.913, abre la posibilidad de que Díaz Bessone sea juzgado por los delitos de lesa humanidad que le imputara la Cámara Federal de Apelaciones de Rosario.



Galtieri y el orden de los cien años

Uno de los jefes del Servicio de Informaciones, el comisario principal Raúl Alberto Guzmán Alfaro, declaró que "recibió órdenes directas del General Galtieri, que todas las mañanas debía llevarle las novedades que se produjeran no al jefe de policía, sino al general Galtieri directamente...".

El ex dirigente de la Asociación de Trabajadores del Estado, Mario Luraschi, informó que después de haber sido torturado, fue conducido el 23 de diciembre de 1976, al Comando del II Cuerpo de Ejército, en ese entonces en Córdoba y Moreno, donde hoy funciona un bar temático en lugar del planificado “museo de la memoria” de Rosario. "Me llevan al comando. Nos habla Galtieri y nos amenaza de muerte diciendo que a la próxima nos mataban. Nos trajeron en colectivos de la 53 y 200...", dijo Luraschi.

En abril de 1977, cuando se le concedió la libertad de José Américo Giusti, que había sido secuestrado el 1 de octubre de 1976, por integrantes del ejército, Galtieri pronunció un discurso, donde aseguró que su libertad "fue concedida por una amnistía de Semana Santa solicitada por Zazpe y Primatesta".

Pero el cristianismo de Galtieri tenía límites.

Su visión del reino de los cielos era una construcción por medio de fusilamientos y torturas.

"La determinación sobre la suerte de los presos era al principio tomada por el II Cuerpo de Ejército, al mando del general Díaz Bessone hasta octubre de 1976. Después le sucedió Galtieri. A partir de la asunción de éste al Comando, aumenta considerablemente la cantidad de fusilados. Apenas llega, se escapó un detenido del Servicio de Informaciones, por lo que Galtieri ordenó que se fusile a todos los que habían sido secuestrados con el fugado. Eran siete personas, entre ellas, la mujer de un dirigente sindical", relató a la revista "Caras y Caretas", en abril de 1984, Angel Ruani.

Agregó que fue juzgado "por un consejo de Guerra, el 25 de agosto de 1977. En el Comando del II Cuerpo de Ejército, el mayor Fernando Soria me muestra una lista de oficiales y me dice que designe a mi defensor. Como yo no conocía a ninguno de esos señores, le respondí que lo designaran ellos. Ese mismo día me hacen el juicio bajo la acusación de actividades subversivas. Actuó como defensor el teniente coronel González Roulet, quien en ese momento era el encargado de los presos políticos en el área del II Cuerpo...El militar que decía ser mi defensor, se limitó a reconocer la justeza de las acusaciones aunque adujo que era posible que yo, dada mi juventud, hubiera sido engañado y manipulado por los tentáculos de la internacional subversiva. Pasadas dos horas, me condenaron a 12 años de prisión. Posteriormente, el defensor apela y me hacen un nuevo consejo, aunque esta vez no me llevan, no estoy presente. Un tiempo después me vienen a leer la nueva condena que es de 15 años".

Cuando asumió como Comandante del II Cuerpo de Ejército, Leopoldo Galtieri hizo público su proyecto.

No se detuvo en pequeñeces.

Quería instalar un orden de 100 años.

Su propio reich.

Era el 12 de octubre de 1976, Rosario fue testigo.

"Soplan nuevos y bravíos huracanes en el mundo que también tocan a nuestra tierra. Otro tipo de lucha, no como la de antes, frente a frente, a la bayoneta o a la carga o al entrevero, otro tipo de lucha, en otro terreno que la Argentina, los argentinos y el ejército de hoy no buscó...A ello sumados el desorden, el caos y la corrupción. Ha cerrado un ciclo de 100 años y abre otro de esperanza de 100 años para la Nación y el pueblo argentinos..."

"Una misión impuesta: librar la lucha contra la subversión y el apoyo al proceso de reorganización nacional emprendidos en busca de los 100 años nuevos de paz y de fecundidad del pueblo".

Galtieri, nacido en julio de 1926 y casado con Lucía Gentile desde 1949, padre de tres hijos y abuelo de cinco nietos; expresaba el sentido de su cruzada de fusilamientos y picana, de cenas con narcotraficantes bolivianos y empresarios poderosos de la región del Gran Rosario.

Buscaba "los 100 años nuevos de paz" a partir del ejército que comenzaba otro ciclo histórico. En sus divagaciones estaba gestando la imagen de un general ungido por la voluntad popular.

Antes de Malvinas, Galtieri quiso perpetuarse en el poder a través de la inteligencia de sus torturados.



"Operación México"

13 de enero de 1978.

Desde el Aeropuerto de Fisherton, en Rosario, el general Leopoldo Fortunato Galtieri subió al avión presidencial "Tango 01" con destino a la Capital Federal. Frente a Jorge Rafael Videla y Eduardo Viola, explicó la "Operación México".

Cuenta Miguel Bonasso en su imprescindible "Recuerdo de la Muerte" que el sábado 14 de enero de 1978, a las 12, aproximadamente, "el grupo compuesto por tres miembros de la inteligencia militar (Sebastián, Daniel y Barba) y dos prisioneros (Tulio Valenzuela y Carlos Laluf), emprenden la partida desde la quinta de Funes. Valenzuela lleva el mismo documento falto que tenía en el momemnto de la caída, a nombre de Jorge Raúl Cattone. El mayor Sebastián pasa a ser el señor Ferrer. Barba es ahora Caravetta y Nacho Laluf se llama Miguel Vila. Los documentos falsos de estos últimos han sido confeccionados en Funes, utilizando el servicio de documentación que tenía la Columna Rosario de la Organización Montoneros".

Valenzuela había convencido a Galtieri para que lo enviara a México con la supuesta intención de infiltrar al Movimiento Peronista Montoneros en el exilio y así permitir el asesinato de los principales dirigentes. Quedaban en Funes nada menos que su compañera, Raquel Negro, embarazada de seis meses, y su hijo, Sebastián, de un año y medio.

"...Ellos son los rehenes. Yo fui amenazado de que serían inmediatamente ejecutados, si la misión de infiltración que yo iba a cumplir acá fracasaba o se producía algún hecho como éste...Mi compañera manifestó que ella estaba totalmente dispuesta a quedar en el país como rehén, para morir, para salvar algo que era mucho más trascendente que nuestras propias vidas, para llegar acá y poder informarle a nuestro partido y al mundo de los planes de la dictadura y hacer un esfuerzo por desbaratarlos", dijo Tulio Valenzuela en aquella conferencia de prensa del 18 de enero de 1978.

Agregó que "mi compañera, un hijo por nacer y mi otro hijo, están en manos, en este momento, del general Galtieri. Yo responsabilizo por sus vidas y por su integridad física a Videla, al general Viola, al general Martínez, que era el cerebro de esta operación, y al general Galtieri, que la tienen en una quinta de Funes, en las afueras de Rosario...".

El 19 de enero, las autoridades mexicanas reclamaron ante las autoridades argentinas la violación de su soberanía por este grupo de tareas. Un día después, en el diario mexicano "Unomasuno", se publicaron las declaraciones telefónicas de Galtieri: "yo no tengo control de mis agentes fuera del país".



La visión de Alicia Gutiérrez

“Yo me entero de que él (por su marido Eduardo Toniolli) había estado vivo porque en el exilio, en Francia me entero que en Suiza vivía Cecilia Meschiatti, una sobreviviente del campo de La Perla, que al ir mi suegro, Fidel Toniolli a hacer las denuncias ante las Naciones Unidas se contacta con él y le da un relatorio. Que lo había conocido a Eduardo, nos manda una carta que era una persona muy alegre y que durante muchos meses sufrió torturas terribles y que desde el momento en cayó, que era carnaval, lo apalearon y desde entonces, como a él le decían Juan, quedó que la apaleada le decían la juanada.

“Todo esto me entero mucho tiempo después. No le di la exacta dimensión hasta que volví del exilio y leí el libro de Jaime Dri porque me shockeó bastante. Uno no idealiza las cosas. Pero hay que tener exacta conciencia que Eduardo comenzó a militar a los catorce años y cuando desapareció acaba de cumplir 21 años, la misma edad que hoy tiene mi hijo. Estaba jugado en esa como estábamos jugados todos. Y tenía una urgencia muy importante. Tenemos que tener un hijo rápidamente porque en eso no nos van a ganar, porque si nos matan a nosotros el va a ser nuestra continuidad. Va a seguir luchando por lo que nosotros estamos luchando”.



La grieta legal

El 9 de diciembre de 1985, Leopoldo Fortunato Galtieri fue absuelto de culpa y cargo por la Cámara Federal de Capital Federal.

Se le habían imputado 242 casos de encubrimiento, 11 privaciones ilegales de libertad calificada, 8 reducciones a la servidumbre, 15 falsedades ideológicas, una sustracción de menor y tres casos de tormentos. Hechos que había cometido como comandante en jefe del Ejército. Los fiscales pidieron quince años de reclusión.

“Se que en mi condición de comandante en jefe del Ejército he cumplido con mi deber”, dijo el responsable de la guerra de las Malvinas.

“Manifiesto mi reconocimiento a mis camaradas de la Fuerza Aérea y de la Armada, a los integrantes de las fuerzas de seguridad y policiales, y a los hombres de nuestro ejército argentino. Espero serenamente, con tranquilidad espiritual y de conciencia, el juicio de Dios y de la historia de mi conducta”, agregó.

Sin embargo el punto 30 de la sentencia de la Cámara Federal que juzgó a los comandantes de la dictadura, indicaba que “disponiendo, en cumplimiento del deber legal de denunciar, se ponga en conocimiento del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, el contenido de esta sentencia y cuantas piezas de la causa sean pertinentes, a los efectos del enjuiciamiento de los oficiales superiores, que ocuparon los comandos de zona y subzona de defensa, durante la lucha contra la subversión y de todos aquellos que tuvieron responsabilidad operativa en las acciones”.

Dicho artículo abrió la posibilidad para juzgar a los responsables militares del terrorismo de estado en todas y cada una de las provincias.

Entre ellos, desde el 12 de octubre de 1976 al 8 de febrero de 1979, el entonces general de división, Leopoldo Fortunato Galtieri.



El turno de la justicia federal rosarina

La Cámara Federal de Apelaciones de Rosario, en noviembre de 1988, elevó cargos contra Galtieri por 169 casos de privación ilegítima de libertad seguidas de torturas y 40 particulares damnificados.

El general que compartía copas y otros vicios con el ex comandante de Gendarmería, Agustín Feced en “La Bambola”, en el corazón del barrio rosarino de Fisherton, no se presentó.

Lo volvieron a citar para el 23 de agosto de 1989, juntamente al anterior titular del II Cuerpo de Ejército, Ramón Genaro Díaz Bessone, y tampoco fue.

El 23 de noviembre de 1989, según consta en el cuerpo 49 de la causa federal 47.913, por decreto 1002 de ese año, “se indulta al teniente general Galtieri, al general de división Ramón Genaro Díaz Bessone y al coronel Carlos Ramírez”.

Se resolvió, entonces, “ordenar el archivo de estos autos”.



Galtieri fue responsable de “un plan de aniquilamiento”

El diario “La Capital” informó el 19 de diciembre de 1976 que como producto de “un intento de copamiento en la subcomisaría 17” en cercanías de Ibarlucea, resultaron muertos una mujer y cinco varones.

Nora Elma Larrosa; Rodolfo Raúl Segarra; Horacio Humberto Melelli; Alberto Azam; Segundo Núñez y Oscar Maximiliano Aguirre; eran los nombres de las víctimas.

Sin embargo, el padre de uno de los muchachos, Mario Segarra hizo una presentación judicial que puso blanco sobre negro.

“El enfrentamiento no existió y las personas muertas fueron previamente secuestradas, luego asesinadas y posteriormente transportadas al lugar del supuesto enfrentamiento, o bien, luego del secuestro, trasladadas al lugar de Ibarlucea y ahí asesinadas”, sostiene el escrito.

Segarra señaló que hubo “un plan elaborado entre Galtieri y Feced destinado a aniquilar a personas a quienes se consideraban subversivos o sospechosos de serlo”.

El término “subversivo” estaba “discrecionalmente reservado a la opinión de los aquí acusados”.

Para Segarra fue un “plan de aniquilamiento que conllevó el secuestro y la muerte mediante torturas y en estado de indefensión de las víctimas”.

A través de su presentación judicial se remarca que hubo una “asociación ilícita integrada por personal militar y policial a quienes se les instruyó previamente de lo que se planeaba y de los procedimientos a utilizar, como asimismo de la impunidad que se les garantizaba”.

Terminaba diciendo el escrito que “para asegurar la impunidad, se desinformó a la ciudadanía o se la informó con falsedades”.



Galtieri y Feced, viejos conocidos

El coronel Leopoldo Fortunato Galtieri visitó por primera vez la ciudad de Rosario en funciones operativas en setiembre de 1969.

Venía con la orden de reprimir el segundo “Rosariazo”, el protagonizado, fundamentalmente, por obreros de diferentes rubros.

Era el jefe de una unidad militar en Corrientes que se desplazó hasta la ciudad por entonces rebelde.

En aquellos momentos había sido reemplazado el anterior jefe de la policía rosarina, un ex comandante de gendarmería, Milcíades Verdaguer.

En su lugar apareció otro ex comandante de gendarmería, Agustín Feced.

El segundo “Rosariazo” les dio la posibilidad de conocerse e intercambiar experiencias y metodologías.

Entre 1973 y 1976, ni Galtieri ni Feced pudieron hacer demasiado.

Incluso Feced fue vinculado al secuestro, tortura y muerte de Angel Brandazza, ocurrido el 28 de noviembre de 1972.

Sin embargo, en octubre de 1976, Galtieri volvió a Rosario, ahora si como comandante del II Cuerpo de Ejército y se reencontró con “el Viejo”, otra vez en funciones.

Las denuncias de la CONADEP en la provincia los hacen responsables de la mayoría de las 270 vejaciones a los derechos humanos constatadas en el ámbito santafesino y que forman parte de causa 47.913.



Procesado por la justicia española

El juez español Baltasar Garzón decretó el martes 25 de marzo de 1997 la “prisión provisional incondicional” contra el ex presidente de la dictadura entre el 23 de diciembre de 1981 y el 17 de junio de 1982 y también ex comandante del II Cuerpo de Ejército con asiento en Rosario.

Galtieri fue acusado de los delitos de terrorismo y genocidio, cuatro asesinatos y una detención ilegal.

Garzón citaba la declaración del ex cónsul español en Rosario, Vicente Ramiro Montesinos, en la que describió una de las tantas justificaciones de Galtieri. “En toda guerra mueran inocentes, como sucedió con los bombardeos sobre Alemania”, le dijo el entonces señor de la vida y la muerte de los rosarinos.

El magistrado español señaló también que se desarrolló, durante los días de Galtieri en Rosario, “muy efizcamente, un plan de desapariciones y eliminación de miembros de grupos nacionales, imponiéndoles desplazamientos forzosos, pérdida de identidad y arraigo, torturas y muertes, todo lo que integra el delito de genocidio”.

Galtieri “tuvo participación activa” y fue “copartícipe en la creación y desarrollo de un estado de terror y genocidio”.

Garzón repara en lo informado por este trabajo en que el responsable de Malvinas no fue juzgado por los delitos cometidos en Rosario. “Todo lo anterior descubre una cruda realidad y es que las autoridades argentinas, antes de dar curso a la comisión, han decidido que un manto de silencio ominoso cubra para siempre los hechos que aquí se pretenden investigar y sancionar”, sostuvo el juez madrileño.



El difuso recuerdo del general

Galtieri solamente contestó por escrito a un formulario de once preguntas que le formuló un juez militar, el entonces teniente coronel Gustavo Balbastro, el 15 de abril de 1985. El hombre que soñaba con su propio reich de 100 años contestó el 21 de junio, pero ahora estaba como juez militar el también teniente coronel Humberto Bassani Grande.

“La orden de Operaciones del Comando de Cuerpo de Ejército II que se nutría de la directiva del comandante en jefe del ejército era completa e incluía, presumo dado el tiempo transcurrido, todas las previsiones respecto al tratamiento de este tipo de problemas derivados de una guerra y en ningún momento se dieron órdenes parciales sobre casos particulares que se producían diaria o periódicamente”, sostuvo en una de sus respuestas.

“En la orden de Operaciones del Comando de Cuerpo de Ejército II, que ha de recordarse era muy voluminosa, debieron estar, según creo recordar después de ocho años transcurridos, todas las previsiones para el tratamiento de los muertos en combate. Puedo aclarar que los entierros se efectuaban en los distintos cementerios ubicados en las diferentes subzonas y áreas respectivas de acuerdo al lugar en que se producían los enfrentamientos”, dijo Galtieri.

La treintena de chicos secuestrados, los 169 delitos de lesa humanidad cometidos y la ubicación de los cadáveres de los desaparecidos, son tres razones más que suficientes para que Galtieri sea llamado a declarar en los tribunales federales rosarinos en cualquiera de las causas por la verdad histórica o las que se inicien sobre el robo de bebés.

 

   

 

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