desaparecidos

Sin Marcos


La memoria y el arroyo






por Kechotai

Me acuerdo de vos cada vez que veo o tengo entre mis manos un collar de cuentas, o algún rosario. Por motivos imposibles de descifrar, también el murmullo del arroyo que se pierde entre las piedras y la paja brava y los algarrobos y los talas y espinillos de la quebrada, traen a mi memoria aquella madrugada en que comenzó nuestro calvario.

Aún te veo, con tus 16 años, lleno de entusiasmo en las reuniones del centro de estudiantes, con tu cabeza ruluda y tus ojos de niño asustado, pero con unos huevos de acero, un coraje difícil de entender ante la inmensidad del desafió de no quedarse con los brazos cruzados ante la barbarie de las botas y el atropello de los fusiles.

No será fácil contar tu historia, que es la mía, la de Amanda, la de Lina, la de Ueji, Daniel y tantos otros…

Los golpes a la puerta y los gritos desaforados fueron una historia repetida muchas veces aquella madrugada.

Al levantarme de un sueño profundo (pensar que habíamos estado hasta hace un rato no más, tocando la guitarra y hablando de tantas cosas...) y al llegar casi al mismo tiempo junto al viejo a la puerta a ver que carajo pasa, "abran que la tiramos abajo, es la policía!" también golpes en la de atrás, más gritos, abren la puerta y entran las bestias las armas el odio el miedo el llanto de la madre de la abuela de la hermana, el desconcierto en sus caras- de los hermanos de los vecinos del portero de la miseria del terror del dolor del final presentido y el viejo -" Martín, andá para tu cuarto", y el asesino-" así que vos sos Martín, no te vayas, quedate acá"- y ahí empezó, el viejo con su defensa desesperada, yo negando y el verdugo interrogando y "sos un mentiroso y ya te mandaron al frente y ya te acusaron y tráiganlo a Marcelo, que antes de partirle la mandíbula te mando al frente" y no lo conozco a pesar que éramos amigos, y "busquen a otro" y vuelve y cuchichean como si hiciera falta y el homicida me mira y con una mueca vil " que hacés ratón- es tu nombre de guerra"- y yo pensando a quién más tendrán- y los asesinos con sus armas-" revisen el cuarto, donde dormís pibe?" Y los libros- "que leés pibe?" " Estos son tuyos pendejo!?" Todas las cosas al suelo, "¿cual es tu armario? Abrilo carajo, apurate!" (¡si supieran que en el que no abrieron había 300 ejemplares de Evita Montonera!)

Luego la vieja y su abrazo y la abuela y su mirada llena de miedo y confusión y los sicarios- "vestite que venís con nosotros, el reloj dejalo que donde vas no lo vas a necesitar…"

Y ahí fuimos, 15 o más energúmenos para llevar a un pibe de 17, desarmado, asustado, ya las manos atadas, las alas plegadas, el silencio forzado, la incredulidad...

Llegamos a la calle y ahí estaba, un colectivo estacionado a la vuelta, ¡pintado todo de blanco!-(Increíble paradoja, aunque en oriente el luto se viste de blanco-)

Al subir, antes de la venda en los ojos, te alcancé a ver, en la semi-oscuridad, tirado en el piso mugriento entre por lo menos 20 o 30 compañeros más, atados, vendados, asustados, vendidos, arrastrados a esta marcha fúnebre que alguna vez imaginamos, charlamos entre nosotros, sabiendo que ya se habían llevado a Amanda, a Ale, a Mex, a cuantos mas…

Y entonces la oscuridad, el viaje interminable, el olor a campo, a agua, vueltas y más vueltas hasta llegar a nuestro infierno, y entonces sí, abajo todos, como ganado, a una habitación enorme, vacía, sucia, "al piso mierdas, contra la pared, y abran bien las piernas carajo!"

Los golpes en la cara, la cabeza, las patadas en las bolas, cierro las piernas y patean más fuerte, entonces las abro y pasan de largo y los ruidos de las bestias y el silencio de los inocentes y te escucho al lado (justo nos tocó estar juntos) y alcanzo a verte por una rendija de la capucha con el rosario que te dio tu abuela cuando te llevaban y el monstruo que te grita "dame eso carajo" y vos " ¡me lo dio mi abuela!" Y el otro que tira y vos que no soltás (soltalo loco, dale lo que quiera, tranquilo) y el rosario que se corta, como la vida, como la muerte, como tu llanto, y caen las cuentas, interminables, eternas, caen rodando…

Por tu cuerpo, por mis piernas, por el piso y tu grito "¡NO!" Y tus lágrimas y las cuentas que caen y nuestras lágrimas y el sonido de las pelotitas rodando por el piso de cemento como las piedras en el arroyo cuando cae el aguacero y las lluvias del verano y el arroyo se desborda y las piedras ruedan junto con las cuentas de un rosario roto, interminable.

Siempre recordare como en una pesadilla eterna el eco perpetuo de esa resonancia como el estruendo de los truenos en la tormenta veraniega, antes de la descarga apaciguadora de las lágrimas-gotas de lluvia, silenciosas, inútiles.

Quién sabe donde andarás, con que imposible te estarás enfrentando, con tu mirada de inocencia esperanzada y tu coraje invencible, imparable, eterno...te veo sentado a la orilla de aquel arroyo rumoroso, ya pensando en tu próximo molino de viento, junto a los compañeros…

¡hasta la victoria siempre!

Presenteado en el Concurso narrativa: XVIII Convocatoria Internacional de Poesía y Narrativa Breve, Editorial Nuevo Ser




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