Conocí a los Casado de toda la vida. Tengo casi 50 años y cuando éramos chicos, Quinto era el hermano
de mi amigo de la infancia, Toto, el menor.
Los Casado tenían la costumbre de ponerle a todos sus hijos varones (eran cinco varones y tres mujeres), el segundo
nombre del padre: Onofre. Y el número de llegada a esta tierra: Había tres mujeres antes y Tronco, que era muy
alto, mayor que él, por lo que recibió el apodo de Quinto, y a quien seguía Sexto.
Gente pacífica y buena, una familia enorme, en cuya casa entrábamos y salíamos como si fuera nuestra.
En el año 83, me encontré con mi amigo de la infancia, Toto, en una marcha de las madres. Yo ya vivía en
La Plata, por lo que hacía muchos años que no sabía nada de ellos. Lo confundí con Quinto, porque
acaso eran los dos más parecidos entre ellos.
Al frecuentarlo más, luchamos juntos en las marchas de las madres por Quinto, su mujer y su hijo.
La hermosa noticia de haber sido recuperado y restituído, Toto no pudo verla concretada, puesto que en el año
93, se suicidó, presa de la angustia que le producía su situación familiar y la injusticia de la
Obediencia Debida y el Punto Final.
Para mí, es el desaparecido Número 30.001.
Desde donde estés, Totito, te recordamos tus amigos de la Escuela Normal de Azul