Carta de un amigo
Pasaron muchos años y ninguno, resulta que nunca pude explicarme como fue que no pudimos más compartir lugares y
hechos, claro que lo sé, claro que sé y que supe lo que te había pasado, pero en esas épocas
estábamos deslenguados, sin lenguas para hablar y con los corazones excavados por el terror.
Hoy encontré este espacio en que puedo hablar de vos, de quien eras y como eras, tu pasión era... un mundo
mejor. Compartías momentos con Gerardo y Nora en el Hospital de niños, haciendo que aquellos niños pobres
pudieran sentirse felices con una mano amiga a su lado. No te equivocaste, hiciste lo que había que hacer!
Tu otra pasión era la fotografía y el cine, pocas veces vi a alguien tan concentrado en un trabajo, porque tu
entusiasmo no era la fotografía a secas, sino que buscabas otra cosa, algo que hablara por si mismo, una imagen, una
escena o un hecho que te hubiera impresionado. Eras y sos uno de los tipos mas sensibles que he conocido en mi vida.
Recuerdo cuando fuimos al cine ese que quedaba por la avenida Corrientes, ciclos de cine ruso, a ver el acorazado Potemtik,
todo el desarrollo del guión nos maravilló.
Tu otra pasión, ah... me olvidaba, la literatura, te comías los libros, Dostoiewski era tu favorito aunque
también un escritor que seguías mucho era Kafka, veías en él la terrible burocracia, los
tormentos, la imposibilidad de algunas cosas, poco antes que te secuestraran estabas leyendo el castillo y con la
valentía que te caracterizaba lo terminaste hasta el final.
Quiero dejar claro aquí, quizás torpemente ya que no soy alguien que sepa escribir, que eras un ser muy
especial, que eras un joven decidido, que eras un artista, aunque quizás nunca lo supiste o no te lo plantearas, que
tenías la mirada limpia, que te daban asco las formalidades sociales, que se equivocaron con vos, que sepan todos que
eras una buena persona y que lejos de hacer el mal, nos quitaron el placer de tener a nuestro lado a alguien tan profundo y
curioso como vos!. Por supuesto, que quede bien claro, no curioso de entrometido, sino hablo de aquel que tiene el deseo de
ser mejor cada día!, contigo nos sacaron lo mejor!
Tu amigo, que siempre te recuerda!
Ricardo Hirschfeldt
Hamburgo, Enero del 2008
Mi compañero de primaria
Ritter está en la primera hilera arriba y arriba de la maestra
Cursó el Colegio Adolfo Alsina, en Vicente López, provincia de Buenos Aires, Argentina, del 61 al 67, o sea, de
los seis a los doce años.
Un período de la vida en el cual descubrimos que existe um mundo más allá de las puertas de nuestras
casas y la escuela pasa a ser una especie de sociedad, en la que se reproducen, en menor escala, las relaciones sociales: de
amistad, de compañerismo, de poder, de autoridad, obligaciones, derechos y deberes, entre tantas otras.
A partir de ello, pasamos a construir nuestras propias concepciones de mundo, que sólo existen y se fortalecen cuando
identificamos que a nuestro alrededor otras y otros también las comparten y las transforman em su práctica
diaria.
Fue así que entre 1966 y 1967, en quinto y sexto grados, cuando aún existía primero superior,
conocí y compartí dos años del inicio de mi vida con mi querido colega de clase Daniel Ritter, al que
llamábamos de Ritter.
En esos años de infancia, en los que aún no existen casi referencias de vida, los recuerdos que uno tiene sobre
sus compañeros de colegio es sobre la alegría y las ganas en común de crecer y descubrir un mundo nuevo,
lleno de sorpresas, de expectativas, de cosas buenas y malas. Y Ritter fue siempre un colega que estuvo presente en los
excelentes recuerdos que tengo de esa época.
Terminé la primaria y salí del Colegio Adolfo Alsina y de Buenos Aires. Viví en otras partes del
país. Concluí la secundaria e ingresé a la universidad. Fui periodista. Ejercí la profesión
del 74 al 78 y en diciembre de este último año me vine a vivir al Brasil.
Recuerdo mi tristeza em abandonar el país donde crecí, pero al mismo tiempo tenía muy presente, dentro de
mí, los años de barbarie e intolerancia que había vivido, principalmente a partir del 76. Años en
los que los derechos humanos no valían nada, en los que el estado de derecho no existía, en los que pensar
diferente era prohibido, en los que la muerte, la tortura, el desaparecimiento, el genocidio, el antisemitismo y el terrorismo
de estado fueron prácticas abominablemente comunes por parte de los que estaban em el poder.
Hoy, más de 30 años después de todo ello, con 54 años, supe que mi querido amigo y
compañero de escuela Daniel Guillermo Ritter Rosenfeld hace parte de la lista de millares de desaparecidos durante la
dictadura militar argentina y que hasta el día de hoy continua desaparecido. Fue secuestrado mientras cumplía el
servicio militar.
Esto me llena de dolor, tristeza e indignación.
Tomé la decisión de escribir estas líneas porque llegué a la conclusión que recordar y
rendirle homenaje a Ritter es una forma de empezar a recuperar parte de nuestras vidas y de nuestra historia, que nos fue
robada, através de secuestros, asessinatos y torturas, por medio de la soberbia, arrogancia y petulancia criminales de
los que estaban en el poder en aquella época.
Porque recordar y rendirle homenaje a Ritter es una manera de amar y defender la vida y darle un basta para siempre a los que
violan los derechos humanos, destruyen el estado de derecho y quieren impedirnos de pensar diferente.
Mi querido compañero de colegio Daniel Guillermo Ritter Rosenfeld desapareció porque, con apenas 21 años,
creía en el futuro; creía en un mundo justo, solidario y fraternal, algo que cualquier ser civilizado posee en
lo más hondo de sus principios, pero que molestaba y asustaba a los mandatarios de turno.
Lo mínimo que se exige es saber toda la verdad sobre lo que ocurrió con Ritter, al igual que tantas otras
personas que desaparecieron en aquel período deleznable.
Mauricio Minolfi
Curitiba, PR Brasil
29.10.2009
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