desaparecidos

Liliana Elida Galletti
Desaparecida el 13 de junio de 1977



Liliana Galleti

Tenía 31 años

Liliana era soltera. Tenía 31 años cuando fue secuestrada de su domicilio en Capital. Era la hija de Elida Bussi de Galletti y Alfredo Galletti, los dos actualmente fallecidos.

Liliana había sido una muy buena estudiante, de chiquita siempre era elegida como la "mejor compañera". Razonaba muy bien, tenía mucho sentido común y una visión política clara. Estudió en la Academia de Ciencias Históricas y recibió el premio a la mejor egresada, una medalla de oro. Pero estaba en contra de los honores y las diferencias entre estudiantes, así que le pidió al padre que lo recibiera por ella.

Eligió ser historiadora porque pensaba que a través del estudio de la historia argentina también podía analizar su economía social, en la que estaba muy interesada. En la facultad escribió un librito junto a otros estudiantes sobre el nacimiento de la clase oligárquica argentina y colaboraba con un profesor en un estudio de los comienzos del periodismo en Argentina.

A fines de 1976 había ido a la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, escribía informes sobre la situación de los derechos humanos en Argentina que enviaban al exterior.

Liliana era linda, baja y delgada. Tenía pelo lacio que requería mucho trabajo. Tenía ojos preciosos, de color miel como su cabello. Siempre sonreía y le encantaban los chistes. Era extrovertida y le gustaba mucho charlar, siempre tenía algo que decir. Le encantaba cantar, especialmente tangos y se conocía un montón de memoria. Pero cantaba muy mal y como todos se le reían, se defendía diciendo que tenía su propio estilo de canto y tenía que ser reconocido. Le gustaban los horóscopos y todos los años el papá le compraba uno.

Estubo en el pozo de Banfield donde fue vista por la sobreviviente Liliana Sambrano el 7 de septiembre. Una horas después Liliana Galletti fue trasladada con otros desaparecidos.

No.CONADEP:1998, Decl.No:5428

Liliana estubo radicada en Chile desde diciembre de 1971 a agosto de 1973. Esta es una carta que envió a su madre

Santiago, 20 de abril de 1972

Mi querida Mami:

Como hoy tengo tiempo y he dispuesto el fin de semana para escribir, vamos a charlar largo y tendido. Tuve una gran alegría al recibir tus cartas, especialmente una larga fechada el 21 de marzo. Realmente, esa carta me emocionó. Te confieso que cuando leí todo el párrafo en que reflexionas sobre mi madurez e independencia, lloré. Además me ha hecho tomar cabal conciencia de algo que venia sintiendo en los últimos tres o cuatro años: que nuestra comunicación es muy grande y que es hermoso poder comunicarse así una madre con una hija. Se que hay muchas cosas que desconocemos una de la otra, que hay muchas cosas que no las hemos charlado nunca y que quizá no las charlemos; se que hay cosas, o pensamientos o actitudes que no compartimos; pero se que tu exquisita intuición, y la mía propia, nos llevan a un entendimiento muy profundo. En ultima instancia se que -como dirií Lorca- con "esa intuición terrible de las madres", Mami aunque no diga nada, sabe todo; y quizá sea la persona que, intuitiva e instantaneamente, mejor conozca y comprenda mis estados de ánimo, aunque no sepa exactamente su causa. Yo creo tener para con vos una intuición similar. Quizás sea esa corriente de comunicación la que nos ha llevado, a esta altura de nuestra vidas, a esa hermosa relación madre-hija. Ahora, con tus cartas, no es solo la madre la que habla; habla la amiga, habla una mujer a otra mujer. Es la relación de la madurez que hemos construido. Se que no fui una adolescente fácil; tampoco en mi temprana juventud fui fácil. He traído mas preocupaciones de las que otros hijos traen a sus padres. Nunca me enmarqué del lado de las normas que nos impone la sociedad; siempre ansié y deseé excesivamente la libertad. Sin embargo, creo que esto ha sido positivo -a pesar de los pequeños o grandes sufrimientos que ustedes o yo hayamos tenido- y quizás es esto lo que más ha servido para alcanzar el grado de relación actual. Cada uno de nosotros somos un poco producto de las experiencias que van tejiendo nuestra historia individual. Quizá si yo no hubiera sido como fui, no sería ahora lo que soy. Y en el fondo -aunque tengo todavía muchas cosas que superar y mucho camino por recorrer- estoy conforme conmigo misma. Quizá también, si yo no hubiera sido como fui, ustedes tampoco serían como son ahora. Hay una frase que le gusta mucho a Jemmy y que creo que es cierta: los padres educan a los hijos, pero llega un momento en que los hijos tienen la obligación de educar a sus padres. Creo que en nuestro caso esto es cierto. Es una relación dialéctica (aunque no te guste mucho la palabra) de mutua educación. Ahora he alcanzado mi madurez, mi independencia y mi libertad. Creo que sabré hacer buen uso de ella, aunque el camino para llegar haya sido duro y duele lo que uno deja atrás.

Lily

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