Introducción

CAMPO SANTO

 

 

Este es el libro que nadie hubiera deseado escribir. 

El ex sargento Víctor Ibañez fue parte del aparato exterminador que, después de una meticulosa planificación, la dictadura militar puso en marcha en marzo de 1976. Se calcula que unas 30.000 personas fueron víctimas de esa estrategia de eliminación. 

Ibañez, un cabo talabartero, estuvo a cargo de las tareas de logística y la atención de prisioneros alojados en el centro de detención calndestino que funcionó en Campo de Mayo entre 1976 y 1980. 

Este libro cuenta la historia de un testigo que pudo observar desde su lugar entre los genocidas lo que sucedió en El Campito, de principio a fin, a lo largo del paso de más de cuatro mil secuestrados por los Grupos de Tareas del Ejército, y que hoy figuran como desaparecidos. 

De ese campo nadie salió vivo. No existen testimonios certeros sobre su funcionamiento y fatídica magnitud. Salvo el de Ibañez. El fue quien rompió el silencio detrás del cual se ocultaba la tremenda participación del Ejército en la represión ilegal que enlutó la década del 70. Su primer testimonio, recogido por el autor de este libro y publicado en el diario La Prensa el 25 de abril de 1995, generó yuna inmediata respuesta de esa fuerza. 

Apenas 24 horas después de la aparición de la nota, el Comandante en Jefe del Ejército, general Martín Balza, se presentó repentinamente en el programa televisivo del periodista Bernardo Neustadt, quien le cedió todo un bloque que el militar aprovechó para reconocer, por primera vez públicamente, la participación del Ejército en la represión ilegal, pedir perdón por los crímenes cometidos y disponer que nunca más los hombres de esa arma deberán cumplir órdenes que impliquen cometer un delito. 

Un ex sargento perejil y medio mitómano, el menos pensado, el peor de todos, se convirtió sin querer en el factor que originó una secuencia de arrepentimientos inesperados. 

La Armada, la Aeronáutica, fuerzas de seguridad y policiales también reconocieron, después de las declaraciones de Balza, su participación en la represión ilegal y pidieron perdón, en mayor o menor medida, por la atrocidad de sus actos. 

Por primera vez el protagonista que revela la historia del genocidio proviene del lado de los genocidas. 

Hay ocasiones en que un libro deja de ser maravilloso: cuando contiene una historia maldita, una historia narrada mediante fragmentos conservados en la memoria de un hombre patético. Una historia despojada de toda sospecha de virtud, irreductible, miserable y tremenda. 

Pero inevitabemente real y reveladora, que sucedió, tal como este libro debía suceder.

 

 

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