desaparecidos


Carta a Mabel






Carta a Mabel Alicia Lanzillotti, quien mucho lo amó

No entiendo, cada día entiendo menos, me basta girar la cabeza para dejar de entender, para convencerme, afirmar que nadie sabe que quiere para comprobar que estamos metidos en un corzo a contramno, y poco se puede hacer para lograr escapar. Entonces deseo en la noche, esa noche que me permite admirar un cielo mas que hermoso, enigmático, una arena más que cielo, un mar más que cielo y arena, sólo eso permite que me encuentre a mí mismo, porque es increíble, Mabel, entre tanta gente que se busca, entre tantas remeras, minifaldas y bikinis, sólo eso me permite saber porque me encuentro en esta ciudad. Estoy rodeado de gente que no vive, de colores que descargan constantemente un concierto de bocinas, de señales que prohiben sin lograr hacerlo. Entonces la desesperacion me ataca, me devora, me hace prisionero y corro, corro sin sentido, mientras los edificios se desploman y la vidriera me impulsa a seguir mi carrera. Poco a poco, la desesperación se hace mayor, se agiganta a cada instante, en cada esquina, en cada baldosa que dejo atrás. Entonces, cuando todo parece acabarser y desatarse en una realidad inimaginable, me encuentro con el mar, quien se transforma en confidente, y me hace complice de su desesperacion, porque el tambien esta cansado Mabel, y me lo dijo el sábado, cuando por la mañana supe que un temporal había destruido totalmente varias plazas, él tampoco resiste que la gente lo ataque constantemente, con su incurable enfermedad de no dejar en paz a quien vive tranquilo y sólo es ejemplo de belleza. Mi vida en esta ciudad es eso, o no es, que me parece lo más correcto, no soy.

Eduardo Luis Vicente