desaparecidos

Balada para

Teresa Alicia Israel

Esta Balada, composición poética musical que cabe en cualquier otra obra sinfónica, está incluída en la novela "Sinfonía de las Sombras" de Adriana Vega y dedicada especialmente a la Doctora Teresa Israel. Las quince baladas que integran la misma, pueden leerse en el contexto o cada una como parte de un todo. La novela trata sobre cien años de vida en la historia argentina, vista a través del sentimiento de la mujer. Por supuesto, nuestra época y el dolor por la feroz dictadura son eje central de la obra, dedicada a los treinta mil desaparecidos que muestran, al hablar ellos mismos a través de las Baladas, esa angustiante sensación de ausencia presencia que tanto duele en esta nueva forma de tortura que es la desaparición de personas y que la mujer, dando su soberano instinto de dar vida, es la que más sufrió en su condición de madre, esposa, hermana, amiga, compañera.

Para Teresita, sus padres y hermanos, los treinta mil queridos ausentes presentes y a nuestra unidad en esos treinta mil, ha sido escrito el libro.

Adriana Vega.


Larga Balada

TERESA

Teresa... Por qué cantas? Escuchas el mar, el límite azulino, la barca solitaria, la sombre del amor, el hombre en la montaña?

"No interrumpas, cumplo mi destino, no soy unicamente el recuerdo de la tierra, el resto de mi vida la hora despoblada... Vine sola en un dulce atardecer te hice estremecer... Interpreta al piano hermano, la dulce melodía. Desgrana en notas mi alma, pequeña serpentina lamparita y guirnalda. "Siempre te esperaré rubio, niño pastor, siempre te esperaré princito de amor" Oh... padre. Ay... mamita, fue duro arrancarme de esos brazos que me cantaron la vida. El varón ofreciéndose por mi. La mujer abriendo sus entrañas para que penetre en ella la lava que tortura. Fue inutil, me rastreban como se requiere el oro a la piedra sombría. El fruto del hombre y la mujer debían cercenarse. Un producto que pensaba, extendía las manos, curaba heridas, defendía causas. Una fruta viva, terminada, perfecta. Por eso regresó tras milagros silenciosos. Indemne, errabaunda, inmortal. Legítima nodriza de noches sin estaciones. Con las vigorosas visceras abiertas y el dolor del hermano encendido. Observa (...) un cortel delirante, galopa caminos soleados, me enciendo te extraño. Ofresco un campo de preludios rojos, la semilla potente, mi via láctea inmutable, fragancias, el murmullo del agua brincando en las rocas, un collar de rebeldías... La luz, una poesía, el baile, esta canción que mece tus pestañas mientras duermes aunque el cuervo grazne desde el nido de dagas, en su cueva sombría, en su ávaro recado de tormentas e insomnios, de puñal y navajas, de cuchillos y sables.

"Siempre te esperaré rubio, niño pastor, siempre te esperaré principito de amor..."

Huye el cuervo. Sale.


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