El denominador común de todas las respuestas oficiales: la deserción

 

La respuesta sistemática a los familiares que inquirían sobre la suerte del hijo desaparecido cuando prestaba servicio, fue que éste había desertado. Es decir, que cada vez que se pedía por su paradero el inforrne de las autoridades militares se limitaba a consignar: Que el soldado había sido dado de baja de la Institución. 1) Por haber salido de la dependencia en la que prestaba servicio para cumplir una comisión sin haber regresado. 2) Por haber estado de franco sin haberse presentado en tiempo debido a su destino. 3) Por haberse fugado.

En los ámbitos militares respectivos se instruyeron sumarios por «deserción» cubriendo con ello una formalidad que no constituía sino una excusa frágil tendiente al ocultamiento de los hechos.

«Mi hijo presto su Servido Militar en el cargo de furriel, en la Compañía de Comandos y Servicios "Baterías", del Batallón de Infantería de Marina I con sede en la Provincia de Buenos Aires- dice Guillermo Osvaldo Aguilar (Legajo N° 4041). En el mes de septiembre de 1976 recibí su última carta desde la unidad donde prestaba servicio anunciando su próxima salida y reintegro al hogar. Transcurrido un tiempo prudencial y careciendo de toda noticia de él, los padres escribimos a la Unidad Militar y las cartas nos fueron devueltas con la acluación que había sido dado de baja el 29-9-76,lo que más adelante fue confirmado por mi esposa que viajó expresamente allá para corroborar la suerte corrida por nuestro hijo. Según informes de los soldados que hicieron la conscripción con él, ambos de Córdoba, mi hijo no salió licendado junto con ellos...»

Ahora bien, Guillermo Aníbal Aguilar como la mayoría de los jóvenes de su edad que hacían el servicio militar, mantenía asidua correspondencia con sus padres. ¿Cómo puede suponerse que estando de licencia no se haya comunicado con ellos, que no haya hecho llegar la menor noticia sobre su paradero, que jamás haya escrito una línea a un amigo, a sus hermanos? ¿Cómo puede suponerse que después de prescripta la acción legal por deserción ni él ni ninguno de los presuntos «desertores» se hayan presentado para realizar los trámites tendientes a recuperar su documentación personal retenida por la autoridad? En otros casos la explicación dada a los padres era de que el soldado había «fugado» llevándose consigo todas las prendas y efectos. Ante el pedido de informes que esta Comisión elevó al Sr. Ministro de Defensa de la Nación con motivo de la presunta deserción del conscripto Enrique Ríos, quien en el mes de octubre de 1976 se encontraba destinado en Batería Comando y Servicios G.A. 101, Junín, Provincia de Buenos Aires, se recibieron las fotocopias autenticadas de la actuación consumada por dicho soldado conscripto.

Según las mismas, el conscripto Enrique Ríos mientras cubría su turno en el rancho de tropa de la Unidad se fugó del cuartel el día 30 de octubre siendo aproximadamente las 19 y 30 horas. Ahora bien, conforme a la denuncia efectuada por sus familiares ante la Comisión (Legajo N° 2202), la última vez que su familia lo vio fue el 20 de octubre del mismo año. Tenían asiduos contactos con el joven por lo que al no recibir noticias entre fines de octubre y principios de noviembre su padre Hilario Ríos y su hermano Juan Raúl, se dirigieron a la Unidad donde prestaba servicios. Allí, las autoridades militares bajo cuyo mando había estado, comunican al padre que Enrique figuraba como desertor y «Que por su bien y el de su familia no fuera más». Hasta el día de hoy no se supo nada de Enrique, y sin embargo, por su personalidad, y lo registrado en la breve historia de su juventud, era apegado a los suyos, disciplinado y trabajador. Este era el concepto que tenían también sus superiores que en el informe respectivo consignan que tanto su moral como su conducta eran buenas. :

«Me trasladan a Colonia Sarmiento, Chubut. Estoy bien. José Luis». Este escueto telegrama puso intranquilos a los padres de José Luis Rodríguez Diéguez, quienes días antes habían recibido una carta del mismo diciendo: «Me dijeron que había dado pruebas de ser muy buen soldado, que había colaborado mucho en la Compañía, pero que efectivamente yo estaba «marcado» como izquierdista, y por seguridad, se me pedía ese traslado desde el Comando».

José Luis Rodríguez Diéguez (Legajo N° 2295) se había incorporado al Ejército el día 16 de marzo de 1976, y desapareció mientras realizaba una «misión de servicio» el 19 de octubre del mismo año. Su historia es una de las más conmovedoras a raíz de la correspondencia que mantenía con sus padres y hermanas, en las que refleja su vida cotidiana en el Regimiento N° 21, Compañía «A» en Las Lajas, Neuquén, hasta el momento en que se ordena su traslado al Regimiento N° 25 en Sarmiento, Chubut, por orden del Comando en Jefe del Ejército:

«Viajando solo durante cinco días mi hijo llega a su nuevo destino el día 17 de octubre de 1976. El día 19, a las cuarenta y ocho horas de haberse presentado en el Rejimiento 25 desaparece. De acuerdo a los informes obtenidos personalmente por mi parte en dicha Unidad Militar y que me fueron proporcionados por el propio jefe del mencionado Regimiento 25, Compañía B, en Sarmiento, Chubut; el día de la desaparición, mi hijo había salido en misión de servicio a las órdenes de un Sargento y con otro soldado en una camioneta. Cerca del cuartel se avería este vehículo; el sargento le ordena volver a pedir auxilio, se dirige al cuartel y en ese trayecto, cerca de dicha unidad militar, desaparece. Al pasar unos días lo dan como desertor, y es aquí donde surge mi duda. Y esto no sólo porque conocíamos la naturaleza de José Luis, sino por las dos razones siguientes: el 1° de agosto, mientras estaba en Las Lajas, Neuquén, fue enviado en comisión él solo a la Capital Federal para hacer compras y llevar los encargos para el Regimiento N° 21, misión que cumplió satisfactoriamente, por tal motivo le entregan un diploma de agradecimiento. Y segunda razón, que durante su viaje de traslado de Las Lajas a Sarmiento, Chubut, en cada lugar que debía detenerse a la espera de combinación de transporte, aprovechaba para escribirnos, y nunca nos manifestó tal idea, si hubiera deseado desertar, tenía todas las oportunidades a su favor durant e el trayecto de tan largo viaje. Pudo haberlo hecho antes de presentarse a las autoridades de la Unidad a la que fue trasladado, zona totalmente desconocida para él». (Legajo N° 2295).

En todos los casos los jueces intervinientes en los recursos de hábeas corpus interpuestos en favor de los soldados nunca recibieron mención alguna de las circunstancias de la deserción.

En algunos casos se registra que el secuestro se hace efectivo inmediatamente de producida la baja del soldado y mientras éste se encuentra aún bajo jurisdicción militar, sea dentro de la unidad del Ejército en la que revistaba, sea en el vehículo del Ejército que lo conducía al lugar de su domicilio.

También se dio el caso de soldados que desaparecieron en la vía pública apenas comenzaban a gozar de su licencia anual. Los operativos habrían sido planificados cuidadosament e ; en oportunidades, grupos armados se presentaron en el domicilio de la futura víctima o bien automóviles sospechosos merodearon por el lugar sin lograr pasar desapercibidos para el vecindario.

«Bueno, viejo, me faltan diez días», es el feliz anuncio que hace a su padre Miguel Angel Hoyo (Legajo N° 2278) en carta que le dirige desde la Base Naval de Ushuaia.

«Contestame esta carta si calculás que llega antes del 2-8-77. Yo en todo caso les mando un telegrama cuando sepa bien cuando nos vamos y a qué hora estaremos en Buenos Aires. Mañana tenemos una picada como despedida totobs los colimbas de mi división».

Y esa fue la última noche feliz de Miguel Angel, todavía desaparecido desde el 3 de julio de 1977. Había subido junto con sus compañeros al avión que lo conduciría a Ezeiza, luego, según el testimonio de su madre Lucinda Estela Guarda de Hoyo:

«Subieron dos personas vestidas de civil que lo separaron de los otros conscriptos y en Río Gallegos dos individuos más que lo custodiaron, tal lo que dijeron sus compañeros. El único dato es que el Cabo Pérez venía con los conscriptos que habían sido dados de baja». (Legajo N° 2278).

 

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